1916 |
Historias sobre la agricultura gallega del siglo XX. Comentarios, análisis, documentos acerca de la economía agraria y la vida campesina.
17 de marzo de 2012
AgroLance. Arado gallego Dobarro
AgroLance. 1914 Patatas y huevos por las nubes
COSAS DE LA GUERRA
¿Serán los alemanes o los ingleses
los que tienen la culpa de este fregado
en que todos los pueblos se han complicado
y ya lleva de vida más de tres meses?
Hoy por hoy a nosotros no nos alcanza
y en el país tenemos cierta esperanza
de que estos temporales de faz guerrera
no pasen los umbrales de la frontera
desde que el Presidente, señor de Dato,
hablando en el Congreso, nos dio un buen rato,
proclamando que España vivirá en paz
y en la más absoluta neutralidaz;
aparte las funciones de matar toros
y las escaramuzas que hay con los moros,
que, a veces, ya rebasan la escaramuza
y recuerdan los tiempos del moro Muza.
Pero, en fin, ya vivimos tranquilamente
con las declaraciones del Presidente,
sintiendo, allá en el alma, pesar sincero
por las tribulaciones del extranjero.
Mas, diga lo que diga D. Eduardo,
también nuestro horizonte se pone pardo,
pues si aquí no se libran fieras batallas
se ponen por las nubes las vituallas,
y a durar esto mucho, tendremos todos
que hacer lo de la copla: roer los codos.
Si había en esta tierra cosas baratas
ninguna lo era tanto cual las patatas,
pues en algunos tiempos, por treinta reales,
cualquiera se adueñaba de dos quintales.
Para el mes de Diciembre, según la cuenta,
el quintal de patatas valdrá a cincuenta,
y podrán, solamente, los sibaritas
tomar, con las chuletas, patatas fritas,
pues estará en Galicia, ¡quién lo creyera!
más cara la patata que la ternera.
Y lo mismo sucede con la sardina,
que es teutona y escapa la muy cochina;
y como hasta el presente no cayó helada,
los grelos que se venden no valen nada,
“malgré” lo cual, ya ha habido tirón de pelos,
en la plaza de Abastos, por comprar grelos.
Todos nos resentimos con la subida
de cosas necesarias para la vida,
pero sufre el coplero más vivamente
porque ya no le sirve ni un sólo diente
y hasta que el hombre gane para unos nuevos
defendía su vida con caldo y huevos;
sustancias nutritivas, si juntas van
con la correspondiente miga de pan.
Pero anoche le han dicho ¡colmo de males!
que cuesta la docena nueve reales,
cosa que no recuerdan ambas Castillas
desde que hay españoles y que hay tortillas.
Sólo un día, en el tiempo del Rey Perico,
estuvieron a nueve y un perro chico,
pero fue por culpa de Don Gaiferos,
señor que los comía todos enteros.
Mas, desde tales tiempos no hubo tal suba,
ni aún cuando la terrible guerra de Cuba,
y es precisa la guerra de seis naciones
para que valga un huevo dos “patacones”.
¡Qué guerras tan nefandas, qué tiempos nuevos
y que atrozmente caros están los huevos!
A Coruña, noviembre de1914
16 de marzo de 2012
Galleteros gallegos (2): Galicia
En el capítulo anterior hemos
conocido la historia de dos empresas galleteras madrileñas fundadas o dirigidas
por gallegos en los años 1880 y 1890. Toca ahora hablar de las que se fundaron
en Galicia en el siglo XX, bien pocas.
La primera de la que tengo
noticia se estableció en A Coruña a principios del siglo XX, con la marca Marineda, una empresa promovida por el consignatario y comerciante Ramón González
Alegre. No duró mucho. Acá un anuncio de la misma fechado en 1902.
"MARINEDA
Fábrica de galletas y bizcochos
ÚNICA EN GALICIA
En la que se emplean las primeras
materias más escogidas
GONZÁLEZ Y COMPAÑÍA
Avenida de Rubine, 20
GERENCIA: Frente al Instituto, 5,
1º"
Otro coruñés, Juan Vázquez
Pereiro, se dedicó a la fabricación de galletas después de haber fundado una
fábrica de chocolates que llegó a alcanzar gran prestigio y que siguió en
activo hasta hace unos años, un siglo de historia. Su empresa, La Proveedora
Gallega, había sido creada en 1906, y abajo podemos ver un anuncio, imagino que
de los años 1920.
c. 1920 |
La verdad es que Galicia no reunía ventajas especiales para dedicarse a la fabricación industrial de galletas. Deficitaria en harina de trigo, sin producción propia de azúcar, con ciudades pequeñas, con transportes deficientes. A cambio, la oferta de huevos, de mantequilla, de leña, de mano de obra, eran razonables, pero haciendo balance de ventajas y desventajas no es de extrañar que surgiesen pocas iniciativas en el sector galletero.
Ahora bien, en este cuasi desierto para las galletas brotó de repente un pino, y ello sucedió al sur, lejos de A Coruña, en la frontera con Portugal. Allí, en Tui, fue fundada en 1913 la firma galletera más importante y duradera de Galicia por iniciativa de un portugués de Lisboa –Juan Benito de Oliveira- en sociedad con su yerno, natural de la comarca tudense. Fue la típica empresa familiar y su denominación comercial La Peninsular.
Nuestro principal protagonista, Juan Benito
de Oliveira, se estableció en Tui a principios de siglo junto con su esposa
María José Pereira. En 1911 una de sus hijas, Aurora, contrajo matrimonio con
José Rodríguez Vila, de una familia de comerciantes de Caldelas de Tui.
Oliveira y su yerno tenían ya negocios comunes y en 1913 decidieron establecer
una fábrica de galletas. Acá una crónica del asunto.
Y aquí la inscripción de la
marca La Peninsular en el Registro de la Propiedad Industrial.
1913 |
¿Era Tui un buen emplazamiento para fabricar galletas?. Pues ni especialmente bueno ni tampoco malo. La fábrica se ubicó al lado de la estación ferroviaria, como tantas otras, por lo que estaba bien comunicada con el puerto de Vigo y con el resto de la península, de tal modo que llegaban con cierta facilidad los insumos procedentes del extranjero o del resto de España. Lo mismo sucedía con los productos terminados. La proximidad a Portugal debió de ser considerada una ventaja por sus fundadores, que contaban con pedidos del país vecino ya en sus inicios.
Estar en Tui suponía, además, tener buen suministro de huevos -gallegos o portugueses-; de madera para envases y de leña para combustible, porque era zona con muchos pinos y aserraderos; de hojalata y productos litografiados, ya que Vigo era un gran centro de conservas de pescado y existían empresas suministradoras. Tui contaba también con energía eléctrica, y cabe pensar que los salarios no eran muy altos. En resumen, debía de ser uno de los mejores lugares de Galicia, en términos de costes y abastecimiento de insumos, para establecer una empresa galletera.
La fábrica se había instalado
en terrenos de la familia cerca de la estación de tren de Tui –como ya he
señalado-, en la ‘Villa Piris’ -una errata en el reportaje, tiene que ser Pires-, propiedad de los
hermanos Pereira da Concepción Pires, la familia política de Oliveira.
Como puede verse más arriba la maquinaria había sido traida de Inglaterra y el
experto en galletas era Oliveira: “Todas las operaciones son dirigidas por el
Sr. Oliveira, competentísimo industrial que ha estado al frente de las más
importantes fábricas de este género en Inglaterra y Portugal.”
