Las marcas de galletas que más me
suenan del pasado son las de Cuétara, Artiach y Fontaneda. Artiach y Fontaneda
pasaron hace tiempo a manos de la estadounidense Nabisco y en 2006 a Kraft,
también norteamericana. Cuétara pertenece desde 2009 a Nutrexpa, la empresa
catalana del Cola Cao. El sector galletero está dominado, como tantos otros de
la alimentación, por grandes firmas multinacionales.
No recuerdo ninguna galleta ‘made
in Galicia’ y no es de extrañar porque la historia de los galleteros gallegos
se reduce a un corto número de localidades y a unas pocas firmas que echaron el
cierre en la década de 1960. Las primeras iniciativas nacieron
en la capital del Reino, en Madrid, años 1880-1890, a cargo de un combinado
galaico-portugués del que después hablaremos.
Treinta años más tarde, en 1913,
se estableció una fábrica en Tui, también gallego-portuguesa, La Peninsular,
como un pino en medio del desierto. Y pocos años después afloraron fabricantes
en Sarria, al sur de la provincia de Lugo, un pequeño e inesperado oasis
galletero. Algunos pequeños fabricantes coruñeses y ourensanos completan el
panorama.
En resumen, poca cosa: ni Madrid
ni Galicia contaban con ventajas especiales para liderar la fabricación
de galletas. Estamos ante una historia pequeña, de los esforzados de la ruta.
Empecemos, para meternos en
situación, con dos anuncios de fabricantes de galletas en Galicia, ambos de los
años 1930. Un anuncio de La Peninsular, con su surtido Celta, y otro de una
firma de Sarria que escogió ese nombre tan propio de las pastelerías, La Dulce
Alianza.
1934 |
Remontémonos ahora a los inicios de
la industria galletera moderna. Todos conocemos muchos tipos de galletas y
sabemos que las más sencillas se elaboran con harina, azúcar, puede que huevos
y quizá mantequilla. En el siglo XIX se aplicaron las nuevas técnicas de la
Revolución Industrial para elaborarlas mecánicamente, en fábricas con
maquinaria movida por la energía del vapor, hornos sofisticados, etc.; y comenzaron a envasarse en latas.
Los ingleses tomaron la delantera
y una de sus empresas galleteras, Huntley & Palmers, se convirtió en la
mayor del mundo. Acá una imagen de sus instalaciones en Reading –al oeste de
Londres- en 1889. Procede de una web dedicada en exclusiva a la empresa.
1889 |
Y aquí tenemos un texto que nos
ofrece algunas cifras y nos revela que sus latas de galletas llegaban a los
lugares más insospechados, tanto del Imperio británico como de otros lejanos lugares, y que eran convenientemente
recicladas.
Fernández Armesto (2004), Historia de la comida, Tusquets |
Acá una foto que ejemplifica la difusión mundial de las galletas de Huntley & Palmers.
1900. Vapor con galletas de Huntley & Palmers surcando el río Congo |
Usar envases de hojalata era el mejor modo de garantizar que las galletas llegasen en perfecto estado al consumidor, tal como nos explica Harold McGee en La cocina y los alimentos (2007, pág.604):
“Con su bajo contenido en agua,
las galletas tienen una marcada propensión a perder su textura durante el
almacenamiento. Las crujientes y secas absorben la humedad del ambiente y se
reblandecen; las húmedas y esponjosas pierden humedad y se endurecen. Por
tanto, la mejor manera de conservarlas es en recipientes herméticos. Dada su
escasa humedad y elevado contenido en azúcar, no son muy propensas a ser
atacadas por los microorganismos y se conservan bien.”
El liderazgo británico se basaba
en varios factores. La economía de las Islas crecía a toda marcha y sus
dominios coloniales se extendían por Asia y África, es decir, mercados amplios y en expansión. Los británicos disponían de
abundante carbón, dominaban la tecnología del vapor, poseían una industria
avanzada para la fabricación de todo tipo de maquinaria y de hojalata, y contaban
con una buena red de transportes.
Por si esto fuera poco, Gran Bretaña disfrutaba de un acceso casi ilimitado a las materias primas necesarias para fabricar galletas gracias a su importante flota mercante y a sus muy bajos derechos aduaneros. Harinas, azúcar, mantequilla, huevos, cacao, especias, de origen nacional o procedentes del exterior, llegaban con facilidad a las factorías galleteras.
