21 de junio de 2011

Alimentos de Galicia para emigrados en Argentina

A los emigrantes que desde Galicia marcharon a Argentina les sucedió lo que a tantos otros: echaban de menos los sabores de la tierra natal. Pescados y mariscos, vinos y licores, embutidos y salazones, jamones, incluso el unto que da el aroma especial al caldo. Y las patatas, las habas, las castañas.

Alimentos que en las primeras décadas del siglo XX, cuando Buenos Aires se convirtió en la ciudad con mayor número de gallegos, no eran fáciles de conseguir allá. También un pequeño lujo con presuntas propiedades curativas: las aguas minerales.

No creo que los emigrantes gallegos en Argentina echasen de menos el pan de maíz, habiéndolo de buen trigo y con tanto gallego como se introdujo en el negocio panadero; seguro que comieron sabrosa carne de res y conocieron el churrasco, omnipresente desde hace décadas en nuestros restaurantes populares; también pizza, claro; y pasta, cuando en Galicia solo se consumían fideos de sopa.

A medida que descendió el coste del transporte por barco entre los puertos gallegos y Buenos Aires y que cada vez más gallegos se establecieron allí, fue creciendo el tráfico de ‘productos del país’ hacia el otro lado del Atlántico. Estamos a finales del siglo XIX y principios del XX, la edad dorada de los vapores transatlánticos y de derechos aduaneros moderados que favorecieron el comercio internacional.

Vamos a comprobar qué tipo de productos se llevaban allá por medio de los anuncios que publicaban algunas casas importadoras de Buenos Aires, todas, creo, propiedad de gallegos.

El primer anuncio, por orden cronológico, es de 1903, de la casa de Eugenio Sayanes, natural de Nigrán. Como puede verse, ofrece conservas de la fábrica viguesa de Curbera además de aguardientes y vinos de Val Miñor, su comarca natal. También aceite que, lógicamente, procedía de otras regiones españolas, pues en Galicia no se produce.

1903

El siguiente anuncio es de Ramón Heredia Pazos, un natural de Maside que estableció compañía comercial en Vigo en 1904 asociado a Marcelino Suárez, de Valdeorras. La firma Ramón Heredia y Cía se orientó al comercio con América de vinos y conservas, y ya en 1905 arrendó la Vinícola Gallega. Al año siguiente, 1906, Marcelino Suárez emprendió otros rumbos y entraron nuevos socios, los hermanos Manuel y Bautista López Valeiras, naturales de Dacón (Maside), y la compañía no tardó en establecer fábrica propia de conservas de pescado, justo en 1907.


Como se aprecia en el anuncio, Ramón Heredia creó casa comercial propia en Buenos Aires, con un catálogo de ‘productos del país’ más amplio que el visto anteriormente. Aparte de conservas y vinos, en este caso del Ribeiro y acompañados de los procedentes de otras zonas de España, se incluyen dos productos característicos del comercio de los masidaos: jamones y pulpo curado. Y además... huevos. Me pregunto si no los había en cantidad suficiente en Buenos Aires, o los huevos gallegos tenían algo especial.

1912

La Gran Guerra europea (1914-18) hizo más difícil la exportación porque dificultó el tráfico marítimo entre Europa y América, por mucho que España hubiese permanecido neutral. Muchos buques mercantes fueron hundidos o dedicados al transporte de soldados, víveres y armamento. Los fletes marítimos se dispararon por el encarecimiento del carbón, por la escasez de barcos y por el riesgo que corrían los que se atrevían a navegar entre submarinos y acorazados. 

Así que pasamos a los años 1920. Nuestro anuncio es del almacén El Chiche, de Alonso y Bujía, y se repite lo mismo: jamones, chorizos, morcillas, tocinos, vinos, y... unto legítimo.

1919

Toca ahora un anuncio con mucho detalle, de 1923, y corresponde al almacén La Victoria de la Compañía Hispano Argentina de Alimentación.

1923

Conservas, vinos, jamones, lacones, unto, pulpo, castañas, nueces y aguas. Un resumen casi perfecto de los productos gallegos que demandaban los emigrados a Argentina. Pero la cosa va a más porque anuncian que en breve recibirán otras variedades de alimentos. En la lista están las lampreas secas, nada que objetar. Ahora bien... ¿cómo se come lo de que en breve recibirán caldo gallego y grelos frescos de Santiago?. ¿Y que en la lista aparezcan pescados y mariscos?.

El punto final de este recorrido por los comerciantes gallego-argentinos que atienden a los gustos del cliente emigrado acaba precisamente en el pescado y el marisco. Pero ya no en salazón o en conserva, sino... ¿fresco?. Veamos otros dos anuncios que demuestran que en los años 1920 en Argentina se recibían desde sardinas y berberechos hasta centollas, nécoras o chocos.

1928


1923

¿Nécoras de la ría en barco hasta Argentina?. ¿Será posible?. Hagamos un balance. Todos los productos exportados que nos han salido hasta aquí –salvo pescado y marisco- compartían la característica de no ser perecederos, de soportar bien los períodos de almacenamiento y transporte. Incluso los huevos, aunque no tanto como los demás.

