Vigo 1955 |
Historias sobre la agricultura gallega del siglo XX. Comentarios, análisis, documentos acerca de la economía agraria y la vida campesina.
21 de marzo de 2014
AgroLance. ¡ A cabesa non para ! (3)
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18 de marzo de 2014
‘Reyes del agro' en Argentina (4): Juan Fuentes
En una entrada anterior he
tratado de aclarar como una minoría de emigrantes gallegos llegaron a
convertirse en ‘reyes’ del agro en Argentina. En este cuarto capítulo toca
contar la historia de Juan Fuentes Echevarría, el ‘rey del maíz’, y de paso
conoceremos la de otro emigrante afortunado, José Félix Soage.
He encontrado varias versiones
breves de la biografía de Juan Fuentes, el ‘rey del maíz’. Acá
tenemos la publicada por un diario gallego en 1955:
“En 1852 nacía en Caldas un
niño que fue bautizado en la antigua Iglesia de Santo Tomás, con el nombre de
Juan. En la tierra de sus mayores se fue haciendo mayor y creciendo, mientras
jugaba con chicos de su edad (...) A los 14 años, siendo todavía un niño, y en
la época en que los cuidados de sus padres se harían más necesarios, partió
como muchos otros para Buenos Aires, de la cual había oído mil comentarios a
sus familiares, y cuando aquella tierra se estaba formando.
La despedida fue emocionante, y
todo Caldas despidió al muchachito, que cruzaría el Atlántico para trabajar y
lograr fortuna (...) La travesía duró 14 días en un velero de los que hacían en
1868 la línea con el Plata, desembarcando en el puerto de Buenos Aires, donde
lo esperaba su hermano que había emigrado con anterioridad. El primer empleo
fue el de peón en un saladero de Entre Ríos en el que duró dos años. Después de
lavador de copas en un Hotel de Rosario, para el que trabajó con entusiasmo
cinco años, al cabo de los cuales y con lo que había ahorrado, se hizo
empresario de transportes, con una diligencia entre Rosario y San Nicolás.
Su contacto con hombres de campo,
capataces, propietarios, etc. le sirvieron para aprender mucho, y se fue
también metiendo en sus secretos y trabajos poco a poco, hasta llegar a ser un
importantísimo ganadero y agricultor, de ahí la denominación de Rey del Maíz
por las extensiones e importancia de sus cultivos. Fue el iniciador y principal
promotor de importantes sociedades agrícolas-ganaderas, una de las cuales –la
denominada ‘Juan Fuentes’- contaba con más de 10 establecimientos, con la que
consiguió una opulenta situación económica, lograda por su talento, honestidad
y trabajo (...)”
Esta otra minibiografía procede de la crónica
de su fallecimiento, en 1934, publicada por el diario El Litoral (Santa Fe):
FALLECIO ESTA MAÑANA DON JUAN
FUENTES
“Esta mañana a la edad de 82 años
ha fallecido el fuerte colonizador Don Juan Fuentes. Nacido en España llegó al
país a la edad de 14 años y al desembarcar en Buenos Aires toda su fortuna
consistía en la suma de 20 centavos que invirtió en ciruelas. Permaneció allí
algunos años ejerciendo oficios modestos hasta que hace 63 vino a radicarse en
Rosario, empezando como lavaplatos en la fonda que había entonces en la esquina
de San Lorenzo y San Martín. Luego se dedicó a conductor de diligencias y sus
ahorros los invirtió en la compra de tierras. Don Juan Fuentes que llegó al
país con 20 centavos, se convirtió a través de los años en el mayor productor
de maíz de la provincia de Santa Fe en campos propios, aparte de ser una de las
grandes fortunas de la provincia.”
Como puede apreciarse, en ella se
nos aclara que Fuentes era “el mayor productor de maíz de la provincia de Santa
Fe en campos propios”. Bueno, ahora ya sabemos que su reino del maíz quizá no abarcase
toda la Argentina. Aunque alguno, que bien podría haber sido de Bilbao, se
aventuró a proclamar que el caldense reinaba en el mundo entero. La afirmación
procedía del más veterano emigrante español en Rosario, llamado Sebastián Gana,
en una entrevista realizada poco antes de la muerte de Juan Fuentes.