¿Y qué pasó en España?. La
historia del sector galletero español ha sido explicada por Javier Moreno en dos
artículos disponibles en la red: el primero publicado en 2001, La dulce transformación. La fabricación española de galletas en la segunda mitad del siglo XX; el segundo en 2008, Tecnología, empresa y mercado en la fabricación española de galletas, 1790-1936. Ambos en la Revista de Historia Industrial.
Por si esto fuera poco, Gran Bretaña disfrutaba de un acceso casi ilimitado a las materias primas necesarias para fabricar galletas gracias a su importante flota mercante y a sus muy bajos derechos aduaneros. Harinas, azúcar, mantequilla, huevos, cacao, especias, de origen nacional o procedentes del exterior, llegaban con facilidad a las factorías galleteras.
1900 |
Moreno nos muestra que los
primeros fabricantes no artesanales, con fábrica, como Palay (Badalona) o Viñas y Compañía (Barcelona), surgieron en los años 1860 y 1870. Que, como tantos otros, acudieron a la meca de las galletas,
Inglaterra, y de allí se trajeron máquinas, técnicas e ideas. Y que tenían que enfrentarse a los grandes británicos del sector, como Huntley & Palmers.
En una primera etapa, hasta 1897,
destacaron las empresas catalanas en la fabricación de ‘galletas finas’ que se
vendían en el mercado nacional o se exportaban a Cuba. Pero “la pérdida de las
colonias antillanas [en 1898] asestó un golpe durísimo al sector”, al igual que
las medidas arancelarias que encarecieron las harinas importadas en 1906. Una
etapa de cambios que facilitó la incorporación al negocio galletero de empresas
de otras regiones como Fontaneda (Aguilar de Campoo, 1903), Artiach (Bilbao
1907) o La Peninsular (Tui 1913). Los Cuétara, cántabros, empezaron en México y
no se establecieron en España hasta 1951.
Según mis informaciones, no ha
habido en Galicia ninguna fábrica de galletas anterior a 1900. Habría, seguro,
pasteleros o confiteros artesanales que las elaboraban, pero no instalaciones
fabriles. Lo habitual eran los pequeños obradores que fabricaban galletas, rosquillas, bizcochos y otros dulces para
fiestas y romerías y que solían encargar a terceros su venta, tal como se describe en la
siguiente noticia.
A Coruña, 1911 |
Lo que sí encontramos es un
colectivo gallego-portugués de fabricantes que alcanzó cierta importancia en
Madrid a partir de los años 1880, cuyas figuras más destacadas fueron Venancio Vázquez –natural de Sarria (Lugo)- y Augusto Martinho [léase Martiño],
portugués.
Cada uno por su lado fueron pioneros de la industria galletera madrileña, sus historias acabaron cruzándose, y no tardaron en transformar o vender sus sociedades y fábricas: Venancio Vázquez constituyó La Fortuna en 1902 pero la abandonó poco después, y la factoría de Martinho acabó en manos de La Industrial Madrileña también a principios del siglo XX.
Cada uno por su lado fueron pioneros de la industria galletera madrileña, sus historias acabaron cruzándose, y no tardaron en transformar o vender sus sociedades y fábricas: Venancio Vázquez constituyó La Fortuna en 1902 pero la abandonó poco después, y la factoría de Martinho acabó en manos de La Industrial Madrileña también a principios del siglo XX.
A ellos, a los gallegos
galleteros de Madrid, dedicaré la primera parte de esta historia.
El fundador de la Casa Martinho
–Augusto Esteves Martinho (1844-1910)- era de Lisboa, y había iniciado la
fabricación de galletas en 1883, año en que inauguró su factoría en la calle
Alcalá, muy cerca de la plaza de Toros de Goya, anterior a la de Las Ventas.
Acá un pequeño mapa con su ubicación.
Martinho y Cía. Ubicación de su fábrica de galletas (arriba derecha, calle Alcalá ) en mapa de 1902. |
Y aquí una noticia sobre dicha inauguración.
Una de sus primeras marcas fue
León de Oro, con un toque aristocrático.
1883, Marca León de Oro inscrita por Martinho y Cía. |
Sus galletas y bizcochos de fantasía eran envasados en
decoradas cajas de hojalata.