El momento escogido no pudo ser más oportuno porque al año siguiente empezó la 1ª Guerra Mundial (1914-18) y las galleteras españolas aumentaron considerablemente sus exportaciones. El gráfico adjunto no deja lugar a dudas. Las guerras suelen impulsar la demanda de alimentos de fácil consumo y cómoda conservación como las galletas o las conservas.
El momento escogido no pudo ser más oportuno porque al año siguiente empezó la 1ª Guerra Mundial (1914-18) y las galleteras españolas aumentaron considerablemente sus exportaciones. El gráfico adjunto no deja lugar a dudas. Las guerras suelen impulsar la demanda de alimentos de fácil consumo y cómoda conservación como las galletas o las conservas.
Moreno, Javier (2008), Tecnología, empresa y mercados en la fabricación española de galletas, p.19
|
Un reportaje de 1918 nos
muestra las instalaciones de La Peninsular y el retrato de un joven nuevo
socio, Alberto Valencia, que contrajo matrimonio con otra hija de Oliveira, Virginia, en
1921.
1918 |
1918 |
En 1924 constituyeron una nueva sociedad llamada Oliveira, Valencia y Compañía, y en 1930 se incorporó a la empresa como socio y gerente José Garra Garra, de Ponteareas, concuñado de Juan Alberto Oliveira Pereira, hijo del fundador. José Garra y Juan Alberto Oliveira se habían casado en 1927 con dos hermanas, Mª Luisa y Consuelo Vieitez Soto, hijas del magistrado José Vieitez Penedo y nietas de Ignacio Vieitez Tapia, del pazo de Sela (Arbo), quien había sido presidente de sala del Tribunal Supremo y diputado.
Por la abundancia de anuncios que
aparecen en la prensa tras la incorporación de José Garra da la impresión de que La
Peninsular adquirió un nuevo ímpetu, o bien de que luchaba por mantenerse ante la
dura competencia que en los años de la 2ª República (1931-36) sostuvieron las
empresas galleteras españolas, algo bien comprobado por un experto en el tema, Javier
Moreno, en un artículo publicado en 2008.
Aquí tenemos varios anuncios de
los diferentes surtidos que ofrecía La Peninsular, con nombres escogidos pensando en la clientela
infantil –Pirulí y Pitusín- que recuerdan mucho a una de las marcas estrella de
la firma Artiach, su gran rival: Chiquilín.
1933 |
1933 |
También atendió la empresa de Tui a los compradores de galletas sencillas y baratas, las conocidas galletas María.
1934 |
El otro puntal de la estrategia comercial de La Peninsular consistió en reivindicar su origen gallego. De ahí que crease un surtido ‘Celta’, que fichase a la Miss España gallega para sus anuncios, o que se refiriese a sus productos como ‘Las galletas de Galicia’.
1933 |
Al mismo tiempo, para no dar la impresión de ser una empresa regional, recalcaba que sus productos se vendían en toda España.
1934 |
Artiach, el pequeño gigante vasco del sector galletero, no dudó en contraatacar a la firma de Tui con un anuncio un tanto desconcertante. El mensaje era que los compradores gallegos de galletas debían tener en cuenta que las cajas de madera en las que Artiach enviaba sus productos eran de pinos procedentes de Galicia. Que no se dejasen engañar por la propaganda que recomendaba el consumo de galletas 'made in Galicia'.
1934 |
En un reportaje de 1935 sobre La Peninsular podemos comprobar cómo funcionaba la empresa. El fundador Oliveira había muerto en 1933. Son tiempos difíciles, de lucha por los clientes, y el redactor del reportaje se esfuerza en animar al lector a la compra de galletas 'made in Galicia'.
"LA PENINSULAR (TUY)
Una visita a la mejor fábrica de galletas de Galicia y una de las mejores de España.
Algo más de 100 personas trabajan diariamente para sostener la producción normal de la más importante fábrica de galletas que existen en Galicia: 'La Peninsular' de Tuy. Dos hombres jóvenes, animosos y emprendedores, don Juan Alberto Oliveira y don José Garra, dirigen y orientan esta industria (...) Fundada en 1911 por don Juan Benito Oliveira, 'La Peninsular' ha seguido un ritmo sostenido de superación que obligó a sus actuales propietarios a la electrificación total de los diversos servicios de la fábrica. Para ello han sido precisos 7 motores eléctricos cuya energía se consume íntegramente en las funciones de la producción. La electrificación, naturalmente, trajo consigo la instalación en la importantísima industria de la más moderna maquinaria que ha sido incorporada de Alemania y de Inglaterra: rotativas, máquinas de empaquetar, hornos modernísimos, máquinas para la producción de envases metálicos; carpintería para los de madera, taladros, vagonetas, todo ha sido instalado conforme a los últimos procedimientos técnicos.(...)
'La Peninsular' produce diariamente algo más de 2.500 kilos de galletas en los diferentes tipos en que trabaja, dando ocupación directa a más de 100 empleados gallegos, sin que sea posible calcular los beneficios que, indirectamente, recibe de ella el trabajo gallego en general. (...) Los diversos productos y materias primas que se consumen, en su mayoría, son obtenidos en Galicia. 'La Peninsular' consume, por mes, 5 vagones de harina y uno de azúcar. Mensualmente, también: 2 toneladas de mantequilla; 800 docenas de huevos; 65 toneladas de leña para combustible, e invierte en Vigo, también mensualmente, 2.000 pesetas en trabajos de litografía para etiquetar los envases que consume.
Galicia no ha comprendido aún, y por ello es nuestra misión la divulgadora, la importancia excepcional de algunas de sus grandes empresas industriales. Y es hora de que nos vayamos dando cuenta todos de la importancia de este problema de protección a lo nuestro. Hoy queremos señalar, en el caso concreto de 'La Peninsular', que casi toda su producción es absorvida por el mercado nacional. A toda España envía esta fábrica sus productos, especialmente a Andalucía, Murcia, Córdoba, Santander y Levante. Los mercados de más intensa demanda son: Madrid, Valencia y Málaga.
'La Peninsular' produce todos los tipos de galletas, desde el más caro al más económico. Queremos, no obstante, destacar entre las labores las siguientes: 'SURTIDO PIRULÍ', compuesto de 20 clases de variadísimos y exquisitos sabores. 'TOSTADA DE CACAO', única en el mercado nacional por su acentuado sabor a cacao, agradabilísimo al paladar. 'PITUSÍN', la galleta ideal para todos, compuesta de mantequilla, leche y huevos. Y de entre toda esa producción, destaca, de una manera definitiva y absoluta en España, la galleta MARÍA de 'La Peninsular'; de ella, dicen sus fabricantes en una circular que tenemos a la vista: 'Ofrecemos 5.000 pesetas a quien nos demuestre técnicamente que nuestra galleta MARÍA no es tan buena como la de las mejores marcas del mercado españaol y mejor que muchas otras. Tal es la seguridad que tenemos de que ningún fabricante de España puede fabricar la galleta MARÍA más escrupulosamente que nosotros'.
Los obreros miraban con optimismo el porvenir porque no podían saber, claro, que faltaban meses para el inicio de la Guerra Civil.
Cambiemos ahora de escenario y volvamos atrás en el tiempo: nos vamos a Sarria, otra pequeña villa en este caso al sur de la provincia de Lugo, con estación ferroviaria. Acá tenemos un mapa.
Imagino que por influencia del sarriano Venancio Vázquez –pionero galletero en Madrid- surgió en Sarria un colectivo de pequeños fabricantes de galletas y bizcochos, un extraño oasis en el desierto, un micro-distrito industrial. De las 11 fábricas de galletas registradas en 1935 en Galicia, 8 estaban en Sarria.
