En la primera parte de esta historia hemos visto que las muy diferentes circunstancias del mercado
de tierras en Galicia y en Argentina explicaban que algunos humildes hijos del
Viejo Noroeste se convirtieran en ‘reyes del agro’ allá, en la Pampa, ya que
aquí hubiese sido imposible. Toca ahora conocer los detalles de su ascenso.
Empecemos por Santamarina, el
primero en el tiempo y el que acumuló mayor patrimonio, el primus inter pares, rey de la ganadería, el rey de reyes. Su nombre completo era Ramón Joaquín García
Santamarina Valcárcel y la historia de su vida y de sus estancias nos es bien
conocida gracias, sobre todo, al libro de Andrea Reguera titulado Patrón de estancias, Ramón Santamarina: una
biografía de fortuna y poder en La Pampa (2006).
La voz Ramón Santamarina en la wikipedia contiene abundante información, aunque yerre en el año de su llegada
a Buenos Aires, y no sé si en otras cosas. Quien no quiera o no pueda conseguir
el libro de Andrea Reguera, tiene la alternativa de descargar este otro libro,
Buenos Aires Gallega. Inmigración, pasado y presente (2007), el cual, entre otros interesantes trabajos, contiene un
capítulo titulado Un clan gallego: la
familia Santamarina y sus negocios (págs. 65-78) escrito por la misma
autora. Lo que sigue es un resumen basado en ambos estudios de Andrea Reguera y
en otras fuentes.
Varios episodios de la infancia de
Santamarina causan impresión. Su padre, capitán de la Guardia de Corps al
servicio del rey en Madrid, lleva a Coruña al pequeño Ramón, de ocho años, en
una excursión a caballo; se allegan a la Torre de Hércules y después de hacer
jurar al hijo que cuidaría de su madre y de su hermana, se mete un tiro en la cabeza.
Meses después muere la madre y el niño
ingresa en un Hospicio santiagués. Tras cinco años, Ramón escapa del orfelinato
y se embarca en un velero como grumete rumbo a Buenos Aires.
Desembarca en 1840, “sin cartas
de recomendación, sin parientes ni amigos, sin previo conocimiento de estas
tierras, con tan solo una moneda de oro de cinco duros”. Tras varios trabajos
en la capital, en 1844 Ramón es contratado como boyero –el que conduce los
bueyes- por un carretero que hacía la ruta a Tandil, más de 300 kilómetros al sur
de la capital, en la ‘frontera’. Allí ejerce
de peón agrícola en una estancia y luego se dedica al comercio de cueros.
“Llegó a tener cuarenta hombres a
su cargo que carneaban [sacrificaban] de 200 a 300 reses diarias. La carne era
destinada al abastecimiento de las tropas del General Díaz Vélez en la frontera
en lucha contra el indio y los cueros eran destinados a la exportación. (...)
En 1846 Santamarina adquirió una carreta, estableciendo así el primer servicio
de carretas Tandil-Buenos Aires-Tandil. Comenzando con una, la empresa llegó a
tener un total de 24 [y] durante largo tiempo, Santamarina realizó con sus
carretas continuos viajes a la capital trayendo toda clase de mercaderías para
abastecer los almacenes de campaña y proveer parte de las fuerzas defensoras de
la zona a cargo del Coronel Benito Machado. Por estas diligencias, se dice, recibió
en pago documentos a cargo del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires que
luego transformaría en tierras a las que fue poblando de hacienda [ganado] e
instalando sus propios almacenes de campaña, iniciando así la formación de un
importante y grandioso patrimonio”
¡Y tan grandioso!... porque tras
su primera compra en Tandil –año 1863, 1.575 hectáreas- llegó a poseer un total
de 281.727 hectáreas repartidas en 33 estancias en distintos municipios de la
provincia de Buenos Aires.