Se trataba de un negocio
orientado a satisfacer la demanda de dulces exquisiteces de la clientela
adinerada, fuese en la Corte o en otros lugares, con productos propios o
traidos de las principales capitales europeas. Martinho importaba exquisitos
bombones de las ‘más renombradas Casas de Europa’ así como ‘los más selectos
bizcochos y galletas’.
1910 |
Martinho acudía al extranjero a adquirir no sólo dulces deliciosos y ‘objetos caprichosos’ que vendía en su céntrica tienda, sino también la maquinaria para su fábrica: “El conocido industrial D. Augusto Martinho ha salido para
varias plazas del estranjero, con objeto de adquirir máquinas y artefactos para
el mayor impulso de su ya importante fábrica de galletas y objetos caprichosos
para el depósito establecido en la calle del Arenal, 6.” (1885). Era fabricante y al mismo tiempo comercializador de productos de importación.
Varios anuncios nos revelan que
elaboraba diversos tipos de galletas –con mantequilla danesa-, que ofrecía al consumidor productos típicos de Portugal y que mimaba a los clientes
franceses de la capital con los más variados dulces: marrons glacés (castañas confitadas), frutas escarchadas, chocolates, bombones, caramelos, plum-cakes.
1885 |
1886 |
1885 |
En 1885 la gestión de la fábrica
de Martinho en la calle Alcalá pasó a manos de la compañía Tavares y Gómez, que
monta despacho propio, primero en la calle Montera y luego en la calle Mayor. No he podido descubrir quien era Tavares –un apellido gallego o
portugués- pero el apellido Gómez correspondía a Antonio Gómez Quiroga, casado
con la única hija de Martinho, María Martinho Figueiredo, y ... oh, casualidad,
natural de Sarria, en Lugo. El pequeño misterio de la curiosa afición de los sarrianos a las galletas.
Acá reproduzco dos anuncios de Tavares y Gómez.
Acá reproduzco dos anuncios de Tavares y Gómez.
Y acá un elogioso reportaje de
1890 sobre la empresa, con muestras de admiración hacia la industria galletera inglesa y con quejas por las trabas que
las excesivas tarifas ferroviarias y los elevados impuestos sobre el consumo
imponían a la industria madrileña.
NUESTRAS FABRICAS
Galletas y bizcochos (Tavares y
Gómez, 163, calle de Alcalá)
Esta industria, nueva en España, alcanza
hoy un completo desarrollo, merced a los perserverantes esfuerzos de los
conocidos industriales con que encabezamos estas líneas. La fabricación de
galletas y bizcochos era desconocida en nuestra patria, y sólo merced a
Inglaterra, que parece privilegiada para monopolizar todas las industrias,
teníamos un ligero conocimiento de estos productos. (...) El espíritu
reformista e investigador de los hombres de nuestro siglo, que busca nuevos
horizontes y que no desatiende el problema importantísimo de una buena y sana
alimentación, no podía menos que fijarse en que la harina, el azúcar, la
manteca y demás sustancias que entran en la fabricación de las galletas,
constituirían un alimento nutritivo y de higiene reconocidísima. Así se
comprende que en Inglaterra, en donde la organización física de sus habitantes
es desarrollada y robusta, cual en ninguna otra nación, consideren la galleta
como un artículo de primera necesidad.
En nuestra visita a este
importante establecimiento industrial hemos quedado verdaderamente sorprendidos
de ver que para artículo que tan sencillo se considera en su manipulación, se
empleen máquinas y aparatos en número tan considerable y de tan ingeniosos
efectos; merecen citarse las máquinas estampadoras que graban, cortan y colocan
las galletas en tableros de hierro destinados al efecto y en disposición de ser
conducidas a los hornos giratorios que incesantemente funcionan, y que son
auxiliados para su alimentación por el vapor que penetra en su interior
convenientemente distribuido por tubos.
Como prueba de la creciente
importancia que esta industria va teniendo en España, baste indicar que los
Sres. Tavares y Gómez cuentan con más de 4.000 clientes entre Madrid y
provincias, y que sus productos son hoy preferidos en los mercados más
importantes de las Repúblicas americanas, para donde se envían buen número de
kilos de su selecta fabricación. (...)