Venancio Vázquez López, fallecido en 1921, era
bien conocido en Galicia por sus méritos como empresario, como político y como
propulsor del Centro Gallego de Madrid. Y más reconocido todavía, por supuesto,
en su localidad natal. Ninguna información apunta a que hubiese participado en
la creación de fábricas de galletas en Sarria, por mucho que varios propietarios
se apellidaran López. Pero es posible que algunos de los empresarios sarrianos hubiesen aprendido el oficio en sus fábricas madrileñas.
La primera de ellas de la que tengo noticias es la de
Manuel González Fuentes por un anuncio que publicó en 1919, con la marca La Dulce Alianza, justo después de la Gran Guerra europea, y no debe de ser por casualidad.
Es probable que Manuel González iniciase antes su
actividad porque en 1918 su hermano Néstor participaba como banderillero en una corrida de toros
en Sarria con el apodo de ‘El Galletas’. La afición taurina era grande en la comarca puesto
que uno de los más famosos toreros gallegos, Celita, era de Láncara, un concejo
limítrofe.
Decía antes que no creo que fuese casualidad que en torno a 1918 surgiesen las primeras fábricas de galletas en Sarria. A la buena coyuntura de la 1ª Guerra Mundial debió de sumarse el hecho de que por fin contaba la villa con suministro eléctrico, algo que en Tui había quedado resuelto bastante antes: la Sociedad Electricista de Tuy, de Comesaña y Compañía, había sido fundada en 1897. En Sarria el abastecimiento de corriente eléctrica tuvo que esperar hasta 1915-16.
Decía antes que no creo que fuese casualidad que en torno a 1918 surgiesen las primeras fábricas de galletas en Sarria. A la buena coyuntura de la 1ª Guerra Mundial debió de sumarse el hecho de que por fin contaba la villa con suministro eléctrico, algo que en Tui había quedado resuelto bastante antes: la Sociedad Electricista de Tuy, de Comesaña y Compañía, había sido fundada en 1897. En Sarria el abastecimiento de corriente eléctrica tuvo que esperar hasta 1915-16.
1915 |
Volvamos a La Dulce Alianza. Esta era la descripción que se hacía de la empresa del sarriano Manuel González en 1922, bastante exagerada, por no decir mucho. Galletas finas, pocas variedades y mercado regional.
“LA DULCE ALIANZA. Fábrica de
galletas, rosquillas y bizcochos.
Es de las pocas fábricas de
España que dan un carácter especial y distintivo a las reducidas clases que
comprende su fabricación, y como al separarse de las clases corrientes ha
creado productos exquisitos, su producción es importantísima y ha consolidado
un gran prestigio en todas partes. La marca La Dulce Alianza, no solamente es
la que se prefiere en Galicia, sino que se extiende por Asturias y gran parte
de Castilla, como León, Zamora y Valladolid. Se cumplen minuciosamente en esta
fabricación las prescripciones legales, y el esmero, finura y selectos
ingredientes que D. Manuel González pone en sus productos le han conquistado
una clientela cada vez más numerosa y un lugar de los más distinguidos entre
las industrias similares del país.” (1922)
A La Dulce Alianza se fueron
sumando otras fábricas, pero no sé exactamente cuando iniciaron su actividad.
La más importante por su dimensión creo que fue la fundada por los hermanos González
Rubianes, Eloy y Rafael, en Pobra de San Xiao, a poca distancia de Sarria. Aquí tenemos dos
anuncios de las galletas y bizcochos Rubianes.
En la lista de los demás
fabricantes de galletas de Sarria de los años 1930 figuran Basilio Barreal, Matías Loureiro y otros cuatro
con apellido López –muy abundante en la comarca-: Fulgencio López, Venancio
López, Juan López, Alfredo López. Un verdadero lío.
No sólo fabricaban galletas y bizcochos. Matías Loureiro, por ejemplo, también elaboraba 'dulce de leche', supongo que por haber estado en Argentina.
Y Néstor González caramelos. Nuestro hombre se quedó sin fábrica en 1932, pero la reconstruyó.
Todos, por supuesto, con pequeños talleres que no se parecían en nada a Huntley & Palmers. La siguiente noticia lo deja bien claro: la 'fábrica de galletas' de Matías Loureiro era más bien un modesto 'obrador de confitería' y de ahí que los ladrones no pudiesen robar más que 9 kilos de manteca, 5 de azúcar, 70 docenas de huevos y un lote de pasteles.
Nada que ver, pues, con las grandes fábricas galleteras europeas o norteamericanas del momento. Para hacerse un idea de cómo era una gran factoría galletera puede el lector consultar este plano de Huntley & Palmers fechado en 1903, que muestra sus distintas naves, departamentos, almacenes, etc. Está en inglés.
No sólo fabricaban galletas y bizcochos. Matías Loureiro, por ejemplo, también elaboraba 'dulce de leche', supongo que por haber estado en Argentina.
1931 |
Y Néstor González caramelos. Nuestro hombre se quedó sin fábrica en 1932, pero la reconstruyó.
1932 |
Todos, por supuesto, con pequeños talleres que no se parecían en nada a Huntley & Palmers. La siguiente noticia lo deja bien claro: la 'fábrica de galletas' de Matías Loureiro era más bien un modesto 'obrador de confitería' y de ahí que los ladrones no pudiesen robar más que 9 kilos de manteca, 5 de azúcar, 70 docenas de huevos y un lote de pasteles.
1935 |
Nada que ver, pues, con las grandes fábricas galleteras europeas o norteamericanas del momento. Para hacerse un idea de cómo era una gran factoría galletera puede el lector consultar este plano de Huntley & Palmers fechado en 1903, que muestra sus distintas naves, departamentos, almacenes, etc. Está en inglés.
En definitiva, visto lo sucedido con la industria galletera gallega, debemos concluir que Galicia reunía buenas condiciones para el desarrollo de las conservas de pescado, pero no para las conservas vegetales ni para la fabricación
de galletas.
De ahí que el peso de las fábricas
gallegas en el conjunto del sector galletero español fuese muy pequeño: un 3,3
% del valor añadido bruto en 1935, según los datos del cuadro siguiente. Fijémonos en que Madrid había llegado a
alcanzar casi un tercio del mismo en 1900, cuando las galleteras allí fundadas
por gallegos y portugueses estaban en digamos vanguardia, y que con posterioridad
no llegó a superar el 10 %. Tampoco tuvieron mucha fortuna los fabricantes madrileños.
Moreno, Javier (2008), Tecnología, empresa y mercados en la fabricación española de galletas, p.22 |
Pero ... estalló la Guerra Civil española
(1936-1939) y, claro, todo se puso patas arriba. Y todo da a entender que a las
galleteras gallegas les fue bastante bien durante el conflicto. Sin la
competencia de las firmas vascas, aragonesas y catalanas –en territorio de la
República- y por la gran demanda de alimentos para el Ejército, debieron de
multiplicar su facturación. Lo lógico es que se redujesen a casi cero las ventas de
galletas finas y de bizcochos de fantasía, pero seguro que fueron grandes las de ‘galletas de batalla’, de galletas de harina y azúcar
para abastecer a las tropas y a la población civil.
Acá tenemos dos anuncios de julio de 1937 de las fábricas de Basilio Barreal y de Rafael González Rubianes con sus correspondientes frases de ¡Arriba España! y ¡Viva el Caudillo! o ¡Loor al Caudillo!. Fueron muchas las empresas que durante la Guerra y por la ideología de sus propietarios, por instinto de supervivencia o por exigencias del periódico de turno incluyeron en su publicidad este tipo de elogios al Bando Nacional que dominaba Galicia.
