21 de mayo de 2011

Conservas vegetales en Galicia, una breve historia

Galicia es hoy un gigante en las conservas de pescados y mariscos, con una historia muy larga, pero en la fabricación de conservas vegetales ha sido y es muy muy pequeñita. ¿Por qué?.

Empecemos por dejar clara una cosa: la tecnología para elaborar latas de conserva de sardinas o berberechos es semejante a la necesaria para enlatar tomates o melocotones, y las habilidades que se requieren para colocar en el mercado uno u otro producto son también las mismas. Lo que explica el mínimo desarrollo de la industria de las conservas vegetales tiene que ser, por tanto, que en Galicia no se producían frutas y hortalizas en condiciones adecuadas –cantidad, calidad y precio- para sostener empresas dedicadas a esta rama de las conservas.

Es ésta una cuestión que abordaré más abajo; antes vamos a irnos hacia atrás en el tiempo, y comprobaremos que los primeros empresarios del sector conservero sí fabricaban conservas vegetales. Mejor dicho, estaban dispuestos a enlatar todo lo que se les pusiese por delante. Véase, sino, el catálogo de las conservas que ofrecía la fábrica La Coruñesa, de Francisco de Zuloaga, en 1870. Fue la primera establecida en Galicia, ya en 1836.



1870

Todo tipo de pescados, mariscos, carnes, verduras y frutas, en sus más variadas preparaciones. Parece la carta de un restaurante de alto nivel, y todo suena apetitoso. En un anuncio de otra empresa pionera, La Noyesa, fundada en 1874, comprobamos esa misma falta de dedicación exclusiva a los frutos del mar, aunque sin tanto detalle.

1888

Era el mundo de la conserva artesanal, de la elaboración a pequeña escala para clientes dispuestos a pagar por estos alimentos peculiares enlatados, justo lo que mucho tiempo después hacen las conserveras especializadas en delicatessen, ... con un repertorio no tan amplio, por supuesto.

Sucedió, sin embargo, que las carnes y los vegetales y las elaboraciones sofisticadas no eran tan rentables como las sardinas en aceite y otras especies marinas. Y de ahí que fuesen muy pocas las empresas que se dedicaron a enlatar productos del campo. Hay algún ejemplo de principios del siglo XX que simboliza el ya dicho carácter artesanal del sector, como el de las conservas de frutas Conchado, de A Coruña.

Marca registrada en 1910

También encontramos a un empresario que tendría éxito en las conservas de pescado, Manuel López Díaz, natural de Sarria (Lugo), de quien sabemos que en 1917 registra la marca Zeppelin para fabricar latas de pimientos y otros vegetales ... en Calahorra, en plena Rioja, uno de los centros principales de la conserva vegetal española. Desconozco si su iniciativa llegó a buen puerto. Fue el fundador de la actual Conservas Valcárcel SA.

1917

La que sí fructificó fue la de Celestino Trigo Pérez, natural de Tabagón (O Rosal), en la desembocadura del río Miño, creada en 1918. La suya fue una de las grandes empresas españolas de conservas vegetales  pero ... en Valencia, claro, no en Galicia.

Son cada vez más los estudios que vienen sacando a la luz a los gallegos que emigraron y alcanzaron cierto o gran relieve en el mundo empresarial, y este es uno de ellos. Conocí su trayectoria al escribir la biografía de un convecino, Eloy Domínguez Veiga, de Camposancos (A Guarda), uno de los grandes de la industria cerámica española pero ... también en la región valenciana. Fue publicada en Empresarios de Galicia 2, coordinado por Xoán Carmona.

Ambos procedían de una zona de intensa emigración y muchos negocios en el Caribe, sobre todo en Puerto Rico, y a principios del siglo XX los hermanos Domínguez Veiga y Celestino Trigo establecieron un aserradero mecánico en Camposancos con la denominación social de Domínguez, Hermano y Trigo. En 1905 se fueron a Valencia, comerciaron con naranjas y azulejos, y establecieron en Manises fábrica propia de azulejos en 1912.

En 1918 separaron sus caminos: Eloy Domínguez siguió con la fábrica de productos cerámicos y Celestino Trigo estableció otra de conservas vegetales, Conservas Trigo SA, que con un capital de 5 millones de pesetas era la quinta en el ranking de la Comunidad Valenciana. Cuando Celestino Trigo fallece en 1930, su empresa seguía estando entre las sociedades anónimas de mayor capital de dicha región, en el puesto nº 16. No era poca cosa si tenemos en cuenta que la valenciana era una de las zonas más industrializadas de España.





El caso de Celestino Trigo me dio qué pensar,  por dos razones. Por un lado, porque apuntaba a la idea que señalaba al principio, la de que las producciones del agro gallego no eran adecuadas para fabricar conservas. Por otro lado porque, no sé si por casualidad, la única empresa de cierta importancia en el sector nació en la misma comarca de la que procedía Trigo, en O Rosal. Una empresa que inició su actividad justo al acabar la Guerra Civil, fundada por un maestro, José Sánchez García, que era natural de Rebollar (Soria), a 90 km de Calahorra, el centro neurálgico de la conserva riojana. Por un trabajo de Xosé M. Malheiro sabemos que José Sánchez se esforzó a principios de los años 1920 en que sus alumnos hiciesen prácticas de horticultura y cuidado de viñedos, abonado de las tierras o alimentación del ganado.