Pero los titánicos esfuerzos de
hombres industriosos como los Sres. Tavares y Gómez se estrellan ante las
dificultades que Madrid tiene para industrias de la importancia de la que nos
ocupa; las tarifas de ferrocarriles exorbitantes cual en ninguna otra plaza
comercial; las tarifas de Consumos elevadísimas e inspiradas solamente bajo la
base de considerar a Madrid como gran centro de consumo, y como si nada
produjese, son cosas ambas que bien merecen la pena de ser debidamente
estudiadas por nuestros administradores, y en plazo no lejano Madrid contaría
con establecimientos fabriles a semejanza de los existentes en Inglaterra
(...)”
Tavares y Gómez se esforzaron en
fabricar dulces tradicionales con técnicas modernas, como el dulce de
membrillo.
“La fabricación del dulce de
Membrillo, que merced a los perserverantes estudios de los conocidos
industriales de esta corte Sres. Tavares y Gómez ha salido del cauce rutinario
a que estaba sometida, alcanza (...) un grado tal de adelantamiento, que puede
calificárseles de innovadores en su industria. Nos sugiere esta reflexión la
visita que hemos hecho a la instalación que con tal objeto, y tras no pequeños
gastos, han establecido en su fábrica de galletas de la calle de Alcalá; por
procedimientos puramente mecánicos, y que son privilegio exclusivo de dichos
señores, el fruto de membrillo sufre varias y curiosas operaciones hasta que
resulta constituido en ese delicadísimo e higiénico producto que se conoce como
dulce de Mermbrillo. Nos complace recomendar este producto, que puede adquirirse
en los principales establecimientos de ultramarinos, los que a su vez lo
adquieren diariamente de la casa productiva.” (1891).
En 1892 la empresa galletera
experimentó un nuevo cambio y la fábrica de Alcalá pasó a denominarse Tavares y
San Julián. ¿Quién era este nuevo socio?. Pues otro lucense, Emilio Pérez San
Julián, natural de Meira. Se mantuvo, pues, la conexión gallego-portuguesa,
aunque no por mucho tiempo, como veremos más abajo.
Dejemos de momento a la empresa de Martinho. En 1893, diez años después que la del lisboeta Martinho, vio la luz otra firma galletera fundada por un gallego instalado
en la Corte. Me refiero al ya citado Venancio Vázquez López (1847-1921). El
joven Venancio procedía de Sarria y llegó a la capital en 1859 tras
la senda de su tío, el famoso fabricante de chocolates Matías López López
(1825-1891), con quien adquirió la experiencia y el capital necesarios para
establecerse por su cuenta en una actividad no muy diferente a la chocolatera.
La trayectoria de Matías López ha
sido tratada en varios trabajos recientes. Uno el libro de Luis Rodríguez,
Matías López y López, espejo de empresarios (2001); otro el capítulo firmado
por Ricardo Gurriarán en el volumen Empresarios de Galicia 2 (2009).
Menos conocida es la trayectoria de
su sobrino Venancio Vázquez. Acá tenemos un retrato. Era calcado al tío Matías, según parece.
Tras la muerte de su tío Matías
en 1891, Venancio decidió introducirse en la fabricación de galletas y
bizcochos; primero en su fábrica de chocolate de la calle Caracas en 1893 y al
año siguiente en la nueva factoría que estableció en Pozuelo de Alarcón,
pequeño pueblo con estación ferroviaria en la ruta hacia Santander, desde donde
recibía las materias primas de importación –cacao, azúcar, especias- e incluso
la harina; supongo que también el carbón. Pozuelo está muy próximo a Madrid y cerca de El Escorial, donde
Matías López había instalado su fábrica de chocolates.
Abajo ofrezco una breve reseña
con la historia inicial de la firma y varios anuncios.
Conclusión: en poco más de una década, entre 1883 y 1893, gallegos y portugueses se ponían al frente de la industria galletera madrileña: Martinho, Tavares, Gómez, Vázquez, San Julián. Pero, por razones que después trataré de aclarar, nuestras dos empresas pioneras cambiaron pronto de dueños o tuvieron que transformarse.
El primer cambio afectó a la
companía de Martinho: en 1894 su fábrica de galletas pasó a manos de otra
empresa –Cifuentes y San Julián- y al poco tiempro sufrió un incendio. Con el
fallecimiento de San Julián en 1897, desapareció la participación galaico-portuguesa
en el negocio y se hizo cargo de la fábrica de Alcalá otra empresa, La
Industrial Madrileña, una sociedad anónima que había sido fundada en 1891 y cuyo principal socio y director era Joaquín Cifuentes. Nuevos dueños y ... nueva fábrica.
