27 de enero de 2012

La enredada historia de 'Bodegas Gallegas' (2)

En el capítulo anterior hemos conocido la historia inicial de una firma embotelladora de vinos de calidad, Bodegas Gallegas (Os Peares), promovida por una empresa bancaria de Ourense, Pedro Romero y Hermanos y otros dos socios. Las cosas debieron de irle bien durante la 1ª Guerra Mundial pero después ... vino la resaca, y nunca mejor dicho.

La resaca de la que hablo se refiere ante todo a los problemas que tuvieron los bancos en la postguerra. Es cierto que hubo acontecimientos específicos que afectaron a la marcha de la empresa. No creo que el fallecimiento de su enólogo, Victoriano Rubio, en mayo de 1919, fuese de gran trascendencia. Más importancia tuvo, seguro, la crisis económica cubana de los años 1920-21, ya que la isla caribeña era un mercado importante para Bodegas Gallegas.

Pero la plata es la plata, y el problema fundamental fue la quiebra de la Banca Romero –que se produce a partir de 1921-, es decir, la falta de soporte del socio financiero en un negocio muy basado en la disponibilidad de capital para adquirir insumos –vino, botellas, cajas, etc- y para dar crédito a los compradores. La quiebra del banquero arrastró al bodeguero.

¿Por qué la casa bancaria Romero se vino abajo?. Bueno, hay que señalar que en los primeros años 1920, justo después de la guerra europea, se produjo una pequeña oleada de quiebras bancarias en España. El conflicto bélico había acarreado buenas oportunidades de negocio y los banqueros concedieron crédito y aportaron capital a empresas que luego se revelaron fallidas. O acumularon divisas que luego se depreciaron.

La quiebra del Banco de Barcelona en 1920 fue muy sonada, al igual que en Galicia la del Banco de Vigo en 1925. Pero entremedias cayeron también otras entidades. En el caso gallego echaron el cierre la Banca Deza (Vilagarcía) en 1921, así como la citada Banca Fuentes de Ourense en 1923 –no sé bien por qué motivos- y la Banca Romero de nuestra historia.

En el caso Romero las causas son bien claras. Tras la muerte en agosto de 1917 de Pedro Romero Cambón –gerente e hijo del fundador-, había tomado las riendas su cuñado Daniel Romero Romero. El hombre debió de emocionarse y se embarcó en ambiciosos negocios que requerían una elevada inmovilización de capital. En febrero de 1921 firmó un contrato de suministro de traviesas de roble para la compañía ferroviaria Norte -3 millones de traviesas a entregar en un plazo máximo de 12 años- que obligó al banco a depositar una fianza de 100.000 pesetas y a adquirir amplias extensiones de monte arbolado en Cervantes (Lugo) y en Huesca.

Y esta última no fue una inversión pequeña. En un artículo de noviembre de 1920 titulado ‘Proyecto de ferrocarril de Monforte a Asturias por Cervantes’ se hacía alusión a ‘los bosques de madera de Cervantes que acaban de comprar los banqueros de Lugo y Orense, D. Pedro Romero y Hermanos en 3.000.000 de pesetas”. También adquirió Daniel Romero minas de carbón en Badajoz y Córdoba, por un valor de 1,86 millones de pesetas. Una loca apuesta, dicho esto a toro pasado, por obtener beneficios abasteciendo de madera y carbón a las empresas ferroviarias. Incluso aportó 300.000 pesetas a una empresa donostiarra de comercio de coloniales y bebidas alcohólicas –Romero, Tasada y Beltrán SL- con el propósito de dar salida a los vinos de Bodegas Gallegas.

Las noticias y rumores sobre la mala situación financiera del banco provocaron el típico pánico. Acá una información de noviembre de 1921.

UN DESASTRE
La Casa Pedro Romero
Desde hace dos días sabíamos que la importante casa bancaria «Pedro Romero y Hermanos», de Orense y Lugo, atravesaba una situación anormal; pero lo delicado del caso y la esperanza de que aún pudieran ser salvadas las dificultades económicas de momento nos impusieron una discreta reserva, ya que el pánico de los acreedores solo sirve para precipitar la bancarrota.
Desgraciadamente, el asunto tiene ya situación judicial y de publicidad en la prensa de la región y las noticias que nos transmiten nuestros corresponsales son lo bastante graves para que sea inútil toda reserva o atenuación del desastroso acontecimiento.