O Rosal era una comarca muy apropiada para los cultivos de huerta y para las frutas, y la labor de años atrás de José Sánchez seguramente excitó el interés de los vecinos por dichos productos y por las innovaciones. No es extraño, pues, que cuando un navegante le trajo dos patrones de mirabeles, el nuevo frutal fuese aceptado con naturalidad. Así se crearon las condiciones para que nuestro protagonista decidiese fabricar conservas vegetales, una iniciativa contra corriente en una Galicia dominada por las conservas de pescado.

Tras registrar sus primeras marcas comerciales –Dulce de Frutas de El Rosal, concedida en septiembre de 1939, y A Rosaleira en mayo de 1940- en diciembre de 1940 constituyó Sánchez García Limitada, asociado a su cuñado José de Santiago Vicente y a un comerciante de O Rosal llamado Jesús Martínez Alonso. Por entonces, según testimonio de su hija Consuelo Sánchez de Santiago, la producción de tomates había cogido cierto impulso.

Así que la nueva empresa empezó con los dulces de frutas y los tomates en conserva, luego con la fritada, y más adelante con la zaragallada, una salsa con cebollas, tomates y pimientos. Aquí tenemos un minirreportaje sobre la firma publicado en torno a 1958.

1958

Muerto el fundador en 1948, la empresa acabó pasando a manos de sus hijos después de que los otros socios se desprendiesen de sus participaciones en el capital. En los años 1960 decidió incorporar los grelos a su producción, grelos que traían desde la zona de Santiago. Nunca dejó de ser una empresa modesta y finalmente Consuelo, la hija mayor de José, decidió vender en 2007 el 75 % del capital a la bodega Terras Gauda, también de O Rosal, que acompaña así sus acreditados caldos con productos en conserva de origen marcadamente galaico: los grelos y los mirabeles.



¿Algo más que reseñar en la historia de las conservas vegetales en Galicia?. Sí, otra empresa lleva años fabricándolas, aunque no tantos como la rosaleira: Conservas Lou, de Castiñeiras (Ribeira). Se trata en este caso de la iniciativa del descendiente de una antigua saga de salazoneros y conserveros, Manuel Loureiro, quien hace más de 15 años se hizo cargo de la firma Hijo de Tomás Martínez.

Es un caso que conozco bien por haber escrito la historia de los Martínez en un volumen colectivo recién salido de la imprenta, Las familias de la conserva, publicada por ANFACO en 2011. Manuel Loureiro ha escogido una senda diferente a las demás conserveras, y desde su pequeña fábrica elabora tanto conservas de especies marinas –algas o erizos entre ellas- como conservas de vegetales terrestres: ortigas, castañas y grelos.

El balance final es, por consiguiente, que la participación de Galicia fue mínima en un sector en el que España tuvo y tiene tanta importancia. Y así volvemos a la pregunta inicial, ¿por qué?.

Bien, como ya señalé, lo del abanico de productos que podía ofrecer el agro gallego es esencial. Un estudio realizado por Martínez Carrión en 1989 sobre la historia de las conservas vegetales en España nos da las claves. El sector nació para exportar a los pujantes mercados de Europa occidental productos típicos del clima mediterráneo, procedentes de árboles y plantas que requieren sol. Las naranjas, con su monda, o las uvas pasas, soportaban bien el transporte y el almacenamiento y no era preciso enlatarlas. Luego, desde principios del siglo XX las exportaciones españolas de conservas vegetales crecieron con fuerza, como puede verse en el cuadro adjunto.

Martínez Carrión (1989)

Las que más aumentaron fueron las de pulpa de albaricoque (columna 1), y destaca Martínez Carrión que el albaricoque murciano era especialmente dulce y muy apreciado por ello en Gran Bretaña, donde la pulpa se transformaba en mermeladas y confituras. Pero también crecieron las de tomates y pimientos (columna 2), y no tanto las de ‘frutas al natural’, cuya principal partida eran los melocotones en almíbar.

Las tierras de regadío del Mediterráneo o de La Rioja reunían condiciones muy superiores a las de Galicia o la cornisa cantábrica para obtener las frutas y hortalizas demandadas por los europeos del norte. A la inversa, gallegos y cantábricos tenían ventaja en pescados y mariscos. Lógico, pues, que los conserveros gallegos concentrasen sus inversiones en ellos. La ubicación geográfica de las fábricas de conservas vegetales en España no deja lugar a dudas, tal como puede verse en el siguiente cuadro.

Martínez Carrión (1989)

Ahora, a principios del siglo XXI, las pocas empresas gallegas de conservas vegetales apuestan por productos diferenciados, buscando un toque exclusivo asociado al ‘made in Galicia’: los grelos, los mirabeles, las castañas ... y hasta las ortigas o las algas.

2 comentarios:

  1. rama_miguel4/10/11, 12:55

    Conservas Alimenticias "La Noyesa"
    Albúm Nacional/Número,dedicado a un establecimiento importante de Noya(Coruña)

    http://www.flickr.com/photos/rama_miguel/sets/72157612100242772/

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  2. Gracias, Miguel. Xa incluín o enlace no texto. Un saúdo

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