Pero ahora, en los años 1920, el trayecto hasta el río de La Plata tomaba poco tiempo y los buques iban equipados con cámaras frigoríficas. También en los puertos de origen, A Coruña y Vigo, existían fábricas de hielo y frigoríficos, al igual que en Buenos Aires, y así podía mantenerse la cadena de frío. Todo ello puede explicar que pescados y mariscos llegasen en condiciones aceptables.

De todos modos, es indudable que los alimentos más exportados con destino a los gallegos de Argentina fueron las conservas de pescado y las bebidas alcohólicas. La pesca estaba allá a años luz del desarrollo alcanzado por la ganadería vacuna y era escasa la producción del aceite de oliva tan esencial para elaborar sabrosas conservas de pescado.

Por el contrario, la oferta de carnes –en fresco, refrigeradas, congeladas, en conserva- era muy amplia. Por eso no es extraño que el consumo de las sardinas en aceite tan valoradas por los gallegos, o de anchoas y atún, tan estimadas por los italianos, se tuviese que satisfacer con importaciones procedentes de Europa.

Algo semejante había sucedido con vinos y licores, pero de éstos Argentina consiguió aumentar su producción propia, eso sí, en zonas alejadas de la gran concentración urbana de la capital, como la provincia de Mendoza, mil kilómetros al oeste, a las faldas de la cordillera andina. No tardaron los bodegueros mendocinos en darse cuenta de que para conquistar al bebedor gallego era importante elaborar vinos ‘a la gallega’. Pues aquí tenemos un caso. Un anuncio de las Bodegas Giol y su Vino Toro, “que se asemeja por su bouquet y cuerpo a los afamados vinos del Rivero”.

1922

Fundada por italianos, Giol se convirtió en la bodega más importante de Argentina y, como no podía ser menos, allí encontramos a un coruñés como gerente y apoderado general: Tomás Rodríguez Sabio, quien con posterioridad será presidente de la histórica fábrica textil La Primera Coruñesa. La noticia tiene una errata, pues la fábrica era de hilados y tejidos, no de telares.

1937



Ya para concluir, la historia de otros dos coruñeses -Seijo y Valdés- que también pusieron su granito de arena a que los emigrados disfrutasen del bouquet y del cuerpo de los vinos de la tierra sirviéndose para ello... de la tecnología alemana. El anuncio que sigue lo encontré en la misma página que otro del citado Vino Toro, en El Correo de Galicia de Buenos Aires.

1922


La firma coruñesa Seijo & Valdés afirmaba que “Con 4 pesos [argentinos] puede hacer 100 litros de vino español. No se necesitan aparatos y se pueden fabricar las clases siguientes: Rioja, Clarete, Castilla, Gallego, etc.” Magia pura. Esto suena rarillo. Los enólogos matándose vivos para elaborar caldos sublimes y la cosa ya estaba resuelta en los años 1920. Dos meses después de la publicación del anuncio, El Ideal Gallego de A Coruña recogía la siguiente información:

Una Agencia de industrias clandestinas. En virtud de denuncia presentada por el fiscal de la Audiencia al Juzgado de Instrucción [el secretario y el oficial del mismo junto con cuatro policías] se personaron en el piso 3º de la casa nº 13 de la calle de San Andrés, donde se halla instalada una agencia que funciona bajo la razón social ‘Seijo y Valdés’, y procedieron al registro de la misma, encontrando unas fórmulas explicando cómo se pueden fabricar 1.000 litros de vinos artificiales; se hallaron diferentes cartas del extranjero y de la península pidiendo las expresadas fórmulas, se incautaron también de prospectos de propaganda y varios periódicos extranjeros y nacionales con los anuncios de la agencia ofreciendo las fórmulas para la elaboración de vinos por cuatro pesos; se encontraron igualmente otros documentos y un barril con polvos blancos que el socio señor Valdés afirmó era crémor. (...) se encontraron más periódicos extranjeros anunciando 20.000 fórmulas alemanas para dedicarse con éxito a la fabricación de infinidad de productos y construcciones de diversos objetos, asegurando que con cualquiera de esas fórmulas se podían ganar 25 pesetas diarias en el propio domicilio del interesado; se encontraron también varias cartas pidiendo a la casa anunciadora fórmulas para fabricar artificialmente vinos, licores, aguardientes, mantequilla, vajilla, dientes de oro, electricidad, jabones, perfumería, etc., etc.; hasta pidiendo fórmulas para producir sueño.

Valdés y su socio, dos ‘soñadores’, acabaron en la cárcel, aunque no sé si llegaron a ser condenados. Lo curioso es que en el anuncio daban nombre a su ‘poción mágica’, la enocianina, y ésta no es otra cosa que un pigmento extraído de la piel de las uvas rojas. Uno más de entre los muchos milagros que se registran en la historia de la fabricación de vinos, en este caso, el malogrado milagro del tintorro.

2 comentarios:

  1. Igual ....los huevos de Galicia procedían de las gallinas de Mos (je je ...en Vigo son famosas). Y lo que se habia importado eran gallinas ponedoras y habia una granja de gallinas de origen gallego
    ¿que tal?

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  2. Ayayay, no me provoques, que después del asunto YPF mejor será estar calladito sobre este tema, no vayan a surgir MosQueos.
    Un saludo

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