Aquí tenemos a nuestro
protagonista, el cornezuelo del centeno, un hongo.
Cornezuelo de centeno, Claviceps Purpurea |
Ergot es como se le llama en inglés y en francés, una palabra que procede
de la que se usa en Francia para nombrar al espolón del gallo. Muy apropiada,
como puede verse en la imagen, aunque cornezuelo –cuernecillo- es otra buena
palabra si atendemos a la forma del hongo. En gallego recibía nombres
diferentes según las comarcas: cornello, cornecho, caruncho, corno, grao de
corvo, dentón y otros.
1908 |
Se trata de un hongo que crece en las espigas del centeno y cuya historia es, ya veremos por qué, alucinante. Yo nunca he segado centeno ni he apañado cornezuelo pero empecé a saber sobre el cornezuelo al estudiar la historia de los comerciantes de los productos del campo gallego. Luego, acumulando información, mi sorpresa fue en aumento porque resultó que para contar la historia del dichoso hongo tendría que hablar de cinco guerras, de la Revolución Rusa, de la firma química Zeltia, del wolframio y del LSD. También de las brujas, de los santos y de las Cantigas de Escarnio y Maldecir del rey Alfonso X, escritas en el siglo XIII.
¿Y a qué se debe que del
cornezuelo salgan tantas historias? Pues se debe a que, al igual que diversas
plantas, contiene ciertos alcaloides
–compuestos químicos orgánicos- que al ser ingeridos provocan efectos notables
sobre el cerebro y el sistema circulatorio. El alcaloide más importante del
cornezuelo, la ergotamina, es poco conocido, claro; pero hay otros alcaloides mucho más famosos: la cafeína del café, la cocaína de la coca, la morfina del
opio, o la nicotina del tabaco.
Durante miles de años de cultivo
del centeno, los campesinos tuvieron que esforzarse en evitar que aquel
repelente espolón negruzco fuese junto al grano cuando se cosechaba el cereal.
No siempre lo conseguían y el hongo acababa mezclado con la harina, se
incorporaba al pan, entraba en el cuerpo y... provocaba ergotismo, que así se llama la intoxicación provocada por el ergot.
Consecuencias: alucinaciones, delirios, convulsiones e incluso en ciertos casos
gangrena. Acá tenemos un episodio famoso y relativamente reciente que tuvo
lugar en Francia:
1951 |
Y aquí un cuadro de 1512 que
mostraba las alucinaciones de San Antonio provocadas por la ingesta de
cornezuelo. El episodio de las brujas de Salem, a finales del siglo XVII en Massachusetts (EE.UU.), parece que tuvo la misma causa.
1512 |
Las propiedades alucinógenas del
hongo habían quedado registradas a lo largo de la historia y los estudios
científicos realizados en el siglo XIX permitieron saber que sus alcaloides servían
como medicamentos. Se comprobó que la ergotina, en dosis adecuadas, detenía las
hemorragias en los partos, y ahí empezó la demanda de sustancias fabricadas a
partir del cornezuelo. Joseph Bonjean, farmacéutico francés, fue de los
primeros en estudiar el tema.
Bonjean creó una firma que fabricó y comercializó
ergotina; acá podemos ver un anuncio de 1880 publicado en un periódico gallego.
1880 |
Con métodos artesanales, los
farmacéuticos elaboraban preparados para abastecer a médicos y comadronas. Veamos
un ejemplo de 1860: un boticario de Lugo compra cornezuelo aclarando que el
nombre local para el mismo era ‘dentón’.
1860 |
En otro anuncio, de 1902, nos
volvemos a encontrar con compradores que se sienten obligados a precisar lo que
significaba la palabra cornezuelo, poco conocida para los gallegohablantes.
De modo que el cornezuelo, sin
dejar de ser un estorbo para los cultivadores de centeno, se convirtió en objeto de comercio para productos farmacéuticos. Los países más adelantados fueron su
principal mercado. Londres, Hamburgo y Nueva York eran los puertos a los que se
enviaba el cornezuelo gallego.
Galicia y León eran las zonas con
mayor cosecha de centeno, y además sus condiciones climáticas favorecían el
desarrollo del hongo. Hombres, mujeres y niños lo recogían a mano poco antes de
la siega. También podía separarse del grano una vez majado. Un quintal métrico son 100 kilos.