Reguera 2006, páginas 29-32 |
“Entre 1864 y 1902 Santamarina se
benefició de una política de distribución de tierras llevada a cabo por el
Estado (...) Todas las tierras que Santamarina había adquirido para sí, bajo su
propio nombre hasta 1890, y luego a través de su sociedad comercial en diversos
partidos de la Provincia de Buenos Aires y en otras provincias, fueron por
compras hechas a particulares (174.056 hectáreas) y/o al Superior Gobierno de
la Provincia de Buenos Aires (107.671 hectáreas) (...) Santamarina compró
tierras en un momento en que el Estado las transfería del dominio público al
privado, pero también en un momento en que esas mismas tierras experimentaban
continuos traspasos entre particulares. Es evidente que se trataba de tierras
inseguras de frontera –en 1876 se registran los últimos malones [motines]
indios–, a precios bajos que el Estado estaba traspasando a manos privadas,
pero la fiebre expansiva de los años 1880 provocó aumentos especulativos en
esos mismos precios debido al avance de la frontera, la incorporación de nuevas
tierras al proceso productivo y al auge exportador de los productos
agropecuarios. Se generó una expectativa de ganancias futuras que dieron como
resultado esos aumentos especulativos. Pero este proceso no se debió únicamente
a esas expectativas de ganancias futuras sino a un proceso de transformación
que experimentó la estructura regional pampeana. Esta se evidenció a través de
una ampliación de la red ferroviaria, el mejoramiento de las comunicaciones y
el incremento en el valor y el precio de las exportaciones que condujo a una
constante y efectiva valorización de la tierra.”
¿Y a qué dedicaba sus extensas
propiedades Ramón Santamarina? Pues principalmente a pastos, maíz y alfalfa
para la cría de ganado vacuno y ovino, ganado que enviaba en vivo, primero a
pie y después por ferrocarril, con destino a mercados y mataderos urbanos para
el consumo de su carne. Desde principios del siglo XX, abastecía también a las
nuevas industrias frigoríficas dedicadas a la elaboración de carne congelada o
‘enfriada’ –chilled-. Otro rubro importante de su negocio era, por supuesto, la
lana. Fue de los que trajo de Europa y de Estados Unidos razas selectas de vacas
y ovejas para mejorar los rendimientos de su extensa cabaña. En definitiva, un
‘rey de la ganadería’.
Con trece hijos –aparte de otros seis
fallecidos muy pequeños- de dos esposas, Santamarina se había instalado en 1880
en Buenos Aires y diez años después fundó con sus hijos la firma Santamarina
& Cía, cuyo capital era de 11.2 millones de pesos; una empresa que
“atendía el ramo bancario,
comisiones y consignaciones de frutos del país, explotaciones industriales y
rurales, explotación de agencias, casas de comercio y comanditas, compra y
venta de bienes raíces, administración y arrendamiento de propiedades en todo
el país (en especial en las provincias de Córdoba, Buenos Aires, Santiago del
Estero, Santa Fe y Territorios Nacionales), préstamos de dinero con garantía
hipotecaria, participación en sociedades de cualquier clase y toda operación
por cuenta propia y ajena.”
El huérfano que salió de Galicia
con 13 años y cinco duros, y que llegó a convertirse en uno de los mayores
hacendados argentinos, se suicidó en 1904 a los 77 años de edad. Cansado de la
vida, cabe suponer, dado que nadie ha llegado a saber el motivo del suicidio.
Acá tenemos un estudio para
retrato de Santamarina, obra de Joaquín Sorolla, pocos años antes de su muerte.
c.1905 |
Cayó Santamarina y no mucho después,
en 1912, cayó también la Piedra Movediza de Tandil, de más de 300 toneladas, ubicada
en un terreno que había sido de su propiedad, donado en los 1880 al municipio. No
llegó a saberse la causa del derrumbe. A nuestra ‘pedra de abalar’ de Muxía –80
toneladas- se supone que la partió un rayo.