Acá tenemos dos anuncios de julio de 1937 de las fábricas de Basilio Barreal y de Rafael González Rubianes con sus correspondientes frases de ¡Arriba España! y ¡Viva el Caudillo! o ¡Loor al Caudillo!. Fueron muchas las empresas que durante la Guerra y por la ideología de sus propietarios, por instinto de supervivencia o por exigencias del periódico de turno incluyeron en su publicidad este tipo de elogios al Bando Nacional que dominaba Galicia.
1937 |
1937 |
Acabada la guerra los fabricantes
se enfrentaron a la subsiguiente escasez de materias primas, de suministro
eléctrico, de combustibles, de servicios de transporte, etc. El caso del azúcar es bien evidente: no sólo cesaron las importaciones, sino que además la
producción española pasó de más de 300.000 toneladas en 1934 y 1935, a una media de solo 150.000 anuales en el período 1940-1950. Con la producción de trigo y harinas o de hojalata sucedió otro tanto.
Con suministros escasos y
racionados, y con tanta gente que ni siquiera podía consumir pan y debía acudir
al estraperlo para conseguir azúcar y otros productos básicos, los
galleteros fueron sobreviviendo a base de elaborar galletas sencillas.
Las dificultades de postguerra
quedan a la vista en el siguiente anuncio publicado en un periódico gallego en
1944. Artiach deseaba la vuelta a la ‘normalidad’, a poco del final de la 2ª
Guerra Mundial: "No sabemos todavía cuando podremos servir de nuevo nuestras clásicas marcas de galletas exquisitas MARÍA, CHIQUILÍN, CRAKERS, DIGESTA, etc., ni los SURTIDOS cuya variedad y finura no han sido olvidados."
La falta de suministro de harinas, almendras
y electricidad llevó a que La Industrial Española -sucesora de la fábrica
montada por Martinho y Compañía en Madrid- echase el cierre en 1947, según
información facilitada por Arturo Lahera. Lo mismo le pasó a otras empresas.
Todavía restaban años para
que se restableciese la oferta de los principales insumos del sector galletero. Una
noticia de 1950 nos da las claves de como algunas empresas consiguieron mantenerse: Artiach había tenido que convertirse en 'cosechera' de trigo y remolacha "para obtener el azúcar y harina que necesita".
“La fábrica de Galletas ARTIACH,
situada a la derecha de la Ría, cabe sea hoy la industria más visitada de Bilbao.
Con motivo de reanudar el ritmo de producción –y calidad- anterior al 1936, ha
despertado enorme interés y son innumerables las visitas de industriales,
técnicos y comerciantes que diariamente acuden a la fábrica. (...) Requeriendo
detalles e información, podemos anunciar que hoy los surtidos que se hallan en
el mercado ‘Nebi’, ‘Nao’ y las calidades ‘María Artiach’, ‘Chiquilín’ y
‘Bizcocho Artiach’ tienen la garantía de calidad y proceso de fabricación
iguales que en el año 1936. (...) ¿Cómo puede dar la Casa ARTIACH, así
tajantes, tales garantías?. Porque se ha convertido en cosechera por medio de
reserva de trigo y siembra de remolacha suficiente para obtener el azúcar y
harina que necesita anualmente sosteniendo el actual ritmo de producción
creciente. A la vista de las estadísticas, vemos que en el año 1936 la
producción ARTIACH absorbía el 60 por 100 del mercado nacional (...) En el
período 1936-1950, los productos elaborados tuvieron que ajustarse a las
circunstancias adaptando la fabricación a las necesidades del mercado y
adquisición de primeras materias. (...)” (1950)
Pero las empresas que hubiesen estado en activo antes de la Guerra conseguían sus cupos oficiales de harina o azúcar, y esto debió ser la explicación de la supervivencia de los galleteros gallegos. En esta breve estadística del sector galletero lucense en 1948, concentrado en Sarria y Láncara, comprobamos que se mantienen en activo el mismo número de firmas que antes de la Guerra, ocho.
En otras localidades gallegas, algunos se animaron a entrar en el negocio en los años 1950. Adolfo Martínez (Ribadavia) lo intentó con sus galletas Celta –otra vez el reclamo de lo céltico para el consumidor gallego- recomendadas para ser 'guapa y esbelta', y con anuncios que incluían a una famosa actriz de Hollywood, Lauren Bacall. En este caso la marca es Solita, para 'conservarse esbelta y bonita'.
1953 |
Una humilde iniciativa sin
posibilidades de éxito. Porque por mis informaciones sólo dos empresas gallegas
eran propiamente fábricas de galletas y no meros obradores: La Peninsular de
Tui y Galletas Rubianes, con factoría en Láncara, cerca de Sarria. Esta segunda
había sido vendida a Industrias Gallegas –holding industrial del Banco Pastor- durante
la Guerra Civil. Abajo tenemos la inscripción de la marca en el Registro de la Propiedad Industrial, año1939.
1939 |
La fábrica de Galletas Rubianes fue más adelante adquirida -ignoro cuando- por el empresario de la construcción lucense Varela Villamor, quien le dio el nombre de INVASA (Industrias Varela SA). Galletas INVASA, ¡la felicidad de su casa!.
1959 |
Acá una foto de varias trabajadoras de la empresa en 1967, muy felices.
Fábrica de galletas INVASA (Láncara), 1967 |
Tanto La Peninsular de Tui como la firma INVASA de Pobra de San Xiao sucumbieron en los años 1960, incapaces de hacer frente a las empresas galleteras mejor equipadas una vez eliminado el sistema de cupos, restablecida la competencia y autorizada la penetración de empresas extranjeras.
Una parte de los pequeños fabricantes de Sarria siguieron en activo pero más como pasteleros-confiteros que como galleteros. Acá la foto de una caja de galletas María de Barreal de esta época. Un nieto del fundador de La Peninsular, Juan José Oliveira Vieitez, cambió las galletas por la escultura y ahí está su conocida obra con caballos en Vigo, una de las muchas que nos ha dejado.
Oliveira Vieitez, vista parcial de su escultura en la Plaza de España (Vigo) |
Concluye así esta crónica de las iniciativas surgidas de gallegos y portugueses en la fabricación de galletas. Primero en Madrid y luego en A Coruña, Tui o Sarria se esforzaron en sacar adelante un negocio en tierras que se revelaron poco fértiles. ¿Hubo empresas galleteras promovidas por gallegos en Cuba, Argentina u otros destinos latinoamericanos de nuestros emigrantes?. Un asunto a investigar.
14 de marzo de 2012
Galleteros gallegos (1): Madrid
Las marcas de galletas que más me
suenan del pasado son las de Cuétara, Artiach y Fontaneda. Artiach y Fontaneda
pasaron hace tiempo a manos de la estadounidense Nabisco y en 2006 a Kraft,
también norteamericana. Cuétara pertenece desde 2009 a Nutrexpa, la empresa
catalana del Cola Cao. El sector galletero está dominado, como tantos otros de
la alimentación, por grandes firmas multinacionales.
No recuerdo ninguna galleta ‘made
in Galicia’ y no es de extrañar porque la historia de los galleteros gallegos
se reduce a un corto número de localidades y a unas pocas firmas que echaron el
cierre en la década de 1960. Las primeras iniciativas nacieron
en la capital del Reino, en Madrid, años 1880-1890, a cargo de un combinado
galaico-portugués del que después hablaremos.
Treinta años más tarde, en 1913,
se estableció una fábrica en Tui, también gallego-portuguesa, La Peninsular,
como un pino en medio del desierto. Y pocos años después afloraron fabricantes
en Sarria, al sur de la provincia de Lugo, un pequeño e inesperado oasis
galletero. Algunos pequeños fabricantes coruñeses y ourensanos completan el
panorama.