A nivel mundial, Rusia era el más
importante productor y exportador de cornezuelo. Los grandes comerciantes de
cornezuelo distinguían entre el ‘spanish ergot’ y el ‘russian ergot’. También
el norte de Portugal y otras zonas centeneras europeas eran suministradoras. En
1912 la revista American Druggist señalaba que “El ergot de
centeno de mayor calidad es el producido en las provincias del noroeste de
España. Se envía por barco a Londres desde Vigo o Lisboa, y casi todo es
consumido en los Estados Unidos. El ergot ruso, aunque posee un valor medicinal
equivalente, no consigue precios tan altos como el español, principalmente
porque no es envasado tan cuidadosamente y no tiene tan buen aspecto. Llegan al
mercado, ocasionalmente, envíos de ergot procedentes de Alemania, Francia, Bélgica
o Italia, sobre todo cuanto falla la cosecha española o rusa.”
Pero Rusia era, con diferencia,
el mayor exportador mundial, y de ahí que cuando la oferta rusa sufría algún
trastorno serio, el precio del producto se disparaba y surgían fiebres del cornezuelo en Galicia: todos
como locos a recoger el hongo. Eran fiebres semejantes a la que había causado el
descubrimiento de oro en California (1848-55) o a las vividas
en la propia Galicia con el wolframio en la 2ª Guerra Mundial (1939-45) y en la
Guerra de Corea (1950-53), como veremos más abajo.
La primera fiebre del cornezuelo de la que tengo noticia fue provocada por la guerra entre Rusia y Japón iniciada en 1904. Era lo que señalaba una carta de ese año sobre la situación de los mercados en Hamburgo dirigida a Manuel Martínez Sieira (Ribeira), que exportaba sardinas saladas y otros productos a Alemania: “Cornezuelo. Este año como Rusia está en guerra el precio mejorará según se cree.”
Una noticia de marzo del mismo
año de 1904 en un periódico de Barcelona confirmaba el asunto. “Mercados
extranjeros. (...) Cornezuelo de centeno. Con motivo de la guerra ruso-japonesa
los precios en Alemania acusan tendencia firme, que se refleja en esta plaza
por el [cornezuelo] español, que se cotiza hoy de 37 a 40 c.”
La siguiente fiebre tuvo lugar en
1920, como consecuencia de la guerra civil experimentada en Rusia tras la
revolución de 1917. Ignoro la razón, pero no he encontrado noticias de que la
fiebre hubiese empezado antes, en 1918 o 1919, años en los que la exportación
de cornezuelo ruso debió de ser difícil. En cualquier caso, las informaciones disponibles muestran que 1920 fue un año de precios muy altos y de gran
actividad en la recolección del hongo.
Como vemos, se produce una
invasión de campos a la caza y captura del hongo, que se pagaba a buen precio.
¿Era mucho por aquel entonces 20 pesetas la libra gallega? Claro que sí. Dado
que la libra gallega pesaba 575 gramos, por un kilo de cornezuelo se obtenían
casi 35 pesetas. Según mis propios cálculos, un kilo de centeno en el mercado
de Lugo capital se vendía en torno a 50 céntimos, y el de patatas a algo más de
20. Así que con la venta de un kilo de cornezuelo se podían adquirir 70 kilos
de centeno o bien 160 de patatas, aproximadamente. No está mal. El cornezuelo
llenaba el estómago.
Pasó la fiebre y el mercado de
cornezuelo se tranquilizó en los años siguientes. En los años 1930 Alemania se
convirtió en el principal cliente del cornezuelo gallego.
Y llegó la Guerra Civil española
(1936-39). La recogida del cornezuelo se paralizó, no tengo muy claro por qué, pero
seguro que se debió a la escasez de mano de obra y a que durante la guerra fueron
otras las prioridades. La falta del cornezuelo español provocó un brusco
aumento de su precio en el mercado más importante, el norteamericano. Un reportaje
publicado por la revista Nature en 1940 así lo destacaba.