80.000 toneladas de maíz, nos
dice dubitativo. Ochenta mil toneladas. La verdad es que no tengo claro que este volumen de producción
fuese suficiente como para ser coronado rey de Santa Fe o rey de Argentina. Es
cierto que la cifra impresiona si la comparamos con la cosecha gallega de maíz,
que en 1930 rondaba las 350.000 toneladas. Pero no tanto cuando atendemos a la
cosecha total argentina que, según las estadísticas, ascendió a 8,6 millones de
toneladas anuales en el quinquenio 1930-1934.
Fuese como fuese, está claro que
llegó a ser un gran hacendado –con 45.000 hectáreas, según algunas fuentes-
y que su especialidad fue el maíz. ¿Y por qué este cereal americano llegó a ser
tan importante en el agro argentino?
Vamos a verlo. Cuando falleció
Juan Fuentes, en 1934, Argentina era el segundo productor mundial tras los Estados
Unidos y, desde luego, el mayor exportador. Una posición que había ido
conquistando desde principios de siglo. En el siguiente gráfico, elaborado a
partir de Mitchell (International Historical
Statistics. The Americas 1750-1993), pueden apreciarse tanto la expansión
de la producción de maíz en Argentina como su notable orientación exportadora. Si sumamos la cosecha de los 23 años que abarca la serie del gráfico resulta un total de 101,3 millones de
toneladas, de las cuales 50,9 millones –algo más de la mitad- correspondieron a
ventas al exterior.
¿Y cuáles eran los principales
mercados de dicho maíz? La respuesta es bien fácil: las ventas se dirigían a los
países más industrializados a excepción, claro está, de Estados Unidos. Gran
Bretaña era con gran diferencia el principal cliente. ¿Y para qué querían los
europeos tanto maíz?; ¿para elaborar
pan? Nada de eso. Puede que así sucediese en las regiones más pobres y
habituadas a su particular sabor de la Europa sur, pero su uso primordial era
la alimentación animal. Ningún británico comía ‘pan de millo’.
También Galicia importaba maíz argentino
pese a ser una de las regiones españolas más maiceras, y por el mismo motivo: para
alimentar el ganado destinado a satisfacer la demanda creciente de carne y
productos lácteos. Supongo que en Argentina, con tantos gallegos, asturianos e
italianos, se emplearía en la cocina una pequeña parte de su enorme cosecha de maíz, pero el rey de los cereales para elaborar pan, pizza, pasta, etc. era sin duda
el trigo.
Así que resulta muy probable que
los campos de Juan Fuentes surtiesen de maíz a sus propios paisanos gallegos, atravesando
el Atlántico, recorriendo los 10.000 kilómetros que hay desde Buenos Aires. La
abundancia relativa de tierra y mano de obra a ambos lados del Atlántico determinaba
los flujos: Galicia era excedentaria en hombres y deficitaria en tierras de
cultivo y forrajes; en Argentina pasaba al revés, mucha tierra por habitante.
Juan Fuentes fue uno de los que equilibró la balanza.
El palacio que erigió en Rosario
entre 1922 y 1927, cuando ya había cumplido 70 años, sigue siendo uno de los edificios
históricos notables de la ciudad. Aquí una amplia colección de fotos del mismo.
Rematado el palacio, Juan Fuentes
tomó la decisión de echar una mano a sus paisanos de Caldas y financió la
construcción de una Plaza de Abastos. En una breve noticia de mayo de 1929 se
decía:
“Un gallego natural de Caldas de
Reyes, conocido en la Argentina por el ‘Rey del maíz’, llamado Juan Fuentes
Echevarría, que hace 62 años que reside en Rosario de Santa Fe y posee un
centenar de millones de pesos, regala a su villa natal una plaza de abastos,
para lo cual ha remitido la cantidad de 115.000 pesetas.”
