Algún día iré a Carnota y consultaré
los libros parroquiales para averiguar el origen del apellido Pestonit. Un
Pestonit actual me ha dicho que, según sus noticias, se trata de la versión
deformada del apellido de un soldado de las tropas de Napoleón que hace
doscientos años llegaron a Galicia y... se quedó por estas tierras.
Me hizo gracia la historia porque
no hace mucho estuve hablando con la bibliotecaria del Instituto da Lingua
Galega y al saber que se apellidaba Xoubanova le pregunté por el origen de un
apellido tan peculiar, tan infrecuente y tan concentrado en la zona de
Corcubión. Imaginaba que procedería del apodo de un antepasado y así era. Pero me
llevé la sorpresa de que dicho antepasado había sido... otro soldado
napoleónico, de origen bretón, que evidentemente cambió su apellido. Aclaro al
lector que, traduciendo del gallego, Xoubanova debería significar o bien Sardinilla
Joven –lo cual es redundante- o bien Nueva Sardinilla.
Nuestro protagonista, Saturnino
Pestonit García, nacido en 1909, salió de su Carnota natal hacia La Habana en
1921 y en la capital cubana se incorporó a un negocio que estaba prácticamente
monopolizado por emigrantes procedentes de su concejo: el cultivo y la venta de
flores. Con el tiempo estableció viveros propios para obtener árboles frutales, con tan buenos resultados que mereció el
apodo de ‘mago de la fruticultura’.
El asunto llamó mi atención y me
preguntaba ¿por qué precisamente flores?; ¿acaso disponían los carnotanos de
tradición o especial habilidad en la floricultura?. No creo. En Carnota, aparte
de algunos pueblos que vivían de la pesca y la salazón, predominaban el cultivo
del maíz y de la patata, la cría de ganado y las plantaciones de pinos. Ni de flores
ni de frutales sabían los originarios de Carnota más que otros.
Si en unos casos coincidían el
‘oficio en origen’ y el ‘oficio en destino’ de los emigrantes –marineros y
canteros son dos buenos ejemplos-, en otros casos no existía la más mínima
relación. Lo que sí ocurre –y ocurría- con bastante frecuencia es que los
emigrantes de segunda generación, familiares y convecinos de los ya establecidos, comenzasen su aventura en los negocios y ocupaciones laborales que habían emprendido los llegados con anterioridad. Los recién llegados buscaban amparo en los ya asentados y luego, con
los años, era habitual el salto a otros trabajos y a otras actividades.
El caso de los floreros de
Carnota en La Habana constituye un buen ejemplo de ‘cadena migratoria’, y el
mejor estudio sobre ellos se encuentra en la tesis doctoral de José Antonio
Vidal Rodríguez, que lleva por título La emigración gallega a Cuba: trayectos
migratorios, inserción y movilidad laboral (1898-1968), editada por el CSIC en
2005.
Una versión muy abreviada de su
trabajo, publicada en 2006 por la Revista Complutense de Historia de América,
puede encontrarse aquí. Reproduzco abajo una parte del artículo, con detalles
sobre los floricultores de Carnota.
«El nicho laboral gallego más
destacado fue el creado en La Habana por los inmigrantes procedentes de las
parroquias de las márgenes pontevedresas y coruñesas del Ulla, quienes
monopolizaron la plantilla de jardineros del Cementerio Colón. Entre los
colectivos comarcales y locales que lograron construir economías étnicas, donde
controlaron parcial o mayoritariamente la iniciativa empresarial y el mercado
laboral, destacaron los floreros naturales del municipio coruñés de Carnota,
que monopolizaron el cultivo y venta de flores en La Habana; los marineros de
las rías de Ares y Ferrol, quienes constituyeron la inmensa mayoría de las tripulaciones
de las principales flotas pesqueras y mercantes de la isla; y el de algunos
naturales de los municipios de las comarcas lucenses de Terra Cha y Mariña
Occidental y del ayuntamiento coruñés de As Pontes de García Rodríguez, que
dominaron el negocio de casas de préstamos, empeños, mueblerías y joyerías de
La Habana. (...)
