3 de mayo de 2011

Lobos, campesinos y ganado

Todos sabemos que en la actualidad es el lobo el que teme al hombre, y no al revés como sucedía en tiempos pasados. Durante siglos los habitantes de las zonas rurales más próximas a montes y sierras han convivido con el lobo y se lo han encontrado, sin armas de fuego, pasando mucho miedo. Ahora el lobo que rehuye al hombre es el que sobrevive. Los tiempos de Caperucita están muy lejos.

Según datos recientes quedan en Galicia 60 manadas, con entre 450 y 600 ejemplares, y “la media de reses afectadas [por ataques de lobos] cada año en las explotaciones gallegas ronda las 160 vacas, las 1.110 ovejas, las 110 cabras y los 30 caballos”. Muy poco respecto al total de la cabaña ganadera, que además está en su mayor parte estabulada y a salvo del Canis Lupus.

Distribución geográfica en 2008

El lobo estaba antes más presente y era lógicamente temido, tanto por sus posibles ataques a las personas como por los daños que podía causar al ganado que pacía por pastos y montes. Esta segunda cuestión es la que me interesa subrayar, pero antes conozcamos algunas situaciones difíciles vividas por campesinos gallegos en sus encuentros con lobos.

La prensa, al igual que hoy, se prodigaba en historias sensacionales y relataba los sustos y disgustos que especialmente en invierno sufrían la gente rural y sobre todo los pastores. Aquí tenemos tres crónicas sobre el asunto, las que me han parecido más cinematográficas.

En la primera, de 1924, una pobre pastora llamada Ester Estévez es devorada por los lobos después de enredar asando castañas.


En la segunda crónica, de 1925, se narra una batida realizada por los vecinos de Monfero –nombre muy apropiado al caso, Monte Fiero- en la que consiguen acabar con un lobo de metro y medio de largo, y solicitan a las autoridades que se les permita efectuar una nueva batida pero empleando en ella “armas de fuego, pues con instrumentos de labranza como se hizo ahora es difícil y peligroso realizarla”. El testigo del suceso no especifica el instrumento de labranza utilizado.



Y en la tercera crónica nos encontramos a otro pastor, Argimiro Arias, que consigue evitar la muerte luchando cuerpo a cuerpo con el lobo. Es de 1927.



Sucesos dramáticos que me hacen recordar lo que contaba un compañero de estudios, Suso Bermúdez, de Cabreiros, cerca de Villalba: me contaba que en invierno los conductores de autobús llevaban una escopeta por si atascados en la nieve aparecían los lobos. ¡ Mi madriña !.

Vayamos por fin con la cuestión de los lobos y el ganado, que surgió cuando me topé con un texto –véase al final- publicado en octubre de 1977 por David Bayón Sánchez, doctor en veterinaria e inspector técnico del Plan Agrícola de Galicia, en la revista Agricultura. Su razonamiento es muy fácil de entender: si no hubiese lobos los ganaderos podrían dejar pastar a sus anchas al ganado sin vigilancia y sin tener que llevarlo y traerlo cada día de las zonas de pasto al corral y viceversa.

En Escocia y en Nueva Zelanda sucedía así, nos informa Bayón: en el primer caso porque los escoceses consiguieron exterminar a los lobos y en el segundo porque en Nueva Zelanda nunca los hubo, un caso excepcional. Recuerdo que cuando leí por primera vez el artículo pensé: ¡es cierto, menuda ventaja para los ganaderos de las regiones sin lobos!. Lo cual quiere decir que en las comarcas de Galicia más próximas a las habitadas por el lobo la ganadería extensiva era más difícil por la sencilla razón de que sufría el coste adicional del traslado diario de los animales, de la vigilancia, de las pérdidas sufridas en caso de ataques.

Tiempo después me fueron surgiendo preguntas. En Escocia fueron exterminados, pero ¿en el resto de Gran Bretaña, en Inglaterra y Gales, qué pasó con los lobos?. Fácil respuesta, también fueron eliminados y parece que ya en el siglo XVI. En Escocia más tarde, en el siglo XVIII, por haber tierras altas, las Highlands.