Las nuevas instalaciones de la
firma fueron inauguradas en 1903, un acontecimento recibido con elogios por la
prensa, que señalaba el hecho como un testimonio de que Madrid no era sólo la
Corte, sino también una ciudad con empuje económico. Ahí va un reportaje.
“Inauguración de una fábrica. LA
INDUSTRIAL MADRILEÑA.
A las cuatro y media de la tarde
de hoy se ha celebrado la inauguración de la nueva Fábrica de galletas de la
importante Sociedad La Industrial Madrileña. Ha sido una fiesta brillante de la
industria de nuestra capital, de cuyo progreso es un magnífico ejemplo. (...)
Terminada la visita, los invitados fueron obsequiados en uno de los salones con
un espléndido lunch. Los principales
accionistas de la Fábrica y el director de la misma, D. Joaquín Cifuentes,
hacían los honores (...) La Industrial Madrileña es una Sociedad anónima, que
se fundó en nuestra capital en 21 de Marzo de 1891, con un capital de un millón
de pesetas, para explotar la fabricación de galletas, bombones, caramelos,
bizcochos, conservas de frutas y toda clase de artículos de confitería
decorada. (...) Ocupa el edificio un espacio de 20.000 pies cuadrados en la
calle de Alcalá (número 163), dando vuelta a las calles de Hermosilla y
Alcántara. La construcción, elegante y sencilla, ha sido dirigida por el
ilustre arquitecto D. Eduardo de Adaro, autor de los proyectos del Banco de
España y del Banco Hispano-Americano. (...)
Es muy interesante y curiosa una
vista a la Fábrica. Comenzando por los sótanos, donde están establecidos los
almacenes de materias primas y donde dentro de poco se montará la fabricación
de conservas de frutas, todo solicita la atención. En la planta baja están dos
grandes motores eléctricos, en una dependencia especial; frente a ella, en un
gran salón, están los hornos para galletas y bizcochos de sistema inglés, y
diversas máquinas para cortar las galletas y bizcochos en sus distintas formas.
Toda esta maquinaria, como la restante instalada en otros vastos salones, ha
sido traída de Leipzig. Interesantísimo es el magnífico salón donde se fabrican
los bombones y caramelos. En relucientes calderas de cobre se hace la pasta,
que en grandes mesas de mármol se extiende para moldearla y cortarla después
por medio de máquinas especiales; en otros grandes peroles se confitan las almendras,
piñones, etc. En otro salón contiguo están instaladas varias máquinas para
fabricar pastillas de menta, descascarillar y moler el cacao y extraer su
aceite esencial, y otros aparatos, todos movidos por complicado sistema de
transmisiones, muy ingenioso por cierto. En otros salones del entresuelo y piso
principal está las siguientes dependencias: taller de carpintería para
embalaje, idem de latonería para fabricar los envases de las galletas y
bizcochos, empaquetado de galletas, almacenes de las mismas, empaquetado de
bombones y caramelos, taller de decorado de confitería, oficinas, etc. (...)
La
Fábrica produce diariamente más de 1.600 kilos de galletas y más de 300 de
bombones y caramelos. En los diversos trabajos y labores están empleados actualmente
300 obreros. (...)” (1903)
Y acá una foto del taller de
modelado de galletas y un anuncio de La Industrial Madrileña, sucesora de Martinho y Compañía, como ya señalé, en la calle de Alcalá.
Sin embargo, el gozo acabó en el
pozo porque ya en 1907 se subastaban los activos de La Industrial Madrileña,
adquiridos al poco tiempo por La Industrial Española, una sociedad promovida por
la familia De Carlos y por el comerciante Julio Castañedo, constituida en 1908. La nueva empresa prolongaría su actividad hasta finales de los años 1940, según información facilitada por Arturo Lahera.
También experimentó una profunda
transformación la empresa fundada por Venancio Vázquez. Venancio no tardó mucho
en dar un giro radical a la gestión de su firma y en 1902 impulsó la
creación de la Sociedad Anónima La Fortuna a la que aportó sus fábricas y de la
que fue gerente durante algunos años.
Los dos reportajes de más abajo nos muestran el peculiar diseño de la nueva sociedad: únicamente podían ser socios los dueños de establecimientos comerciales o de hostelería cuyo negocio incluyese la venta de galletas, bizcochos y chocolates, desde ultramarinos a cafeterías. Era una manera de motivarlos a dar salida preferente a los productos de La Fortuna.