“El Comité de
Necesidades de Guerra nombrado por el Consejo de Investigación Médica ha
solicitado a los doctores que observen una
estricta economía en la prescripción del cornezuelo de centeno. Es uno de los pocos
medicamentos importantes que se
han vuelto escasos desde que
comenzó la guerra [mundial]. La razón principal de la escasez no es la
guerra actual, sino la Guerra Civil española, puesto
que España no ha reanudado la exportación
de este valioso artículo para uso médico, descuidada
durante su guerra civil. Otros países
que suministraban grandes
cantidades de cornezuelo de centeno eran la URSS, Polonia y, en especial, Portugal.
El suministro procedente de Rusia ha ido disminuyendo en los últimos dos años, debido a que el grueso de la producción está reservado para su
uso en la propia Rusia. El cese
de los suministros de Polonia fue, por supuesto, una consecuencia directa
de la guerra. En los
últimos dos años, las cosechas de cornezuelo portugués
han sido inferiores a lo normal;
de hecho se dice que la última cosecha
fue un fracaso. De modo que, fuera de Alemania y algunos países de Europa central,
donde se obtienen cantidades suficientes de la droga para satisfacer su consumo propio,
los demás países consumidores han dependido principalmente de la menguada producción
de Portugal. Son importantes las cantidades de cornezuelo –un hongo parásito del centeno- que se
prescriben para los partos tanto en hospitales generales como de maternidad, pero parece que, en opinión del Consejo de Investigación
Médica, se podría reducir mucho la prescripción de cornezuelo
de centeno sin perjuicio para los
pacientes.”
Y al mismo tiempo, surgieron en
Galicia empresas químico-farmacéuticas que empezaron a fabricar alcaloides
derivados del cornezuelo. La más destacada fue el Instituto Bioquímico Miguel
Servet SL, de Vigo, que había sido constituida en abril de 1936, justo cuatro
meses antes del inicio de la Guerra Civil.
Con dos científicos formados en la universidad compostelana, Ramón Obella y Francisco Rubira, el primero médico y el segundo farmacéutico, y con la financiación del santiagués Manuel Emilio Martínez-Baladrón García, la nueva firma se introdujo en la fabricación de medicamentos, entre ellos los derivados del cornezuelo. Su aportación era muy elogiada ya en 1937 por alguien claramente afecto a la causa franquista.
Con dos científicos formados en la universidad compostelana, Ramón Obella y Francisco Rubira, el primero médico y el segundo farmacéutico, y con la financiación del santiagués Manuel Emilio Martínez-Baladrón García, la nueva firma se introdujo en la fabricación de medicamentos, entre ellos los derivados del cornezuelo. Su aportación era muy elogiada ya en 1937 por alguien claramente afecto a la causa franquista.
El Instituto fue el germen de la empresa Zeltia, fundada
en 1939 y promovida por José Fernández López, destacado empresario lucense del
sector ganadero, y que es hoy la única gran empresa farmacéutica gallega. En
sus comienzos se orientó también a fármacos obtenidos a partir del cornezuelo,
tal como puede verse en la siguiente foto.
Como es sabido, la 2ª Guerra Mundial se inició poco después del final de la Guerra Civil española. Y no tardó mucho en venir la correspondiente fiebre derivada de la falta de suministro ruso, a partir del ataque de Alemania a la Unión Soviética en 1941.
Un informe publicado por el Western Journal of Surgery en 1944 achacaba la escasez de cornezuelo a los problemas de transporte derivados de la guerra, a la devastación de los campos de centeno de Polonia y Rusia, y a la falta de mano de obra.
Por eso el cornezuelo y sus derivados se habían convertido en una buena fuente de divisas para la economía española.
El último y definitivo boom aconteció
al poco de iniciarse la Guerra de Corea en 1950, también por la falta del cornezuelo
ruso.
La causa más probable de la disminución de la oferta rusa durante la Guerra de Corea es que la URSS, para garantizar su propio suministro, cortó
la exportación de cornezuelo. Los campos gallegos volvieron a rebosar de recolectores y ladronzuelos de cornello.
Fiebres exportadoras por los altos precios que recuerdan mucho a las vividas
por Galicia con el wolframio en la 2ª Guerra Mundial y poco después en la
guerra de Corea (1950-53). El wolframio es un metal que se empleaba en la fabricación de aceros especiales, de elevada resistencia, imprescindibles para blindar tanques, barcos o submarinos, es decir, de demanda extraordinaria en las guerras.
