COSAS DE LA GUERRA
¿Serán los alemanes o los ingleses
los que tienen la culpa de este fregado
en que todos los pueblos se han complicado
y ya lleva de vida más de tres meses?
Hoy por hoy a nosotros no nos alcanza
y en el país tenemos cierta esperanza
de que estos temporales de faz guerrera
no pasen los umbrales de la frontera
desde que el Presidente, señor de Dato,
hablando en el Congreso, nos dio un buen rato,
proclamando que España vivirá en paz
y en la más absoluta neutralidaz;
aparte las funciones de matar toros
y las escaramuzas que hay con los moros,
que, a veces, ya rebasan la escaramuza
y recuerdan los tiempos del moro Muza.
Pero, en fin, ya vivimos tranquilamente
con las declaraciones del Presidente,
sintiendo, allá en el alma, pesar sincero
por las tribulaciones del extranjero.
Mas, diga lo que diga D. Eduardo,
también nuestro horizonte se pone pardo,
pues si aquí no se libran fieras batallas
se ponen por las nubes las vituallas,
y a durar esto mucho, tendremos todos
que hacer lo de la copla: roer los codos.
Si había en esta tierra cosas baratas
ninguna lo era tanto cual las patatas,
pues en algunos tiempos, por treinta reales,
cualquiera se adueñaba de dos quintales.
Para el mes de Diciembre, según la cuenta,
el quintal de patatas valdrá a cincuenta,
y podrán, solamente, los sibaritas
tomar, con las chuletas, patatas fritas,
pues estará en Galicia, ¡quién lo creyera!
más cara la patata que la ternera.
Y lo mismo sucede con la sardina,
que es teutona y escapa la muy cochina;
y como hasta el presente no cayó helada,
los grelos que se venden no valen nada,
“malgré” lo cual, ya ha habido tirón de pelos,
en la plaza de Abastos, por comprar grelos.
Todos nos resentimos con la subida
de cosas necesarias para la vida,
pero sufre el coplero más vivamente
porque ya no le sirve ni un sólo diente
y hasta que el hombre gane para unos nuevos
defendía su vida con caldo y huevos;
sustancias nutritivas, si juntas van
con la correspondiente miga de pan.
Pero anoche le han dicho ¡colmo de males!
que cuesta la docena nueve reales,
cosa que no recuerdan ambas Castillas
desde que hay españoles y que hay tortillas.
Sólo un día, en el tiempo del Rey Perico,
estuvieron a nueve y un perro chico,
pero fue por culpa de Don Gaiferos,
señor que los comía todos enteros.
Mas, desde tales tiempos no hubo tal suba,
ni aún cuando la terrible guerra de Cuba,
y es precisa la guerra de seis naciones
para que valga un huevo dos “patacones”.
¡Qué guerras tan nefandas, qué tiempos nuevos
y que atrozmente caros están los huevos!
A Coruña, noviembre de1914
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