Los dos reportajes de más abajo nos muestran el peculiar diseño de la nueva sociedad: únicamente podían ser socios los dueños de establecimientos comerciales o de hostelería cuyo negocio incluyese la venta de galletas, bizcochos y chocolates, desde ultramarinos a cafeterías. Era una manera de motivarlos a dar salida preferente a los productos de La Fortuna.
“LA FORTUNA.- Para explotar las
fábricas de chocolate y galletas que D. Venancio Vázquez poseía en esta corte y
en Pozuelo de Alarcón respectivamente, se ha constituido una Sociedad anónima
con el título indicado, cuyo capital consistirán en un millón de pesetas
representado por 20.000 acciones de 50 pesetas cada una, de las que 6.500 se
entregan al Sr. Vázquez en pago de las aportaciones de sus fábricas y las
13.500 restantes se suscribirán precisamente por dueños, en nombre propio, de
establecimientos de ultramarinos, comestibles, abacerías, chocolates,
mantequería, café, fiambres, confitería, etc., en Madrid o provincias, (...)
Además, el Sr. Vázquez, mientras sea socio, será Consejero inamovible y hasta
el segundo domingo de Marzo de 1905 Director gerente encargado de la dirección
técnica del negocio.”
En el informe de resultados
de la empresa correspondiente al año 1903 se hacía notar la incorporación de 629 socios, y
también que Venancio Vázquez había renunciado a la gerencia y había puesto en venta 2.688
de sus 6.500 acciones. El pionero sarriano aceleraba su retirada.
A los pocos años los nuevos
gestores decidieron construir fábrica nueva en el Paseo del Rey, al tiempo que ponían en venta las
anteriores instalaciones de la calle Caracas y de Pozuelo. Acá un mapa con el lugar escogido para dicha fábrica, justo al lado de la estación ferroviaria Norte. Está claro que los objetivos eran concentrar la producción antes dispersa, mejorar maquinaria e instalaciones y gozar de buen acceso al transporte por ferrocarril, del que antes carecían.
Emplazamiento de la fábrica de La Fortuna, al lado de la estación ferroviaria del Norte, en mapa de 1902. |
A continuación, una crónica de su inauguración en 1913.
"PROGRESOS DE LA INDUSTRIA MADRILEÑA.
Desconocen la mayoría de los madrileños la creciente importancia de nuestra industria en sus diversos ramos. (...) Hoy creemos justo hablar de una industria de gran importancia: la fabricación de galletas, chocolates y bombones, digna de competir y aventajar a las grandes fábricas extranjeras, como Palmers, Menier y Suchard. Nos referimos a la nueva fábrica que acaba de inaugurar en el número 24 del paseo del Rey la Sociedad Anónima La Fortuna, harto conocida del público madrileño.
La fábrica de galletas, bombones y chocolates de La Fortuna es, sin disputa, una de las primeras de España en cuestión de instalación y maquinaria modernísima y perfeccionada, así como en su parte administrativa, digna de parangonarse con las mejores de Europa. Sus nuevos locales del paseo del Rey son un modelo (...) [ocupan 92.000 pies cuadrados y sus] talleres producen diariamente la friolera de 4.000 paquetes de chocolates, de 4.500 a 5.000 kilos de galletas y bizcochos y varios miles de kilogramos de bombones y pastillas de chocolate.
El trabajo de operarias y operarios de La Fortuna se realiza con una pulcritud y esmero a que, desgraciadamente, no estamos acostumbrados en España; gentiles muchachas, admirablemente uniformadas, con trajes de distintas tonalidades, según la sección a que pertenecen, se ocupan del empaquetado de los distintos artículos, mientras que las albas blusas de los operarios masculinos, personal escogidísimo y competente, se agrupan junto a los más perfecto que se conoce hoy día en maquinaria para la producción de las múltiples variedades de galletas y chocolates que luego se reparten en el mercado mundial, popularizando la marca La Fortuna desde la modesta tienda de ultramarinos hasta el aristocrático restaurant.
Cuarenta metros de largo, por 28 de ancho, y con una elevación de 18 metros, mide la nave en que están instalados los cuatro grandes hornos de 13 metros de largo, para la cocción de las galletas, los cuales están precedidos por los talleres de amasado y tendido de la pasta, y de los cuales pasan a las máquinas cortadoras y laminadoras. Importante es asimismo la nave destinada a la fabricación de chocolates y bombones, con sus molinos mezcladores, refinadoras, batidoras y demás aparatos que son triunfos de maquinismo moderno, y que da la sensación de hallarse uno en la galería de máquinas del último de los concursos internacionales. (...)"