En resumen, poca cosa: ni Madrid
ni Galicia contaban con ventajas especiales para liderar la fabricación
de galletas. Estamos ante una historia pequeña, de los esforzados de la ruta.
Empecemos, para meternos en
situación, con dos anuncios de fabricantes de galletas en Galicia, ambos de los
años 1930. Un anuncio de La Peninsular, con su surtido Celta, y otro de una
firma de Sarria que escogió ese nombre tan propio de las pastelerías, La Dulce
Alianza.
1934 |
Remontémonos ahora a los inicios de
la industria galletera moderna. Todos conocemos muchos tipos de galletas y
sabemos que las más sencillas se elaboran con harina, azúcar, puede que huevos
y quizá mantequilla. En el siglo XIX se aplicaron las nuevas técnicas de la
Revolución Industrial para elaborarlas mecánicamente, en fábricas con
maquinaria movida por la energía del vapor, hornos sofisticados, etc.; y comenzaron a envasarse en latas.
Los ingleses tomaron la delantera
y una de sus empresas galleteras, Huntley & Palmers, se convirtió en la
mayor del mundo. Acá una imagen de sus instalaciones en Reading –al oeste de
Londres- en 1889. Procede de una web dedicada en exclusiva a la empresa.
1889 |
Y aquí tenemos un texto que nos
ofrece algunas cifras y nos revela que sus latas de galletas llegaban a los
lugares más insospechados, tanto del Imperio británico como de otros lejanos lugares, y que eran convenientemente
recicladas.
Fernández Armesto (2004), Historia de la comida, Tusquets |
Acá una foto que ejemplifica la difusión mundial de las galletas de Huntley & Palmers.
1900. Vapor con galletas de Huntley & Palmers surcando el río Congo |
Usar envases de hojalata era el mejor modo de garantizar que las galletas llegasen en perfecto estado al consumidor, tal como nos explica Harold McGee en La cocina y los alimentos (2007, pág.604):
“Con su bajo contenido en agua,
las galletas tienen una marcada propensión a perder su textura durante el
almacenamiento. Las crujientes y secas absorben la humedad del ambiente y se
reblandecen; las húmedas y esponjosas pierden humedad y se endurecen. Por
tanto, la mejor manera de conservarlas es en recipientes herméticos. Dada su
escasa humedad y elevado contenido en azúcar, no son muy propensas a ser
atacadas por los microorganismos y se conservan bien.”
El liderazgo británico se basaba
en varios factores. La economía de las Islas crecía a toda marcha y sus
dominios coloniales se extendían por Asia y África, es decir, mercados amplios y en expansión. Los británicos disponían de
abundante carbón, dominaban la tecnología del vapor, poseían una industria
avanzada para la fabricación de todo tipo de maquinaria y de hojalata, y contaban
con una buena red de transportes.
Por si esto fuera poco, Gran Bretaña disfrutaba de un acceso casi ilimitado a las materias primas necesarias para fabricar galletas gracias a su importante flota mercante y a sus muy bajos derechos aduaneros. Harinas, azúcar, mantequilla, huevos, cacao, especias, de origen nacional o procedentes del exterior, llegaban con facilidad a las factorías galleteras.
¿Y qué pasó en España?. La
historia del sector galletero español ha sido explicada por Javier Moreno en dos
artículos disponibles en la red: el primero publicado en 2001, La dulce transformación. La fabricación española de galletas en la segunda mitad del siglo XX; el segundo en 2008, Tecnología, empresa y mercado en la fabricación española de galletas, 1790-1936. Ambos en la Revista de Historia Industrial.
Por si esto fuera poco, Gran Bretaña disfrutaba de un acceso casi ilimitado a las materias primas necesarias para fabricar galletas gracias a su importante flota mercante y a sus muy bajos derechos aduaneros. Harinas, azúcar, mantequilla, huevos, cacao, especias, de origen nacional o procedentes del exterior, llegaban con facilidad a las factorías galleteras.
1900 |
Moreno nos muestra que los
primeros fabricantes no artesanales, con fábrica, como Palay (Badalona) o Viñas y Compañía (Barcelona), surgieron en los años 1860 y 1870. Que, como tantos otros, acudieron a la meca de las galletas,
Inglaterra, y de allí se trajeron máquinas, técnicas e ideas. Y que tenían que enfrentarse a los grandes británicos del sector, como Huntley & Palmers.
En una primera etapa, hasta 1897,
destacaron las empresas catalanas en la fabricación de ‘galletas finas’ que se
vendían en el mercado nacional o se exportaban a Cuba. Pero “la pérdida de las
colonias antillanas [en 1898] asestó un golpe durísimo al sector”, al igual que
las medidas arancelarias que encarecieron las harinas importadas en 1906. Una
etapa de cambios que facilitó la incorporación al negocio galletero de empresas
de otras regiones como Fontaneda (Aguilar de Campoo, 1903), Artiach (Bilbao
1907) o La Peninsular (Tui 1913). Los Cuétara, cántabros, empezaron en México y
no se establecieron en España hasta 1951.
Según mis informaciones, no ha
habido en Galicia ninguna fábrica de galletas anterior a 1900. Habría, seguro,
pasteleros o confiteros artesanales que las elaboraban, pero no instalaciones
fabriles. Lo habitual eran los pequeños obradores que fabricaban galletas, rosquillas, bizcochos y otros dulces para
fiestas y romerías y que solían encargar a terceros su venta, tal como se describe en la
siguiente noticia.
A Coruña, 1911 |
Lo que sí encontramos es un
colectivo gallego-portugués de fabricantes que alcanzó cierta importancia en
Madrid a partir de los años 1880, cuyas figuras más destacadas fueron Venancio Vázquez –natural de Sarria (Lugo)- y Augusto Martinho [léase Martiño],
portugués.
Cada uno por su lado fueron pioneros de la industria galletera madrileña, sus historias acabaron cruzándose, y no tardaron en transformar o vender sus sociedades y fábricas: Venancio Vázquez constituyó La Fortuna en 1902 pero la abandonó poco después, y la factoría de Martinho acabó en manos de La Industrial Madrileña también a principios del siglo XX.
Cada uno por su lado fueron pioneros de la industria galletera madrileña, sus historias acabaron cruzándose, y no tardaron en transformar o vender sus sociedades y fábricas: Venancio Vázquez constituyó La Fortuna en 1902 pero la abandonó poco después, y la factoría de Martinho acabó en manos de La Industrial Madrileña también a principios del siglo XX.
A ellos, a los gallegos
galleteros de Madrid, dedicaré la primera parte de esta historia.
El fundador de la Casa Martinho
–Augusto Esteves Martinho (1844-1910)- era de Lisboa, y había iniciado la
fabricación de galletas en 1883, año en que inauguró su factoría en la calle
Alcalá, muy cerca de la plaza de Toros de Goya, anterior a la de Las Ventas.
Acá un pequeño mapa con su ubicación.
Martinho y Cía. Ubicación de su fábrica de galletas (arriba derecha, calle Alcalá ) en mapa de 1902. |
Y aquí una noticia sobre dicha inauguración.
Una de sus primeras marcas fue
León de Oro, con un toque aristocrático.
1883, Marca León de Oro inscrita por Martinho y Cía. |
Sus galletas y bizcochos de fantasía eran envasados en
decoradas cajas de hojalata.