En el libro publicado en 2005 por Xoán Carmona y Jordi Nadal y editado por la Fundación Barrié, ya un clásico de la historia industrial gallega, se encuentra información detallada sobre el tema.
Lugo, 1954 |
En el libro publicado en 2005 por Xoán Carmona y Jordi Nadal y editado por la Fundación Barrié, ya un clásico de la historia industrial gallega, se encuentra información detallada sobre el tema.
Hasta tal punto que en un reportaje de 1950 se definía al cornezuelo como ‘wolfram vegetal’ y se señalaba que algunos habían llegado a proponer, con humor surrealista, cultivar cornezuelo en lugar de centeno.
Rematado el conflicto de Corea,
el mercado de cornezuelo volvió a tranquilizarse. En 1961, una noticia de prensa rezaba:
“Actualidades de Comercio Exterior. A pesar de lo reducido de la cosecha de
centeno en España y Portugal, las cotizaciones internacionales [del cornezuelo] no han
registrado elevaciones de consideración, habiéndose mantenido ligeramente por
encima de los 2 dólares. La demanda es muy limitada.”
Poco a poco, con la aparición de
nuevos fármacos que vinieron a sustituir a los procedentes del cornezuelo y de
más fácil fabricación, el hongo dejó de ser tan demandado. Eso sí, los
experimentos con el cornezuelo llevaron a un químico de la firma suiza Sandoz, Albert Hofmann, al
descubrimiento de una nueva droga: el LSD, o ácido lisérgico. La farmacéutica empezó a producirlo en 1947. Abajo dos imágenes con papelinas de LSD, una recordando a su creador, y la otra para hacerse una idea de su tamaño.
La alarma causada por el LSD, y
por otras drogas, quedaba reflejada en una crónica periodística de 1969. Atentos a los efectos que se atribuyen a las distintas drogas; del LSD se nos dice que provoca una 'fuga de conciencia' a la que sus adictos llaman 'el viaje'.
Las historias del cornezuelo y del
LSD se han cruzado recientemente a causa de un libro publicado por un
‘periodista de investigación’ norteamericano en el que sostiene que el
episodio de intoxicación masiva sufrido en un pueblo francés en 1951, citado más
arriba, no fue debido al cornezuelo sino, atención, a una operación secreta de
los norteamericanos para comprobar los efectos del recién descubierto LSD. Acá traduzco
una noticia de 2010 publicada en The Telegraph:
“En 1951, un pueblo tranquilo y
pintoresco del sur de Francia fue repentina y misteriosamente golpeado por
episodios de locura y alucinaciones en masa. Al menos cinco personas murieron,
varias decenas fueron internadas en manicomios y cientos de ellas afectadas.
Durante décadas se supuso que el pan local había sido envenenado sin querer con
un hongo psicodélico. Ahora, sin embargo, un periodista de investigación
estadounidense ha obtenido pruebas que sugieren que la CIA espolvoreó la comida
local con la droga alucinógena LSD, como parte de un experimento de control
mental en el momento culminante de la Guerra Fría. El misterio del ‘Pan
Maldito’ todavía atormenta a los habitantes de Pont-Saint-Esprit, en el Gard,
al sureste de Francia.
El 16 de agosto de 1951, sus
habitantes sufrieron de repente tremendas alucinaciones protagonizadas por
bestias terribles y fuego. Un hombre trató de ahogarse, gritando que su vientre
estaba siendo devorado por las serpientes. Un niño de 11 años intentó
estrangular a su abuela. Otro hombre gritó: ‘Soy un avión’, antes de saltar por
una ventana del segundo piso y romperse las piernas; luego se levantó y siguió
andando 50 yardas. Otro vio como su corazón se le escapaba a través de los pies y pidió a un médico que se lo colocase de nuevo. Muchos fueron llevados al
manicomio local en camisas de fuerza.