En las siguientes fotos podemos ver uno de los talleres de empaquetado de galletas -con sus operarias- y la nave de elaboración de chocolates -con sus operarios-.
Concluyamos ya la historia de los
galleteros gallegos –y portugueses- en Madrid. Primero veamos un mapa que muestra
las ubicaciones de sus fábricas y despachos, resaltadas en azul.
Arriba la fábrica original de chocolates y galletas de Venancio Vázquez, en la calle Caracas, y a la izquierda la establecida por La Fortuna en 1913. A la derecha la fábrica de la calle Alcalá de Martinho y Compañía. Y abajo, los despachos y depósitos de galletas, en el Madrid histórico, calles Arenal, Mayor y Cuatro Calles –al lado de las Cortes-. No se ve la factoría de Pozuelo de Alarcón, al noroeste de la capital.
Arriba la fábrica original de chocolates y galletas de Venancio Vázquez, en la calle Caracas, y a la izquierda la establecida por La Fortuna en 1913. A la derecha la fábrica de la calle Alcalá de Martinho y Compañía. Y abajo, los despachos y depósitos de galletas, en el Madrid histórico, calles Arenal, Mayor y Cuatro Calles –al lado de las Cortes-. No se ve la factoría de Pozuelo de Alarcón, al noroeste de la capital.
Ubicación de las fábricas y despachos de las empresas galleteras de Martinho y Venancio Vázquez en mapa de 1901 |
Y ahora tratemos de responder a
una pregunta, ¿por qué tantos líos con nuestras dos empresas galleteras en la
primera década del siglo XX?.
No lo tengo muy claro, pero imagino que se verían afectadas por varios cambios bruscos que afectaron considerablemente al negocio por aquellos años. La pérdida del mercado cubano a partir de 1898 debió de reducir algo las ventas, pero ¿cómo se las arreglaron las galleteras ante el tremendo descenso de las importaciones de azúcar procedente del Caribe?.
España venía importando con anterioridad entre 2 y 4 millones de toneladas anuales; en 1901 fueron sólo 6.800 toneladas y al año siguiente 4.300. Son cifras de las Estadísticas Históricas de España (2005, Fundación BBVA, pág. 326). ¿Compensaría la producción interior una disminución de tal calibre en la oferta de azúcar?. No. La producción española de azúcar rondó las 100.000 toneladas por esos años. El reajuste debió de ser bien complicado.
No lo tengo muy claro, pero imagino que se verían afectadas por varios cambios bruscos que afectaron considerablemente al negocio por aquellos años. La pérdida del mercado cubano a partir de 1898 debió de reducir algo las ventas, pero ¿cómo se las arreglaron las galleteras ante el tremendo descenso de las importaciones de azúcar procedente del Caribe?.
España venía importando con anterioridad entre 2 y 4 millones de toneladas anuales; en 1901 fueron sólo 6.800 toneladas y al año siguiente 4.300. Son cifras de las Estadísticas Históricas de España (2005, Fundación BBVA, pág. 326). ¿Compensaría la producción interior una disminución de tal calibre en la oferta de azúcar?. No. La producción española de azúcar rondó las 100.000 toneladas por esos años. El reajuste debió de ser bien complicado.
Otro factor influyente tuvo que ser la
depreciación de la peseta que aconteció en el mismo período, un factor que encareció las importaciones. Y luego, más importante quizás, el hecho de que en 1906 el gobierno español aumentó los derechos arancelarios que gravaban las harinas
extranjeras. En definitiva, en pocos años el coste y las fuentes de abastecimiento de los insumos que empleaban las firmas galleteras, e incluso sus mercados, experimentaron cambios severos que obligaron a las empresas a transformarse o morir.
Venancio, como vimos, se retiró del negocio en torno a 1905, cuando ya contaba con casi 60 años. ¿Y qué pasó con la casa
Martinho?. Pues que siguió en activo, sin la fábrica de la calle Alcalá,
elaborando y vendiendo delicatessen en su tienda de la calle Arenal, desde
vinos portugueses hasta porcelanas y otros ‘objetos caprichosos’. Abajo podemos ver la portada de un calendario promocional de la Maison Martinho.