Se trataba de un negocio
orientado a satisfacer la demanda de dulces exquisiteces de la clientela
adinerada, fuese en la Corte o en otros lugares, con productos propios o
traidos de las principales capitales europeas. Martinho importaba exquisitos
bombones de las ‘más renombradas Casas de Europa’ así como ‘los más selectos
bizcochos y galletas’.
1910 |
Martinho acudía al extranjero a adquirir no sólo dulces deliciosos y ‘objetos caprichosos’ que vendía en su céntrica tienda, sino también la maquinaria para su fábrica: “El conocido industrial D. Augusto Martinho ha salido para
varias plazas del estranjero, con objeto de adquirir máquinas y artefactos para
el mayor impulso de su ya importante fábrica de galletas y objetos caprichosos
para el depósito establecido en la calle del Arenal, 6.” (1885). Era fabricante y al mismo tiempo comercializador de productos de importación.
Varios anuncios nos revelan que
elaboraba diversos tipos de galletas –con mantequilla danesa-, que ofrecía al consumidor productos típicos de Portugal y que mimaba a los clientes
franceses de la capital con los más variados dulces: marrons glacés (castañas confitadas), frutas escarchadas, chocolates, bombones, caramelos, plum-cakes.
1885 |
1886 |
1885 |
En 1885 la gestión de la fábrica
de Martinho en la calle Alcalá pasó a manos de la compañía Tavares y Gómez, que
monta despacho propio, primero en la calle Montera y luego en la calle Mayor. No he podido descubrir quien era Tavares –un apellido gallego o
portugués- pero el apellido Gómez correspondía a Antonio Gómez Quiroga, casado
con la única hija de Martinho, María Martinho Figueiredo, y ... oh, casualidad,
natural de Sarria, en Lugo. El pequeño misterio de la curiosa afición de los sarrianos a las galletas.
Acá reproduzco dos anuncios de Tavares y Gómez.
Acá reproduzco dos anuncios de Tavares y Gómez.
Y acá un elogioso reportaje de
1890 sobre la empresa, con muestras de admiración hacia la industria galletera inglesa y con quejas por las trabas que
las excesivas tarifas ferroviarias y los elevados impuestos sobre el consumo
imponían a la industria madrileña.
NUESTRAS FABRICAS
Galletas y bizcochos (Tavares y
Gómez, 163, calle de Alcalá)
Esta industria, nueva en España, alcanza
hoy un completo desarrollo, merced a los perserverantes esfuerzos de los
conocidos industriales con que encabezamos estas líneas. La fabricación de
galletas y bizcochos era desconocida en nuestra patria, y sólo merced a
Inglaterra, que parece privilegiada para monopolizar todas las industrias,
teníamos un ligero conocimiento de estos productos. (...) El espíritu
reformista e investigador de los hombres de nuestro siglo, que busca nuevos
horizontes y que no desatiende el problema importantísimo de una buena y sana
alimentación, no podía menos que fijarse en que la harina, el azúcar, la
manteca y demás sustancias que entran en la fabricación de las galletas,
constituirían un alimento nutritivo y de higiene reconocidísima. Así se
comprende que en Inglaterra, en donde la organización física de sus habitantes
es desarrollada y robusta, cual en ninguna otra nación, consideren la galleta
como un artículo de primera necesidad.
En nuestra visita a este
importante establecimiento industrial hemos quedado verdaderamente sorprendidos
de ver que para artículo que tan sencillo se considera en su manipulación, se
empleen máquinas y aparatos en número tan considerable y de tan ingeniosos
efectos; merecen citarse las máquinas estampadoras que graban, cortan y colocan
las galletas en tableros de hierro destinados al efecto y en disposición de ser
conducidas a los hornos giratorios que incesantemente funcionan, y que son
auxiliados para su alimentación por el vapor que penetra en su interior
convenientemente distribuido por tubos.
Como prueba de la creciente
importancia que esta industria va teniendo en España, baste indicar que los
Sres. Tavares y Gómez cuentan con más de 4.000 clientes entre Madrid y
provincias, y que sus productos son hoy preferidos en los mercados más
importantes de las Repúblicas americanas, para donde se envían buen número de
kilos de su selecta fabricación. (...)
Pero los titánicos esfuerzos de
hombres industriosos como los Sres. Tavares y Gómez se estrellan ante las
dificultades que Madrid tiene para industrias de la importancia de la que nos
ocupa; las tarifas de ferrocarriles exorbitantes cual en ninguna otra plaza
comercial; las tarifas de Consumos elevadísimas e inspiradas solamente bajo la
base de considerar a Madrid como gran centro de consumo, y como si nada
produjese, son cosas ambas que bien merecen la pena de ser debidamente
estudiadas por nuestros administradores, y en plazo no lejano Madrid contaría
con establecimientos fabriles a semejanza de los existentes en Inglaterra
(...)”
Tavares y Gómez se esforzaron en
fabricar dulces tradicionales con técnicas modernas, como el dulce de
membrillo.
“La fabricación del dulce de
Membrillo, que merced a los perserverantes estudios de los conocidos
industriales de esta corte Sres. Tavares y Gómez ha salido del cauce rutinario
a que estaba sometida, alcanza (...) un grado tal de adelantamiento, que puede
calificárseles de innovadores en su industria. Nos sugiere esta reflexión la
visita que hemos hecho a la instalación que con tal objeto, y tras no pequeños
gastos, han establecido en su fábrica de galletas de la calle de Alcalá; por
procedimientos puramente mecánicos, y que son privilegio exclusivo de dichos
señores, el fruto de membrillo sufre varias y curiosas operaciones hasta que
resulta constituido en ese delicadísimo e higiénico producto que se conoce como
dulce de Mermbrillo. Nos complace recomendar este producto, que puede adquirirse
en los principales establecimientos de ultramarinos, los que a su vez lo
adquieren diariamente de la casa productiva.” (1891).
En 1892 la empresa galletera
experimentó un nuevo cambio y la fábrica de Alcalá pasó a denominarse Tavares y
San Julián. ¿Quién era este nuevo socio?. Pues otro lucense, Emilio Pérez San
Julián, natural de Meira. Se mantuvo, pues, la conexión gallego-portuguesa,
aunque no por mucho tiempo, como veremos más abajo.
Dejemos de momento a la empresa de Martinho. En 1893, diez años después que la del lisboeta Martinho, vio la luz otra firma galletera fundada por un gallego instalado
en la Corte. Me refiero al ya citado Venancio Vázquez López (1847-1921). El
joven Venancio procedía de Sarria y llegó a la capital en 1859 tras
la senda de su tío, el famoso fabricante de chocolates Matías López López
(1825-1891), con quien adquirió la experiencia y el capital necesarios para
establecerse por su cuenta en una actividad no muy diferente a la chocolatera.
La trayectoria de Matías López ha
sido tratada en varios trabajos recientes. Uno el libro de Luis Rodríguez,
Matías López y López, espejo de empresarios (2001); otro el capítulo firmado
por Ricardo Gurriarán en el volumen Empresarios de Galicia 2 (2009).
Menos conocida es la trayectoria de
su sobrino Venancio Vázquez. Acá tenemos un retrato. Era calcado al tío Matías, según parece.
Tras la muerte de su tío Matías
en 1891, Venancio decidió introducirse en la fabricación de galletas y
bizcochos; primero en su fábrica de chocolate de la calle Caracas en 1893 y al
año siguiente en la nueva factoría que estableció en Pozuelo de Alarcón,
pequeño pueblo con estación ferroviaria en la ruta hacia Santander, desde donde
recibía las materias primas de importación –cacao, azúcar, especias- e incluso
la harina; supongo que también el carbón. Pozuelo está muy próximo a Madrid y cerca de El Escorial, donde
Matías López había instalado su fábrica de chocolates.