En vísperas de la Revolución, las calles aledañas al cementerio Colón albergaban la mayoría de los comercios de flores de La Habana, cuyos dueños habían llegado a la isla a través de las cadenas migratorias de las parroquias de Lira y O Pindo del municipio de Carnota, que a su vez tenían sus campos de cultivo en los suburbios rurales de la ciudad. Estos cultivadores y vendedores de flores habían alcanzado, en su mayoría, un status económico acomodado.»
En vísperas de la Revolución, las calles aledañas al cementerio Colón albergaban la mayoría de los comercios de flores de La Habana, cuyos dueños habían llegado a la isla a través de las cadenas migratorias de las parroquias de Lira y O Pindo del municipio de Carnota, que a su vez tenían sus campos de cultivo en los suburbios rurales de la ciudad. Estos cultivadores y vendedores de flores habían alcanzado, en su mayoría, un status económico acomodado.»
Fuese para ofrendas a los dioses,
fuese para ofrendas a los muertos, las flores gozaban de una gran demanda en La Habana, tal
como nos explica José Antonio Vidal:
«Las flores han sido en Cuba, y
aún lo siguen siendo, un producto muy demandado, debido al papel fundamental
que juegan en los rituales de la santería popular, sobre todo entre la
población de color. Cada orisha, o
divinidad afrocubana, tiene consagrada una flor emblemática que sus hijos
espirituales deben ofrendarle con cierta regularidad.
Yo vendía las flores con la canasta acuestas por las calles de La Habana, y vendía también maticas con una carretilla. Y además sembraba matas y flores, yo injertaba y hacía todo eso. De aquella se vendían muchas flores blancas pa´ brujería. Había mucha brujería entonces. Bueno, como ahora. [Testimonio de Belarmino, en 1998]
Pues bien, esta gran demanda de flores por parte de la gente de color y de los deudos de los difuntos enterrados en el Cementerio Colón, fueron satisfechas a partir de finales del siglo XIX por pequeños productores gallegos que tenían sus jardines en los terrenos de la actual Plaza de la Revolución y en poblaciones cercanas de la capital, quienes a su vez pregonaban las flores por toda la ciudad (...)»
Yo vendía las flores con la canasta acuestas por las calles de La Habana, y vendía también maticas con una carretilla. Y además sembraba matas y flores, yo injertaba y hacía todo eso. De aquella se vendían muchas flores blancas pa´ brujería. Había mucha brujería entonces. Bueno, como ahora. [Testimonio de Belarmino, en 1998]
Pues bien, esta gran demanda de flores por parte de la gente de color y de los deudos de los difuntos enterrados en el Cementerio Colón, fueron satisfechas a partir de finales del siglo XIX por pequeños productores gallegos que tenían sus jardines en los terrenos de la actual Plaza de la Revolución y en poblaciones cercanas de la capital, quienes a su vez pregonaban las flores por toda la ciudad (...)»
En el siguiente recorte de un
plano de 1899, podemos apreciar la ubicación del Cementerio Colón y a su
derecha el terreno sin urbanizar donde los de Carnota ejercían la floricultura.
Para hacernos una idea de hasta
qué punto el negocio de las flores poseía potencial de crecimiento no hay más
que fijarse en el rápido aumento de la población habanera: de casi 435.000
habitantes en 1919 llegó a más de 1,2 millones en 1953.
Lógicamente, el monumental Cementerio
de Colón, inaugurado en 1886 y entre los más grandes del mundo -570.000
metros cuadrados-, pasó a albergar más y más ‘inquilinos’ con la correspondiente
demanda de más y más flores.