Respecto a la piedra, en esta web
se nos dice que “por iniciativa de Ramón Santamarina (hijo), y para preservar
el medio ambiente alrededor de la Piedra Movediza, afectado por la actividad de
los picapedreros, Don Ramón compra a Carlos Díaz y por ante el Escribano
Alberto Conze, los 36.000 m2 que encerraban a ese fenómeno de la naturaleza.
Luego transfiere esa propiedad a su hijo y éste, con fecha 24 de octubre de
1887, la dona al Municipio de Tandil. Tan identificada estaba la sociedad
tandilense con la piedra que numerosas instituciones, entre ellas el propio
municipio, la incorporaron en su logo, también muchísimos comercios, hoteles,
clubes, canteras, fábricas, transportes y emprendimientos culturales llevaron,
y todavía llevan, la imagen y el nombre de La
Movediza”.
La herencia dejada por Santamarina
fue valorada en 12.5 millones de pesos, según ha comprobado Andrea Reguera. Inevitablemente
pensé en cómo mostrar al lector cuál sería el equivalente en euros de 2014, y comprobé
que la conversión no es nada fácil. Primero me informé de a cuanto equivalían
los pesos argentinos ‘moneda nacional’ en pesos oro y éstos en dólares oro, con
el fin de convertirlos a dólares actuales por medio de la herramienta ofrecida
por http://www.measuringworth.com. Demasiado
complicado.
Así que decidí adoptar el más
intuitivo procedimiento de calcular a cuantos salarios anuales de un trabajador
equivaldrían. He consultado algunas fuentes, incluido el libro de Reguera, y
800 pesos por año es una cifra razonable, tal vez excesiva. De modo que los 12,5
millones de 1904 equivalían a lo que ganaban 15.600 trabajadores,
aproximadamente. En la España de 2014 a un trabajador con salario mínimo le
corresponden 9.000 euros anuales que, multiplicados por 15.600, son 140
millones de euros. Los expertos me crucificarán por este cálculo, pero sólo pretendo
ofrecer un dato que sirva de referencia.
Con tan importante patrimonio,
los Santamarina edificaron espléndidas residencias, todas con estilos arquitectónicos
de inspiración europea. Aquí tenemos la llamada Bella Vista, construida en los
años 1880, sede central de la familia, y reformada en 1910 cuando ya era
habitada por su hijo Ramón. Imagen obtenida aquí.
Acá, también de Ramón Santamarina
Hijo, la mansión de la estancia Maryland –llamada así en homenaje a su esposa
María-, en Tandil.
Otro hijo, José, mandó construir la
residencia Sans-Souci –sin preocupaciones-, deshabitada desde hace tiempo y medio
en ruinas.
Y ya, por último, una foto antigua
y otra actual de la entrada a la estancia La Indiana, de Elena Santamarina.
¿Dejaron los Santamarina algún
rastro en Galicia? Pues sí. Tras el fallecimiento de su primera esposa en 1866,
el patriarca envió a Ourense a sus tres hijos –Ramón, de 5 años; José y Ángela-,
donde quedaron al cuidado de su tía Dolores, hermana de Ramón. Ángela Santamarina no
retornó a Tandil, tuvo una larga vida y con lo heredado de su padre pudo
financiar diversas obras culturales y benéficas. En 1925 finalizaron las obras
del palacete, asilo de doncellas huérfanas y templo que mandó construir en el
barrio de O Couto, hoy gestionados por la fundación benéfica Santamarina-Temes.
Acá una foto del conjunto en los
años 1970, una mestura de ‘fantasía neomedieval’ y edificaciones neogóticas,
según he leído. Juzgue el lector por sí mismo.
Pocos años después del
fallecimiento de Ramón, su viuda hizo varias donaciones –terrenos para un
colegio, edificio y equipamiento de un hospital- y para honrar su memoria la
ciudad de Tandil erigió un monumento justo enfrente del hospital que lleva su
nombre.
1914 |
Ramón Santamarina, rey del agro en
Argentina y Self-Made Man. La empresa 'Santamarina e Hijos' sigue en activo y
celebrando aniversarios.
2010 |