Abajo ofrezco una breve reseña
con la historia inicial de la firma y varios anuncios.
Conclusión: en poco más de una década, entre 1883 y 1893, gallegos y portugueses se ponían al frente de la industria galletera madrileña: Martinho, Tavares, Gómez, Vázquez, San Julián. Pero, por razones que después trataré de aclarar, nuestras dos empresas pioneras cambiaron pronto de dueños o tuvieron que transformarse.
El primer cambio afectó a la
companía de Martinho: en 1894 su fábrica de galletas pasó a manos de otra
empresa –Cifuentes y San Julián- y al poco tiempro sufrió un incendio. Con el
fallecimiento de San Julián en 1897, desapareció la participación galaico-portuguesa
en el negocio y se hizo cargo de la fábrica de Alcalá otra empresa, La
Industrial Madrileña, una sociedad anónima que había sido fundada en 1891 y cuyo principal socio y director era Joaquín Cifuentes. Nuevos dueños y ... nueva fábrica.
Las nuevas instalaciones de la
firma fueron inauguradas en 1903, un acontecimento recibido con elogios por la
prensa, que señalaba el hecho como un testimonio de que Madrid no era sólo la
Corte, sino también una ciudad con empuje económico. Ahí va un reportaje.
“Inauguración de una fábrica. LA
INDUSTRIAL MADRILEÑA.
A las cuatro y media de la tarde
de hoy se ha celebrado la inauguración de la nueva Fábrica de galletas de la
importante Sociedad La Industrial Madrileña. Ha sido una fiesta brillante de la
industria de nuestra capital, de cuyo progreso es un magnífico ejemplo. (...)
Terminada la visita, los invitados fueron obsequiados en uno de los salones con
un espléndido lunch. Los principales
accionistas de la Fábrica y el director de la misma, D. Joaquín Cifuentes,
hacían los honores (...) La Industrial Madrileña es una Sociedad anónima, que
se fundó en nuestra capital en 21 de Marzo de 1891, con un capital de un millón
de pesetas, para explotar la fabricación de galletas, bombones, caramelos,
bizcochos, conservas de frutas y toda clase de artículos de confitería
decorada. (...) Ocupa el edificio un espacio de 20.000 pies cuadrados en la
calle de Alcalá (número 163), dando vuelta a las calles de Hermosilla y
Alcántara. La construcción, elegante y sencilla, ha sido dirigida por el
ilustre arquitecto D. Eduardo de Adaro, autor de los proyectos del Banco de
España y del Banco Hispano-Americano. (...)
Es muy interesante y curiosa una
vista a la Fábrica. Comenzando por los sótanos, donde están establecidos los
almacenes de materias primas y donde dentro de poco se montará la fabricación
de conservas de frutas, todo solicita la atención. En la planta baja están dos
grandes motores eléctricos, en una dependencia especial; frente a ella, en un
gran salón, están los hornos para galletas y bizcochos de sistema inglés, y
diversas máquinas para cortar las galletas y bizcochos en sus distintas formas.
Toda esta maquinaria, como la restante instalada en otros vastos salones, ha
sido traída de Leipzig. Interesantísimo es el magnífico salón donde se fabrican
los bombones y caramelos. En relucientes calderas de cobre se hace la pasta,
que en grandes mesas de mármol se extiende para moldearla y cortarla después
por medio de máquinas especiales; en otros grandes peroles se confitan las almendras,
piñones, etc. En otro salón contiguo están instaladas varias máquinas para
fabricar pastillas de menta, descascarillar y moler el cacao y extraer su
aceite esencial, y otros aparatos, todos movidos por complicado sistema de
transmisiones, muy ingenioso por cierto. En otros salones del entresuelo y piso
principal está las siguientes dependencias: taller de carpintería para
embalaje, idem de latonería para fabricar los envases de las galletas y
bizcochos, empaquetado de galletas, almacenes de las mismas, empaquetado de
bombones y caramelos, taller de decorado de confitería, oficinas, etc. (...)
La
Fábrica produce diariamente más de 1.600 kilos de galletas y más de 300 de
bombones y caramelos. En los diversos trabajos y labores están empleados actualmente
300 obreros. (...)” (1903)
Y acá una foto del taller de
modelado de galletas y un anuncio de La Industrial Madrileña, sucesora de Martinho y Compañía, como ya señalé, en la calle de Alcalá.
Sin embargo, el gozo acabó en el
pozo porque ya en 1907 se subastaban los activos de La Industrial Madrileña,
adquiridos al poco tiempo por La Industrial Española, una sociedad promovida por
la familia De Carlos y por el comerciante Julio Castañedo, constituida en 1908. La nueva empresa prolongaría su actividad hasta finales de los años 1940, según información facilitada por Arturo Lahera.
También experimentó una profunda
transformación la empresa fundada por Venancio Vázquez. Venancio no tardó mucho
en dar un giro radical a la gestión de su firma y en 1902 impulsó la
creación de la Sociedad Anónima La Fortuna a la que aportó sus fábricas y de la
que fue gerente durante algunos años.
Los dos reportajes de más abajo nos muestran el peculiar diseño de la nueva sociedad: únicamente podían ser socios los dueños de establecimientos comerciales o de hostelería cuyo negocio incluyese la venta de galletas, bizcochos y chocolates, desde ultramarinos a cafeterías. Era una manera de motivarlos a dar salida preferente a los productos de La Fortuna.
Los dos reportajes de más abajo nos muestran el peculiar diseño de la nueva sociedad: únicamente podían ser socios los dueños de establecimientos comerciales o de hostelería cuyo negocio incluyese la venta de galletas, bizcochos y chocolates, desde ultramarinos a cafeterías. Era una manera de motivarlos a dar salida preferente a los productos de La Fortuna.
“LA FORTUNA.- Para explotar las
fábricas de chocolate y galletas que D. Venancio Vázquez poseía en esta corte y
en Pozuelo de Alarcón respectivamente, se ha constituido una Sociedad anónima
con el título indicado, cuyo capital consistirán en un millón de pesetas
representado por 20.000 acciones de 50 pesetas cada una, de las que 6.500 se
entregan al Sr. Vázquez en pago de las aportaciones de sus fábricas y las
13.500 restantes se suscribirán precisamente por dueños, en nombre propio, de
establecimientos de ultramarinos, comestibles, abacerías, chocolates,
mantequería, café, fiambres, confitería, etc., en Madrid o provincias, (...)
Además, el Sr. Vázquez, mientras sea socio, será Consejero inamovible y hasta
el segundo domingo de Marzo de 1905 Director gerente encargado de la dirección
técnica del negocio.”
En el informe de resultados
de la empresa correspondiente al año 1903 se hacía notar la incorporación de 629 socios, y
también que Venancio Vázquez había renunciado a la gerencia y había puesto en venta 2.688
de sus 6.500 acciones. El pionero sarriano aceleraba su retirada.
A los pocos años los nuevos
gestores decidieron construir fábrica nueva en el Paseo del Rey, al tiempo que ponían en venta las
anteriores instalaciones de la calle Caracas y de Pozuelo. Acá un mapa con el lugar escogido para dicha fábrica, justo al lado de la estación ferroviaria Norte. Está claro que los objetivos eran concentrar la producción antes dispersa, mejorar maquinaria e instalaciones y gozar de buen acceso al transporte por ferrocarril, del que antes carecían.
Emplazamiento de la fábrica de La Fortuna, al lado de la estación ferroviaria del Norte, en mapa de 1902. |
A continuación, una crónica de su inauguración en 1913.