De injertar, cultivar y vender
flores, Pestonit dio el salto a los frutales, como ya he mencionado. Según mis noticias, constituyó su empresa de
viveros en 1927. Acudamos de nuevo a José Antonio Vidal para saber de sus
logros:
«Algunos de ellos, los más
emprendedores y afortunados, habían logrado ampliar sus negocios a otros
productos asociados con el cultivo de flores. Este fue el caso, entre otros, de
Saturnino Pestonit, quién, procedente de Carnota, llegó a La Habana a través de
una de estas cadenas familiares. Como la mayor parte de sus paisanos, Pestonit
trabajó primeramente en el puesto de flores de un pariente, y cuando consiguió
dominar el negocio floral fue especializándose en el de árboles frutales,
llegando a levantar los viveros más grandes y prestigiosos de la isla en el
pueblo de Caimito de Guayabal. Este emprendedor y triunfador inmigrante logró
mejorar el cultivo del naranjo y del aguacatero, gracias a los cruces que hizo
de los árboles nativos con otras especies europeas y americanas, consiguiendo
plantas muy productivas que popularizaron su cultivo entre los campesinos
cubanos.
En el caso de la naranja, injertó como patrón la fruta criolla y como cruce las yemas de las naranjas valencianas. En relación al aguacate, cruzó las matas criollas con otras del centro y sur de América, pudiendo desde entonces asegurar la producción de este fruto todos los meses del año, generalizando su consumo en la dieta popular cubana en la década de los años cuarenta. Esta importante contribución a la fruticultura cubana es destacada por el libro Los españoles en Cuba [Monge Muley 1953] con estas palabras elogiosas: “Es probable que las generaciones futuras de la Perla de las Antillas tengan que rendir un tributo de homenaje y admiración a D. Saturnino Pestonit García, cuando la floricultura haya alcanzado su pleno desarrollo y sea una de las principales fuentes de riqueza del país”.»
En el caso de la naranja, injertó como patrón la fruta criolla y como cruce las yemas de las naranjas valencianas. En relación al aguacate, cruzó las matas criollas con otras del centro y sur de América, pudiendo desde entonces asegurar la producción de este fruto todos los meses del año, generalizando su consumo en la dieta popular cubana en la década de los años cuarenta. Esta importante contribución a la fruticultura cubana es destacada por el libro Los españoles en Cuba [Monge Muley 1953] con estas palabras elogiosas: “Es probable que las generaciones futuras de la Perla de las Antillas tengan que rendir un tributo de homenaje y admiración a D. Saturnino Pestonit García, cuando la floricultura haya alcanzado su pleno desarrollo y sea una de las principales fuentes de riqueza del país”.»
Pestonit visitó Galicia en 1947 y
la prensa se hizo eco de sus méritos, calificándolo como ‘mago de la
fruticultura’ en Cuba.
«Don Saturnino Pestonit, el ‘Mago
de la Fruticultura en Cuba’ es un gallego que ha conquistado con el sudor de la
frente la categoría de hacendado bajo el cielo tórrido del país del azúcar y
del tabaco. En 1921 salió de un puerto de su tierra tantas veces añorada bajo
la policromía del campo de cañaverales y de palmeras [Vigo], hacia lo que él
creyó tierra de promisión. Su aventura de emigrante es una repetición de todas.
Privaciones, sacrificios ciclópeos y fe perseverante. Un día llegará –se dijo-
y esa fecha la alcanzó. Reunidos unos pesos, practicadas teorías de
fruticultor, le sonrió la vida. Era propietario de unos ‘ferrados’ de tierra,
en producción. Hizo la revolución de las plantaciones de frutales a despecho de
los nativos.
-- Si os sonreís de mis sueños, ya me daréis la razón, solicitando mis productos y mis sistemas de cuidar las tierras-, respondió olímpicamente a sus detractores.