Tras la
muerte del fundador Augusto Martinho en 1910 su único yerno, el sarriano Antonio Gómez, se puso
al frente. Acá tenemos una crónica de una visita que realizó a Lugo en 1915.
1901 |
La noticia recoge el delicado estado de salud de su esposa María Martinho pero, ironías del destino, fue Antonio Gómez el que justo al año siguiente abandonó este
mundo. Su mujer viviría hasta 1950. La firma quedó en manos de los hijos, de los
Gómez Martinho, quienes entre otras cosas vendían dulces portugueses.
Dos clanes familiares de gallegos y portugueses, o más bien de lisboetas y sarrianos, dejaron su huella en la etapa inicial de la industria galletera madrileña. En vísperas de la Guerra Civil, en 1935, según nuestro experto Javier Moreno (2008, pág. 49), la lista de empresas galleteras en Madrid estaba compuesta de cuatro firmas, y tres de ellas fueron protagonistas de esta historia: La Industrial Española, Martinho y La Fortuna.
En la segunda parte de Galleteros gallegos conoceremos lo sucedido con este dulce negocio en la propia Galicia.
Mi nombre es Rafael Vazquez. Tengo interés en saber donde puedo encontrar recetas o donde se pueden seguir fabricando los bizcochos que la pasteleria Martinho estuvo vendiendo hasta su cierre de la calle del Arenal, 6. Se ha mantenido alguna fabricación similar por sus últimos propietarios?
ResponderEliminar¡Hola, Rafael!. No poseo información sobre lo que preguntas, lo siento. A ver si alguien puede echar una mano. Un saludo.
ResponderEliminarHola Angel, soy Javier Gómez-Martinho, descendiente de los Martinho de que hablas en tu interesante trabajo. Me gustaría saber si tienes algún dato más sobre Martinho(artículos, fotos, etc.) o de Augusto Esteves Martinho y Antonio López Quiroga, o si me podrías decir donde encontrarlos.
ResponderEliminarHecho en falta en tu trabajo la fabrica de galletas que tuvo Martinho en la calle Isaac Peral 42 de Madrid (después de la de Alcalá, aunque no se decirte desde ni hasta cuando estuvo abierta).
La confitería de Arenal 6 cerró hace mas de treinta años y la familia ya dejo el negocio.
Un saludo
Hola, Javier. Me alegro de que te haya gustado el trabajo. Si quieres establecer contacto conmigo, envíame un correo a la dirección jalisiaajraria@gmail.com, y te mandaré el material de que dispongo, aunque buena parte de él ya está colgado en Galleteros. Así, de paso, podremos comentar la historia familiar, si te parece. Un saludo.
ResponderEliminarHola, me tope con tu blog buscando información sobre una caja de latón que encontré en una escombrera. La caja en cuestión es de galletas de la Idustrial Española y a pesar de los daños del óxido aún permite ver su litografía modernista que es una maravilla.
ResponderEliminarestaré encantado de enviarte fotos de la misma para que aumentes tu documentación gráfica ( que es eexcepcional, por cierto), sólo tienes que mandarme un mail a fdemiguelhombria@gmail.com
un saludo!
Fernando
Gracias, Fernando, por tu ofrecimiento y por salvar una pobre lata de galletas abandonada. Un saludo.
ResponderEliminarEs una pena con la estupenda materia prima que tenemos en Galicia, que no tengamos mas productos elaborados. Tenia que haber mas Galletas Maruxas en Galicia.
ResponderEliminarHola!!
ResponderEliminarAcabo de encontrar tu blog, investigando sobre mi bisabuelo, Venancio Vázquez, me ha encantado toda la información que nos das, me gustaría contactar contigo, por si tienes mas datos, fotos, etc.
Es buenisimo lo que has hecho
Gracias
Matilde Vázquez
Olvidé ponerte mi correo electrónico
Eliminarmathildevm@hotmail.com
Gracias, Matilde. Tengo el blog abandonado por razones de trabajo, pero ahora te escribo. Un saludo.
EliminarTengo un gran recuerdo de las galletas rectangulares con la inscripción Martinho que compraba mi madre en los años 50 en la tienda de la calle Arenal 6, estaban riquísimas, tengo su sabor en la mente esperando encontrar alguna que al menos me lo recuerde.
ResponderEliminarMe llamo Zacarías Pastor6
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