La Plaza fue inaugurada el 12 de
octubre de 1930. Acá un par de fotos del interior y exterior de la misma.
Por simple casualidad, resulta
que en el mismo año se inauguraba la Plaza de Abastos de Cangas do Morrazo. Y ¿quién
había aportado las 200.000 pesetas necesarias para su construcción? Pues... otro
emigrante que hizo fortuna en Argentina,
José Félix Soage Villarino (1844-1924), quien desembarcó en Buenos Aires con 14
años y fue acogido por varios parientes residentes en las poblaciones
costeras de Necochea y San Clemente de Tuyú.
Acá ofrezco un resumen de su
biografía, traduciendo el texto en gallego escrito por Lois Pérez Leira para la
Enciclopedia da Emigración Galega.
“El joven Soage se emplea en un
almacén de ramos generales que poseían sus familiares José Manuel Soage y José
F. Villariño. Los clientes de su negocio fueron los típicos gauchos argentinos
que se proveían de comestibles y utensilios para sus trabajos de campo. Pasaron
nueve años hasta que su pariente Juan C. Martínez lo coloca de gerente de los
diversos negocios que éste tenía en su pueblo. Durante trece años que duró este
empleo logró unos buenos ahorros con los que, junto a un préstamo bancario,
pudo comprar en enero de 1880 una fracción de tierra de 16.000 hectáreas,
equivalentes a la extensión de su concejo natal. Las tierras compradas se
hallaban en la zona de Casares, dentro de la Provincia de Buenos Aires.
Al poco tiempo, Soage contaba con
20.000 cabezas de ganado ovino. El joven estanciero, sin embargo, soportará uno
de los momentos más amargos de su vida, debido a una gran inundación que casi
lo deja sin ganado. Su tesón y resistencia hicieron que Soage realizase las
obras necesarias para evitar futuras inundaciones que le pudiesen hacer perder
toda la inversión. Así describía su personalidad la revista argentina ‘El
Hogar’: Con paciencia de hormiga cumple allí una tarea que después atraerá la
atención de los entendidos: abre canales, tiende una compleja red de desagües,
levanta a brazo los niveles escurridizos con el lodo que saca de los bajos, y
realiza esta ímproba labor de topo él mismo, y de sol a sol (...) Al fin pudo
domar la adversidad, la lluvia es ahora una bendición para los campos, el agua
fluye por las obras, alimenta los lugares más secos y nutre los campos de
alfalfa y pastos tiernos que surgen gracias a los abrevaderos. Así ve José
retornar la riqueza con el fácil engorde de sus animales y extenderse las
cándidas majadas en sus 16.000 hectáreas (...). Durante 20 años, Soage se
dedica de lleno a las actividades agropecuarias. En 1904 se trasladó a Buenos
Aires, comprando una finca en la calle Uruguay 1602 (...).
[Soage] alza en Cangas un hermoso
edificio, dotado de cámaras frigoríficas y amplio espacio para la salazón del
pescado, además de un mercado de abastos donde las viejecitas vuelven a lanzar
sus pregones (...) y tendrá también activa participación en otras obras
benéficas, como costear la construcción de una escuela o la reconstrucción de
la iglesia parroquial, a la que además donó un órgano. [Añado: también la
traída de agua potable]
También realizó obras benéficas
en Argentina, entre las que destacan la creación de una sala de primeros
auxilios en Daireaux, el lugar donde hace su fortuna. Destina 200.000 pesos a levantar
un pabellón hospitalario en la ciudad de Temperley. Realiza la primera donación
registrada en el Hospital Español de Buenos Aires. Funda bibliotecas de barrio.
Ayuda en forma constante a la Sociedad de las Hermanas de Desamparados, al
Patronato de la Infancia, al Patronato Español, a la Sociedad Española de
Socorros Mutuos de Buenos Aires. Todas las navidades, Soage recorría los
hospitales infantiles para repartir juguetes, ropa y golosinas. En 1919 dona 25.000
pesos a la Sociedad Española de Socorros Mutuos, que lo nombra socio honorario
por tal acción.”