Y así fue. En 10 años, Pestonit recibió la confirmación de sus proyectos, en el más completo éxito y percepción de ingresos. De pobre, llegó a millonario; pues de simple sirviente pasó a ser dueño de las dos mejores fincas destinadas a frutales en la Isla de Cuba.» [1947]
-- Si os sonreís de mis sueños, ya me daréis la razón, solicitando mis productos y mis sistemas de cuidar las tierras-, respondió olímpicamente a sus detractores.
Y así fue. En 10 años, Pestonit recibió la confirmación de sus proyectos, en el más completo éxito y percepción de ingresos. De pobre, llegó a millonario; pues de simple sirviente pasó a ser dueño de las dos mejores fincas destinadas a frutales en la Isla de Cuba.» [1947]
Aquí tenemos una foto del
reportaje en la que Pestonit aparece junto al Presidente de la República de
Cuba entre 1948 y 1952, Carlos Prío Socarrás, derrocado por el golpe militar de
Fulgencio Batista. Prío poseía abundantes tierras y estaba encantado de los
frutales que le suministraban los viveros de Pestonit.
1947 |
De ello dejó constancia el más famoso cubano del siglo XX, cuando señalaba que en las haciendas de Prío se habían plantado “7.000 árboles injertados de aguacate de Pestonit, cuyo alto precio debido a su alta calidad no baja de 30 $ cada uno, lo que representa un total de 200.000 $. Se están cavando ahora 10.000 hoyos para plantar otros tantos árboles de pomelos de Pestonit.” [1952]
El párrafo anterior pertenece a
un artículo de 1952 firmado por, quién sino, Fidel Castro. ‘Yo acuso’ se
titulaba, y en él denunciaba la corrupción del Presidente y del propio
régimen.
Los árboles de aguacate de
Pestonit fueron a parar también a España. En su Historia del aguacate español
(1955-1996), Julián Díaz Robledo nos habla del viaje que en 1954 realizaron por
la costa mediterránea dos pioneros –Luis Sarasola y Roger Magdahl- para
encontrar aguacateros, y resulta que su primer hallazgo fue cerca de Marbella,
en una finca del por entonces General de Aviación José Rodríguez y Díaz de
Lecea. De familia coruñesa, aunque nacido en Matanzas, sus aguacateros y otros
frutales habían venido de Cuba, y muchos de ellos “llevaban la etiqueta de los
Viveros Pestonit”. Una muestra más de la pujanza del negocio de árboles
frutales del carnotano.
Y... ¡y en eso llegó Fidel!. ¡Se acabó la diversión,
llegó el Comandante y mandó a parar!, decía la canción de Carlos Puebla. La
revolución de 1959.
¿Qué pasó con las propiedades y
los viveros de Pestonit?. Acudamos, una vez más, a José Antonio Vidal, a otro
artículo titulado “Los procesos nacionalizadores durante la revolución cubana según los testimonios de los inmigrantes gallegos en la isla: 1959-1968”.
«(...) la intervención de la
propiedad privada no se hizo de una sola vez. Probablemente, para evitar la
desafección general a la causa revolucionaria por parte de las clases medias,
el nuevo gobierno popular llevó a cabo un calendario preciso de intervenciones
parciales, comenzando por las viviendas no ocupadas por sus propietarios, las
haciendas rurales de más de 390 hectáreas, la banca, las grandes empresas y el
sistema escolar y sanitario, y finalizando con la nacionalización de los
pequeños negocios familiares el 14 de marzo de 1968, pasando antes por la
nacionalización de los clubes exclusivos en 1961, la intervención de los
grandes y medianos comercios y almacenes en 1962 y las explotaciones
agropecuarias de más de 65 hectáreas en 1963. El discurso lanzado por Fidel el
primero de mayo de 1959 ya anunciaba el principio del fin de los grandes
propietarios, a los que, como sostenía días después un articulista de la
prestigiosa revista Bohemia les había
llegado la hora de ajustar sus cuentas»
Poco trabajo me costó saber que
Saturnino Pestonit había perdido sus propiedades y se había establecido en
Miami. En una entrevista de 1967 nuestro protagonista aportaba datos sobre su
trayectoria en Cuba, explicaba que había reconstruido su negocio de viveros
‘con dinero procedente de España’, y que su propósito era obtener y difundir en
Florida frutales tropicales poco conocidos hasta el momento. Abajo traduzco el
texto.