¿Y en España?. Bueno, según la información que fui encontrando, desde los años 1960 quedaron recluidos en las áreas de montaña al norte del río Duero -Galicia, Castilla-León y provincias cantábricas– y en algunas otras sierras de la península.

Tras buscar más a fondo, descubrí un trabajo realizado por Miguel Delibes de Castro para el Consejo de Europa en 1990, publicado en inglés, con datos detallados sobre la desaparición de los lobos en los distintos países europeos. En Inglaterra y Gales a principios del XVI; en Escocia el último lobo fue capturado en 1743, y añadía Delibes: “Sólo entonces pudo establecerse el tradicional sistema de libre pastoreo del ganado de día y de noche” al que hacía alusión Bayón. En Irlanda aproximadamente en 1770. En Dinamarca en 1772. En el norte y el centro de Alemania en torno a la década de 1820. En Baviera, al sur de Alemania, los últimos ejemplares fueron abatidos en 1847. Casi todos ellos territorios de deforestación precoz.

En países con mayor superficie boscosa se demoró más la cosa. En Suiza y Finlandia a fines del siglo XIX, en la Italia septentrional a principios del XX y en las zonas montañosas de Francia justo al comienzo de la 2ª Guerra Mundial. El lobo sobrevivió, pues, además de en Europa oriental, en los países del arco mediterráneo: Grecia, Turquía, Italia meridional, España y Portugal.

¿Y qué proponía nuestro autor en su artículo para conseguir lo mismo que en esos países cuyos rebaños “permanecen en el campo día y noche durante meses”?. Muy fácil, aplicar el principio de “muerto el perro se acabó la rabia”, o sea, eliminarlo. Debo decir que no me extrañó que defendiese tal solución. En aquel entonces las políticas de desarrollo económico seguían fundadas en el todo vale con respecto al medio natural. Desecar lagunas y marismas, construir embalses, borrar dunas del mapa y un largo etcétera. Era la ideología dominante entre otras razones porque bajo el régimen de Franco, muerto dos años antes, las posturas ecologistas no habían podido fructificar.

Y, de repente, ... me acordé de Félix Rodríguez de la Fuente. ¡ Es verdad ! , aquellos documentales de los años 1970 sobre los lobos y sobre el resto de la fauna ibérica que fueron una revelación para tanta gente. Emitidos en prime time cuando sólo existían dos canales de TV, jóvenes y adultos se reunían ante la pantalla para ver en acción a aquellos animales familiares pero desconocidos.

Portada biografía (2010)
Tanto los habitantes del campo como los hijos y nietos de campesinos residentes en ciudades –en conjunto, la mayor parte de la población española- comprobaron que el lobo atacaba a los rebaños y espantaba a los pastores pero no era un come-hombres sino un animal perseguido con escopetas y cepos, que lucha por la supervivencia y cuida a sus cachorros.

Al localizar el documental, que está disponible en la red, se me encendió la bombilla: había sido emitido en febrero de 1977, ocho meses antes de la publicación del artículo de Bayón. ¿Casualidad?. Lo dudo. Más bien parece una respuesta a Rodríguez de la Fuente, cuyas tesis proteccionistas acabaron venciendo.

Con el tiempo, con la acelerada destrucción de especies y del medio natural provocada por la acción humana, ya no se acepta el todo vale en países como España. Hoy el debate se centra en como compensar a los ganaderos afectados por los lobos. Eso sí, durante siglos el pastoreo libre tanto de ovejas como de vacas y caballos de monte estuvo muy restringido por, entre otros factores, la amenaza del lobo.

EL ARTÍCULO DE DAVID BAYÓN

Ahí van las dos páginas del artículo. En la primera hay un error de imprenta y el texto sombreado debería estar en la parte alta de la columna central.







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