Abajo muestro una fotografía
de la alameda de Cangas con el mercado de abastos al fondo, y otra con la
estatua levantada en honor a Soage Villarino al poco de su muerte en 1924.
Señalemos, por último, que un
pariente de José Félix Soage Villarino es reconocido por haber cedido parte de
sus tierras para uso público en la localidad de Zavalla, cerca de Rosario.
Terrenos que hoy constituyen el Parque Villarino y en los que se emplaza la sede
de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Rosario.
Me va a resultar difícil explicar
quién fue el donante: fue José Víctor Villarino, hijo de José Félix Villarino
–queda claro que les gustaba el nombre-, un hermano de Joaquina Villarino quien
a su vez era la esposa de Benigno Soage Villarino, hermano de nuestro personaje
de Cangas, el de la estatua. Vamos a ver, el donante era... sobrino de la mujer
de un hermano del Soage que costeó el Mercado, pero también podía haber sido
pariente más directo, porque intuyo que José Félix Villarino era a su vez primo
de José Félix Soage Villarino. Queda claro, pues, que no me aclaro porque me
faltan datos para resolver el embrollo de parentescos.
Abajo podemos ver una placa colocada en recuerdo de los Villarino y en agradecimiento por su donación.
Dos historias casi paralelas de emigrantes
procedentes de la Galicia campesina de tantas leiras diminutas, de tantos pequeños cultivadores, de tantos pequeños
propietarios, que cruzaron el Atlántico sin imaginar –imagino- que llegarían a ser
dueños de tanta tierra. O tal vez sí.
'Reyes del agro' en Argentina (3): Casimiro Gómez
Tras un capítulo introductorio
sobre el tema, corresponde ahora hablar de otro de los ‘reyes’ del agro en
Argentina, de Casimiro Gómez Cobas, el rey del cuero. ¿Cómo llegó a convertirse
en gran hacendado territorial, con varias estancias que sumaban 100.000
hectáreas? Pues del mismo modo que los demás personajes de esta historia: aprovechando
la salida al mercado de tierras bajo dominio público en regiones poco
explotadas hasta aquel momento y también, por supuesto, realizando compras a propietarios
particulares.
El estudio más detallado sobre la
vida y negocios de nuestro protagonista corresponde, sin duda, al publicado por
Graciela Blanco en el libro Empresarios
de Galicia [Vol. 2, págs. 282-303, Fundación Caixa Galicia, 2009].
Aquí una breve biografía del
personaje. Al final de esta entrada colocaré, para el lector interesado, un
reportaje publicado en 1898.
Natural de la parroquia de
Viascón (Cotobade) y de origen humilde, Casimiro comenzó su aventura americana
en 1867, con 13 años. Después de unos años en Montevideo arribó a Buenos Aires,
donde se empleó como mozo en una talabartería, en un taller dedicado a la
fabricación de cinturones, correajes y otros productos de cuero. Tras casarse
con la hija del dueño –Dolores Palmés- en 1875 se convirtió en el propietario y
director del negocio, y al cabo de un tiempo estableció una fábrica de curtidos
para abastecer de cuero al taller de talabartería. Acá tenemos sendas fotos de la
casa central en la calle Irigoyen y de la curtiduría en el Parque de los
Patricios –zona de mataderos-, ambas en Buenos Aires. Creo que son de los años
1890.
Talabartería La Nacional, de Casimiro Gómez |
Casimiro Gómez, fábrica de curtidos |
Entre sus mejores clientes estaban el ejército y la policía, que demandaban todo tipo de manufacturas y equipos de cuero, tanto para su personal como para sus caballos y sus mulas. Las monturas para animales de silla, de tiro o de carga tenían mucha salida, en aquella época sin automóviles ni tractores. Abajo ofrezco varias fotos obtenidas de internet, de páginas de venta de objetos antiguos. Una silla de montar para caballos de hípica y una albarda, fabricadas por los sucesores de Casimiro Gómez; y una chapa de las que colocaba en sus monturas.