EXILIADO CUBANO PLANTA ÁRBOLES
NATIVOS EN FLORIDA
«Un hombre que era conocido como ‘el mago de los frutales’ en Cuba antes de marchar al exilio afirma que tratará de popularizar algunos de los árboles exóticos del país en que vivía en su nuevo hogar en Florida. Entre ellos están la anona [custard apple], la zapotilla y el chirimoyo, ya conocidos en Florida pero poco difundidos.
‘He traído semillas de esos frutos, poco conocidos en Estados Unidos’, dice Saturnino Pestonit. El horticultor ha trasladado sus actividades, a menor escala, a este país. Pestonit, 57, muy bronceado y de pelo blanco, dice que sus plantas se están desarrollando y espera que estén listas para su multiplicación en menos de dos años. Espera que se desarrollen bien en el extremo sur de EE.UU.
La zapotilla, llamada a menudo ‘árbol del chicle’ porque algunas variedades lo producen, tiene un fruto dulce y marrón. El chirimoyo es pardo amarillento, con flores de tres pétalos y un fruto de mucho consumo en las zonas tropicales. El fruto de la anona tiene una pulpa dulce, blanca y blanda con muchas semillas rodeado por una piel verde. Es del tamaño de una manzana pequeña.
En Cuba, según declaración de Pestonit, dejó más de 300 acres [120 hectáreas] de huertos y otras tierras cuyo valor superaba el millón de dólares. Según Pestonit, fue él quien introdujo en Cuba la naranja de Valencia, diversas variedades de aguacate de Suramérica y el mango de la India. Prestó sus servicios como asesor de agricultura en las embajadas cubanas de España, Portugal, Francia y Bélgica. En Florida estableció un negocio de viveros con dinero procedente de España, de donde es natural. Y desde Miami, ha exportado frutales injertados a España, México, Nicaragua, Venezuela, Costa Rica y Puerto Rico. Dice Pestonit que ha resuelto las plagas de insectos en sus árboles exóticos en Florida gracias a los ‘excelentes insecticidas disponibles’. (...)» [1967]
De modo que los Pestonit
reprodujeron en Miami su anterior negocio cubano. He buceado en la red y me he
topado con diversas informaciones que lo corroboran. Aquí tenemos una imagen
obtenida en Google Street de su nursery
de árboles en el condado de Miami-Dade, SW 102 Avenue. Año 2013.
Acá otra foto bien anterior, procedente
de un archivo histórico norteamericano.
Incluso podemos contemplar dos
cortos vídeos sobre las floristerías Pestonit, ambos de los años 1970. El primero de ellos recoge escenas de la inauguración de un nuevo local. El segundo lleva como música de fondo la canción ‘Por una rosa’ de Manolo Escobar.
He dejado para el final la parte
que me causó más impacto al investigar esta historia. Hemos visto que Saturnino
Pestonit y su familia perdieron sus propiedades y acabaron en Miami, como
tantos otros. Yo no sabía ni cuando ni como, pero intuía que se habían exiliado
muy pronto, con las primeras medidas nacionalizadoras del gobierno revolucionario.
Pestonit era un ‘capitalista’ de cierta importancia y había mantenido
relaciones fluidas con los terratenientes cubanos, sus principales clientes, incluido
el presidente Prío Socarrás, denunciado como gran corrupto por Fidel Castro.
Lo que no imaginaba es que su
hijo, Julio Pestonit, con 20 años, hubiese formado parte de la Brigada 2506 de
exiliados cubanos que participó en la invasión de Bahía de Cochinos (abril de
1961), un frustrado intento de derrocar al régimen de Castro con el apoyo de la
CIA. Y menos, todavía, que hubiese salvado la vida de un modo tan
extraordinario.