La revista Time escribió lo siguiente por aquellas fechas: ‘Entre los
afectados, el delirio fue a más. Los pacientes se convulsionaban en sus camas,
proclamando que estaban naciendo flores rojas en sus cuerpos, que sus cabezas se
habían convertido en plomo fundido’. Finalmente, se llegó a la conclusión de que
el más conocido panadero local había contaminado su harina, sin saberlo, con
cornezuelo, un hongo alucinógeno que infecta el centeno. Según otra teoría, el
pan había sido envenenado con mercurio orgánico.
Sin embargo, HP Albarelli Jr., un
periodista de investigación, afirma que el brote fue resultado de un
experimento de alto secreto dirigido por la CIA y por la División de
Operaciones Especiales (SOD) del Ejército de los Estados Unidos, con sede en
Fort Detrick, Maryland. Albarelli sostiene que los científicos que propusieron
las explicaciones alternativas antes citadas trabajaban para la compañía
farmacéutica suiza Sandoz, que estaba entonces suministrando LSD en secreto
tanto al Ejército como a la CIA. El periodista encontró documentos de la CIA
mientras investigaba el sospechoso suicidio de Frank Olson, bioquímico al
servicio de la SOD que cayó desde una ventana del piso 13º dos años después del
incidente del Pan Maldito. Entre dichos documentos había una nota que
transcribe la conversación entre un agente de la CIA y un cargo de Sandoz en la que
se menciona el secreto de Pont-Saint-Esprit
y explica que no había sido ‘en absoluto’ causado por el
hongo, sino por la dietilamida, la D de LSD. (...)”.
OK. Nuestro astuto periodista se
molestó en revolver entre los papeles de la CIA para desvelar el secreto, y la
verdad es... que no era necesario, porque sin mucho esfuerzo podemos imaginar cómo sucedió
todo. El Comando Conjunto se reúne en Maryland, la Tierra de [la] María. Lo
forma un grupo de hombres dispuestos a realizar los mayores sacrificios por su
patria en un momento álgido de la lucha contra el comunismo, en plena Guerra de
Corea. Es urgente saber si el LSD puede emplearse como arma de guerra y
nuestros valientes deciden probarlo ellos mismos. Inspirados por el ácido,
acuerdan montar una operación secreta para seguir experimentando.
¿Dónde? Pues, por ejemplo, en Pont-Saint-Esprit [Puente del Espíritu Santo], que tiene un nombre muy chévere. ¿Qué tal si la bautizamos como Operación Baguette? Nice. Vale, pues enviamos una buena cantidad de LSD a nuestros dos mejores agentes en Marsella, Cornezuelo y Pimentón; se acercan a la Boulangerie y luego, silbando, le añaden la droga a la levadura, que los franceses comen mucho pan. Después ya comprobaremos por la prensa los resultados. Fácil y efectivo. Nos vamos a cubrir de gloria. Lo de Normandía fue cosa de niños; esto sí que va a quedar para la historia. ¡Vaya viaje!.
¿Dónde? Pues, por ejemplo, en Pont-Saint-Esprit [Puente del Espíritu Santo], que tiene un nombre muy chévere. ¿Qué tal si la bautizamos como Operación Baguette? Nice. Vale, pues enviamos una buena cantidad de LSD a nuestros dos mejores agentes en Marsella, Cornezuelo y Pimentón; se acercan a la Boulangerie y luego, silbando, le añaden la droga a la levadura, que los franceses comen mucho pan. Después ya comprobaremos por la prensa los resultados. Fácil y efectivo. Nos vamos a cubrir de gloria. Lo de Normandía fue cosa de niños; esto sí que va a quedar para la historia. ¡Vaya viaje!.
Perdón por el desahogo, pero es
que se me ocurren cien maneras diferentes de comprobar ilegalmente los efectos
del LSD sin necesidad de montar tremendo cacao en un pequeño pueblo de Francia y
sin salir de los Estados Unidos. En una cárcel, en un cuartel, en un barrio
marginal, en Guantánamo, fuera escrúpulos. Sería una operación secreta igual de ilegal pero mucho más cómoda y, sobre
todo, sería mucho más fácil mantener un seguimiento de los cobayas y conocer al detalle los efectos de la droga. ¡Lo
que llegan a escribir algunos con tal de vender libros!. Alucinante.