"PROGRESOS DE LA INDUSTRIA MADRILEÑA.
Desconocen la mayoría de los madrileños la creciente importancia de nuestra industria en sus diversos ramos. (...) Hoy creemos justo hablar de una industria de gran importancia: la fabricación de galletas, chocolates y bombones, digna de competir y aventajar a las grandes fábricas extranjeras, como Palmers, Menier y Suchard. Nos referimos a la nueva fábrica que acaba de inaugurar en el número 24 del paseo del Rey la Sociedad Anónima La Fortuna, harto conocida del público madrileño.
La fábrica de galletas, bombones y chocolates de La Fortuna es, sin disputa, una de las primeras de España en cuestión de instalación y maquinaria modernísima y perfeccionada, así como en su parte administrativa, digna de parangonarse con las mejores de Europa. Sus nuevos locales del paseo del Rey son un modelo (...) [ocupan 92.000 pies cuadrados y sus] talleres producen diariamente la friolera de 4.000 paquetes de chocolates, de 4.500 a 5.000 kilos de galletas y bizcochos y varios miles de kilogramos de bombones y pastillas de chocolate.
El trabajo de operarias y operarios de La Fortuna se realiza con una pulcritud y esmero a que, desgraciadamente, no estamos acostumbrados en España; gentiles muchachas, admirablemente uniformadas, con trajes de distintas tonalidades, según la sección a que pertenecen, se ocupan del empaquetado de los distintos artículos, mientras que las albas blusas de los operarios masculinos, personal escogidísimo y competente, se agrupan junto a los más perfecto que se conoce hoy día en maquinaria para la producción de las múltiples variedades de galletas y chocolates que luego se reparten en el mercado mundial, popularizando la marca La Fortuna desde la modesta tienda de ultramarinos hasta el aristocrático restaurant.
Cuarenta metros de largo, por 28 de ancho, y con una elevación de 18 metros, mide la nave en que están instalados los cuatro grandes hornos de 13 metros de largo, para la cocción de las galletas, los cuales están precedidos por los talleres de amasado y tendido de la pasta, y de los cuales pasan a las máquinas cortadoras y laminadoras. Importante es asimismo la nave destinada a la fabricación de chocolates y bombones, con sus molinos mezcladores, refinadoras, batidoras y demás aparatos que son triunfos de maquinismo moderno, y que da la sensación de hallarse uno en la galería de máquinas del último de los concursos internacionales. (...)"
En las siguientes fotos podemos ver uno de los talleres de empaquetado de galletas -con sus operarias- y la nave de elaboración de chocolates -con sus operarios-.
Concluyamos ya la historia de los
galleteros gallegos –y portugueses- en Madrid. Primero veamos un mapa que muestra
las ubicaciones de sus fábricas y despachos, resaltadas en azul.
Arriba la fábrica original de chocolates y galletas de Venancio Vázquez, en la calle Caracas, y a la izquierda la establecida por La Fortuna en 1913. A la derecha la fábrica de la calle Alcalá de Martinho y Compañía. Y abajo, los despachos y depósitos de galletas, en el Madrid histórico, calles Arenal, Mayor y Cuatro Calles –al lado de las Cortes-. No se ve la factoría de Pozuelo de Alarcón, al noroeste de la capital.
Arriba la fábrica original de chocolates y galletas de Venancio Vázquez, en la calle Caracas, y a la izquierda la establecida por La Fortuna en 1913. A la derecha la fábrica de la calle Alcalá de Martinho y Compañía. Y abajo, los despachos y depósitos de galletas, en el Madrid histórico, calles Arenal, Mayor y Cuatro Calles –al lado de las Cortes-. No se ve la factoría de Pozuelo de Alarcón, al noroeste de la capital.
Ubicación de las fábricas y despachos de las empresas galleteras de Martinho y Venancio Vázquez en mapa de 1901 |
Y ahora tratemos de responder a
una pregunta, ¿por qué tantos líos con nuestras dos empresas galleteras en la
primera década del siglo XX?.
No lo tengo muy claro, pero imagino que se verían afectadas por varios cambios bruscos que afectaron considerablemente al negocio por aquellos años. La pérdida del mercado cubano a partir de 1898 debió de reducir algo las ventas, pero ¿cómo se las arreglaron las galleteras ante el tremendo descenso de las importaciones de azúcar procedente del Caribe?.
España venía importando con anterioridad entre 2 y 4 millones de toneladas anuales; en 1901 fueron sólo 6.800 toneladas y al año siguiente 4.300. Son cifras de las Estadísticas Históricas de España (2005, Fundación BBVA, pág. 326). ¿Compensaría la producción interior una disminución de tal calibre en la oferta de azúcar?. No. La producción española de azúcar rondó las 100.000 toneladas por esos años. El reajuste debió de ser bien complicado.
No lo tengo muy claro, pero imagino que se verían afectadas por varios cambios bruscos que afectaron considerablemente al negocio por aquellos años. La pérdida del mercado cubano a partir de 1898 debió de reducir algo las ventas, pero ¿cómo se las arreglaron las galleteras ante el tremendo descenso de las importaciones de azúcar procedente del Caribe?.
España venía importando con anterioridad entre 2 y 4 millones de toneladas anuales; en 1901 fueron sólo 6.800 toneladas y al año siguiente 4.300. Son cifras de las Estadísticas Históricas de España (2005, Fundación BBVA, pág. 326). ¿Compensaría la producción interior una disminución de tal calibre en la oferta de azúcar?. No. La producción española de azúcar rondó las 100.000 toneladas por esos años. El reajuste debió de ser bien complicado.
Otro factor influyente tuvo que ser la
depreciación de la peseta que aconteció en el mismo período, un factor que encareció las importaciones. Y luego, más importante quizás, el hecho de que en 1906 el gobierno español aumentó los derechos arancelarios que gravaban las harinas
extranjeras. En definitiva, en pocos años el coste y las fuentes de abastecimiento de los insumos que empleaban las firmas galleteras, e incluso sus mercados, experimentaron cambios severos que obligaron a las empresas a transformarse o morir.
Venancio, como vimos, se retiró del negocio en torno a 1905, cuando ya contaba con casi 60 años. ¿Y qué pasó con la casa
Martinho?. Pues que siguió en activo, sin la fábrica de la calle Alcalá,
elaborando y vendiendo delicatessen en su tienda de la calle Arenal, desde
vinos portugueses hasta porcelanas y otros ‘objetos caprichosos’. Abajo podemos ver la portada de un calendario promocional de la Maison Martinho.
Tras la
muerte del fundador Augusto Martinho en 1910 su único yerno, el sarriano Antonio Gómez, se puso
al frente. Acá tenemos una crónica de una visita que realizó a Lugo en 1915.
1901 |
La noticia recoge el delicado estado de salud de su esposa María Martinho pero, ironías del destino, fue Antonio Gómez el que justo al año siguiente abandonó este
mundo. Su mujer viviría hasta 1950. La firma quedó en manos de los hijos, de los
Gómez Martinho, quienes entre otras cosas vendían dulces portugueses.
Dos clanes familiares de gallegos y portugueses, o más bien de lisboetas y sarrianos, dejaron su huella en la etapa inicial de la industria galletera madrileña. En vísperas de la Guerra Civil, en 1935, según nuestro experto Javier Moreno (2008, pág. 49), la lista de empresas galleteras en Madrid estaba compuesta de cuatro firmas, y tres de ellas fueron protagonistas de esta historia: La Industrial Española, Martinho y La Fortuna.
En la segunda parte de Galleteros gallegos conoceremos lo sucedido con este dulce negocio en la propia Galicia.
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