«La historia parece de terror,
pero varios de los integrantes de la fracasada invasión de Bahía Cochinos
tuvieron que recurrir al canibalismo para no morir en alta mar, después de
haber escapado de Cuba. Así lo reveló Julio Pestonit, uno de los participantes
de la brigada 2506, a la cadena de televisión Fox News en un programa difundido
el jueves en la noche en Miami.
En abril de 1961 Pestonit y otros 21 exilados cubanos tomaron El Celia, un barco pesquero en Playa Girón con el fin de huir de las tropas cubanas. Pestonit, quien en ese entonces tenía 20 años, afirmó que después de ver que varios compañeros empezaron a morir por falta de agua y comida, los sobrevivientes decidieron usar los cadáveres como alimento, si fuese necesario.
Llegué a comerme parte de las vísceras de un cadáver que me tendieron y bebí, junto a otros, la sangre de un compañero muerto, sostuvo Pestonit en el programa. A falta de agua potable, los sobrevivientes tomaron agua del mar, mezclada con la orina propia y gasolina para quitarle la salinidad. Según su relato, a la embarcación siempre la seguía una manada de tiburones, que esperaban a los cadáveres que se iban tirando por la borda. Por fortuna la odisea de 16 días a la deriva en alta mar terminó, cuando fueron recogidos 100 millas al sur de la desembocadura del río Misisipi por el carguero norteamericano Atlanta Seaman.
Uno de los exiliados murió una hora antes de ser rescatado y otros dos después de serlo De aquella experiencia se salvaron 12 de los 22 pasajeros de la embarcación, quienes juraron mantener en secreto el acto de canibalismo y, especialmente, nunca revelar los nombres de los compañeros que sirvieron como alimento, por respeto a sus familias.
Sin embargo José Enrique Dausá, miembro de la jefatura militar de la brigada y otro de los sobrevivientes de la embarcación, dijo al Nuevo Herald que las afirmaciones de Pestonit no eran exactas. La verdad es, y yo tengo interés en que se sepa así, que cuatro de los componentes de ese grupo del bote no participamos en ese acto de canibalismo, afirmó Dausá. El sobreviviente agregó que la diversidad de criterios había creado una situación difícil dentro de la embarcación.
Lo que muchos se preguntan es por qué después de 37 años de la fracasada invasión de Bahía Cochinos, Pestonit sacó a la luz pública un secreto que todos los sobrevivientes del barco habían decidido llevarse a la tumba. La respuesta la dio el mismo, después de pedirle perdón a sus compañeros en el programa, Pestonit explicó que se decidió a hablar después que la CIA reveló un informe interno en el que el ex presidente John F. Kennedy parece exonerado de su responsabilidad en el fracaso de la invasión.
Kennedy fue responsable. Yo quiero que el mundo sepa que Kennedy fue responsable de nuestra tragedia y del fracaso de la invasión por negarse a autorizar apoyo aéreo y por retirar del lugar los buques de guerra, afirmó.» [1998]
En abril de 1961 Pestonit y otros 21 exilados cubanos tomaron El Celia, un barco pesquero en Playa Girón con el fin de huir de las tropas cubanas. Pestonit, quien en ese entonces tenía 20 años, afirmó que después de ver que varios compañeros empezaron a morir por falta de agua y comida, los sobrevivientes decidieron usar los cadáveres como alimento, si fuese necesario.
Llegué a comerme parte de las vísceras de un cadáver que me tendieron y bebí, junto a otros, la sangre de un compañero muerto, sostuvo Pestonit en el programa. A falta de agua potable, los sobrevivientes tomaron agua del mar, mezclada con la orina propia y gasolina para quitarle la salinidad. Según su relato, a la embarcación siempre la seguía una manada de tiburones, que esperaban a los cadáveres que se iban tirando por la borda. Por fortuna la odisea de 16 días a la deriva en alta mar terminó, cuando fueron recogidos 100 millas al sur de la desembocadura del río Misisipi por el carguero norteamericano Atlanta Seaman.