Y para acabar, vamos a
remontarnos muy atrás en el tiempo y veremos que del cornezuelo surgieron
siempre historias de impacto. Resulta que una de las Cantigas de Escarnio y Maldecir del rey Alfonso X -siglo XIII- tiene como
protagonistas al cornezuelo y a un Deán –es decir, al canónigo que preside un
cabildo catedralicio- que practicaba un peculiar método para curar los efectos
del consumo del hongo. La Cantiga es definida por el Diccionario de la RAE como
antigua composición
poética destinada al canto. Pues bien, en un estudio titulado “Enfermedades de índole sexual en las cántigas de escarnio y maldezir” escrito por Pilar
Cabanes, se hace un análisis de la titulada El
fuego de San Marcial y de otras cantigas realmente curiosas.
Ahí va una parte del texto dedicado a la cantiga relacionada con el cornezuelo.
Ahí va una parte del texto dedicado a la cantiga relacionada con el cornezuelo.
"1.- El fuego de San Marcial.
Autor: Afonso (Rei d) Castela e
de León (Lapa 23).
Tema: En la cantiga se cuenta el
caso del deán de Cádiz, que tiene unos libros que le han instruido en el arte do foder (verso 19). Según dice el
autor, a través del acto sexual, el religioso era capaz de curar a las mujeres
endemoniadas y a aquellas que padecían la enfermedad denominada fogo de Sam Marçal (verso 32).
Esta última enfermedad, que
adquiere en esta cantiga tintes sexuales, se conocía también como fuego de San
Antonio, mal de San Antonio, fuego sagrado, fuego infernal y, en términos
científicos, ergotismo. Se producía por el hongo claviceps purpúrea o cornezuelo del centeno, que era el pan común
de las clases pobres. Dicho hongo, al ser rico en ácido lisérgico, producía
terribles picores en las puntas de los dedos, la nariz y las orejas; gangrenaba
lentamente las extremidades y provocaba perturbaciones mentales que
desembocaban en ataques epilépticos y convulsiones, acompañadas de
alucinaciones. (...)
Para la gente de la época esta
enfermedad era la manifestación de un castigo divino por los pecados cometidos.
De hecho, en la cantiga nº 93, entre otras, se declara abiertamente que Dios
quiso que al afectado le sobreviniese la enfermedad porque se entregaba al
vicio que pide la carne. Pero, como milagros que son, el desenlace de estas
composiciones es positivo. El enfermo de la cantiga anterior es curado por la
Virgen María tras mucho rezar ―mil Ave Marías― y tres años de retiro en una
ermita. Al igual que éste, los afectados a los que nos hemos referido recobran
la salud tras el arrepentimiento, la súplica y una vida austera.
En cambio, en la Cantiga de
escarnio que analizamos, el mal desaparece cuando la persona enferma realiza el
coito con el religioso. La explicación que da el poeta es que éste era tan
ardiente, que la quemazón generada por el fuego de
Sam Marçal, al lado de la temperatura de su cuerpo, se convertía en geada o nev´e (verso 35) [helada o nieve]. Pero todavía hay otra posible interpretación: el fogo puede ser una metáfora del fogaje
sexual femenino. La visión del cuerpo de la mujer, tan peligroso como las
llamas, estaba alimentada por la literatura monástica. En esta aparecen
indicaciones del tipo de que el buen monje debía, incluso para transportar a su
madre a la otra orilla de una corriente, ir cuidadosamente envuelto en su
hábito, pues el contacto de la carne de una mujer es como el fuego. Vemos,
pues, que el autor juega con los dobles sentidos del significante fogo para crear un efecto cómico. La
composición presenta numerosas transgresiones, como la combinación de lo
profano y lo sagrado. Al religioso se le concede la posibilidad de realizar
milagros a través del sexo. Pero eso no es todo, los libros donde ha aprendido
a realizar esas maravillas no podían ser otros que los de brujería. Y es que la
sexualidad, la brujería y el pecado andaban parejos en la mentalidad del hombre
medieval."
El interesado en la cantiga
encontrará aquí el
texto completo. Está en gallego medieval y no es fácil entenderla.
Así que ponemos punto final a
esta historia con dos auténticos cuentistas. Un deán medieval que parece salido
de un cuento del Decamerón y un ‘periodista de investigación’ propenso a la
alucinación. Cosas de hongos.