El siguiente paso de Casimiro fue
la adquisición de tierras para criar ganado vacuno y abastecerse por sí mismo
de pieles. Es un ejemplo clásico de lo que en economía se denomina integración
vertical hacia atrás o aguas arriba: un fabricante y comercializador de
productos terminados de cuero se introduce primero en la elaboración de pieles
curtidas y luego en la crianza del ganado del que obtener dichas pieles. De
industrial a ganadero.
La demanda al alza de sus
productos de piel por parte de un ejército inmerso en la ‘conquista del
desierto’ y la salida al mercado de millones de hectáreas de tierras dieron a
Casimiro la oportunidad de convertirse en gran propietario y estanciero en los
años 1880 y 1890. Es lo que nos explica Graciela Blanco (2009, págs. 293-294):
“El avance militar sobre las
fronteras internas al comenzar la década de 1880 libró de la presencia indígena
la zona del Chaco al norte; el sur de las provincias de Córdoba, San Luis y
Mendoza; y los territorios patagónicos en el sur argentino. Se consolidó así la
soberanía del Estado central sobre esos espacios. Puso asimismo bajo dominio
fiscal [del Estado] millones de hectáreas potencialmente productivas, que en
pocos años fueron privatizadas (...) Sin duda, a extensa red de relaciones que
Casimiro Gómez había construido en los múltiples espacios en los que actuó
–especialmente el Estado, del que era proveedor- le permitieron, igual que a
muchos otros financieros, comerciantes, ganaderos, industriales y funcionarios
públicos, contar con la información –y seguramente el crédito- para aprovechar
las oportunidades que ofrecía la disponibilidad de tierras en manos del Estado
nacional.”
Sus estancias, que sumaban en
torno a 100.000 hectáreas, se dedicaban básicamente “a la cría de ganado vacuno
para proveer la curtiduría y comercializar la carne, actividad que se
complementaba con el cultivo sobre todo de alfalfa para la alimentación de los
animales y, en menor medida, trigo, lino y maíz. La importante aptitud ganadera
de esas tierras –dentro de lo que constituye la Pampa Húmeda- y su localización
en las proximidades de líneas férreas que facilitaban la comunicación con la
capital del país en la que estaban radicadas la talabartería y la fábrica de
curtidos, así como el mercado central para la comercialización de carne vacuna,
resultaban sin duda factores estratégicos para el desarrollo del negocio.”
De tal modo que la firma de
Casimiro Gómez llegó a convertirse en la más importante del rubro de los cueros
en la Argentina. Aunque en el anuncio siguiente afirmaba ser la primera de
Sudamérica.
1910 |
1919 |
Lo peculiar de este ‘rey del agro
y del cuero’, si lo comparamos con los demás ‘reyes’, estriba en que Casimiro
Gómez retornó a su Galicia natal e invirtió parte de su capital en
instalaciones productivas. Por supuesto, ni estableció una curtiduría, ni una
talabartería, ni compró tierras para criar ganado. Sabía perfectamente que su
modelo de negocio en Argentina era imposible trasladarlo a Galicia. Pero sí adquirió
una extensa finca próxima a la ciudad de Pontevedra, en Monteporreiro, y en
ella estableció una granja avícola y ganadera orientada a la difusión técnica y
a la mejora de las razas, así como un balneario y una embotelladora de agua
mineral, Aguas del Lérez.
En esta entrada dispone
el lector de más información sobre su biografía y sus actividades en Galicia,
donde poseía una residencia construida en la misma quinta de Monteporreiro a la
que bautizó ‘Villa Buenos Aires’.
'Villa Buenos Aires', en la quinta de Monteporreiro |
Retrato de Casimiro Gómez, años 1920, imagino |
Y ya, por último, reproduzco abajo
un elogioso reportaje publicado en 1898 sobre la vida y negocios del indiano de
Monteporreiro, fallecido en Vigo justo después de nuestra Guerra Civil.
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