Uno de los exiliados murió una hora antes de ser rescatado y otros dos después de serlo De aquella experiencia se salvaron 12 de los 22 pasajeros de la embarcación, quienes juraron mantener en secreto el acto de canibalismo y, especialmente, nunca revelar los nombres de los compañeros que sirvieron como alimento, por respeto a sus familias.
Sin embargo José Enrique Dausá, miembro de la jefatura militar de la brigada y otro de los sobrevivientes de la embarcación, dijo al Nuevo Herald que las afirmaciones de Pestonit no eran exactas. La verdad es, y yo tengo interés en que se sepa así, que cuatro de los componentes de ese grupo del bote no participamos en ese acto de canibalismo, afirmó Dausá. El sobreviviente agregó que la diversidad de criterios había creado una situación difícil dentro de la embarcación.
Lo que muchos se preguntan es por qué después de 37 años de la fracasada invasión de Bahía Cochinos, Pestonit sacó a la luz pública un secreto que todos los sobrevivientes del barco habían decidido llevarse a la tumba. La respuesta la dio el mismo, después de pedirle perdón a sus compañeros en el programa, Pestonit explicó que se decidió a hablar después que la CIA reveló un informe interno en el que el ex presidente John F. Kennedy parece exonerado de su responsabilidad en el fracaso de la invasión.
Kennedy fue responsable. Yo quiero que el mundo sepa que Kennedy fue responsable de nuestra tragedia y del fracaso de la invasión por negarse a autorizar apoyo aéreo y por retirar del lugar los buques de guerra, afirmó.» [1998]
Julio Pestonit no cejó en su
empeño tras el fiasco de Cochinos, y fue detenido por poner bombas a quienes no
defendían como Dios manda la causa anticastrista.
1967 |
En otro giro inesperado de la
historia familiar resulta que un hijo del belicoso Julio y nieto del paciente ‘mago
de la fruticultura’ llegó a convertirse en ‘gurú del yoga’, asesorando en la
disciplina oriental a personajes famosos antes de fallecer en 2011.
New York's social set is talking about the
sudden death of yoga guru to the stars Jules Paxton.
«Paxton, who according to his website worked
one-on-one with songwriter Denise Rich, fashion designer Donna Karan,
singer/songwriter Sting, actress Barbra Streisand and Russell and Kimora Lee Simmons,
was pronounced dead on Friday, shortly after an ambulance crew arrived at his
E. 94th St. apartment, in response to a report of a man suffering cardiac
arrest. An autopsy was inconclusive, and the medical examiner's office said
tests are being done to determine the cause of death. Paxton, 45, originally
Julio Pestonit, was the son of Cuban exiles who settled in Miami.»
[Paxton, quién según su página
web asesoró personalmente a la letrista Denise Rich, a la diseñadora de modas
Donna Karan, al cantante y letrista Sting, a la actriz Bárbara Streisand y a
Russell y Kimora Lee Simmons, fue declarado muerto el viernes, poco después de
que una ambulancia acudiese a su apartamento (...) Paxton, de 45 años, cuyo
nombre real era Julio Pestonit, era hijo de exiliados cubanos establecidos en
Miami.]
De la revolución y la guerra a la
paz; de la paz a la revolución y la guerra; y al final otra vez la paz. Un
soldado de la Francia revolucionaria de Napoleón fundó la saga de los Pestonit
de Carnota. Un descendiente suyo marchó en son de paz a La Habana y se dedicó tanto a
las pacíficas flores que adornan la paz de los cementerios como a las no menos
pacíficas frutas. La siguiente generación hizo la guerra contra la revolución. En
última instancia vuelta a la paz, a la serenidad, al yoga.