La noticia en Lugo. –Pánico grande. –Reintegro de depósitos. (Por teléfono)
LUGO 18 (21 h.)
Anoche circularon por esta población rumores de que la casa bancaria Pedro Romero y Hermanos, establecida en Lugo y Orense, había suspendido pagos en la ciudad de las Burgas. La noticia causó grandísima alarma, porque mucha gente de toda la provincia tenía confiados sus ahorros a los mencionados banqueros. En las primeras horas de la mañana de hoy, enorme cantidad de gente se aglomeró en la calle de la Reina, donde se hallan instaladas las oficinas de la entidad bancaria, haciéndose precisa la intervención de la guardia civil y la guardia de seguridad para establecer turnos. (...) Se ignora la causa de este desastre, hablándose de malos negocios recientes y de quebrantos por quiebras de otras entidades bancarias. (...)

De Orense. –El Juzgado incoa la quiebra. –Desaparición de los banqueros. –Orden de detención. –El pasivo. (Por telégrafo)
ORENSE 18 (19 h.)
Ayer circularon insistentes rumores acerca de entorpecimientos económicos surgidos en la casa de banca Pedro Romero y Hermanos. Se decía que se habían suspendido los pagos y que se habían ausentado de la población las personas que ostentaban la firma social y esta mañana se confirmó la noticia. El Juzgado comenzó a incoar, de oficio, los autos de quiebra y precintó las puertas de la casa, decretando al mismo tiempo la detención del socio D. Daniel Romero. (...)

En noviembre de 1922, justo un año después de estos sucesos, Daniel Romero fue detenido y enviado a prisión, al igual que sucedió con el banquero Fuentes, otro inversor en una firma vitícola ourensana.

1922

La liquidación de las propiedades de la casa bancaria fue toda una odisea que se prolongó casi hasta la Guerra Civil, según nos cuenta Rivas Villanueva en su libro Os banqueiros ourensáns na Restauración (1990). Pero no sucedió así con sus activos de la empresa vitícola de Os Peares, adjudicados en subasta en abril de 1923 a Arturo Macía, socio de la firma Hermanos Macía y Valeiras. Acá tenemos la noticia.

1923

De los nuevos propietarios hablaré con detalle más abajo, pero adelantemos que no eran unos novatos en el mundo de la viticultura. Muy al contrario, Bautista López Valeiras -natural de Dacón (Maside)- era un destacado empresario del sector y los hermanos Macía Martínez procedían también de una familia muy ligada al vino, originaria de Valdeorras.

De modo que el relevo en la gestión y la propiedad de Bodegas Gallegas recibió elogios en la prensa.



Los nuevos dueños se esforzaron en dar a conocer la vuelta al mercado de los renombrados vinos de Os Peares elaborados por Bodegas Gallegas. Acá un anuncio de 1923 en el diario Galicia de Vigo.

Bodegas Gallegas
Hermanos Macía y Valeiras
Sucesores de Pedro Romero Hermanos
Vuelven al mercado los famosos vinos «Blanco Brillante», «Los Tres Ríos» y «Los Gallegos», únicos que beben los conocedores de vinos, despreciando las imitaciones.
Depósito en Vigo:
VICTORIA 12 – Teléfono 684

Porque en los dos años transcurridos entre la suspensión de pagos de la Banca Romero (1921) y la adquisición de Bodegas Gallegas por la sociedad Macía y Valeiras (1923) se había desatado una especie de fiebre por aprovechar el vacío dejado en el mercado por la acreditada firma de Os Peares. El socio fundador Vicente Randulfe había solicitado al Registro de la Propiedad Industrial la inscripción de una nueva denominación comercial, Bodegas las Gallegas, también ubicada en Os Peares ... meses antes de la quiebra.

1921

Un hecho que nos indica que estaba al tanto de la mala situación financiera de los Romero. Randulfe quiso dar continuidad a su sociedad anterior y su nueva empresa, Bodegas las Gallegas, recibió en 1923 un premio en la Exposición Internacional de Roma, poco antes de la subasta de los activos de la original Bodegas Gallegas.

No fue el único en aprovechar la ausencia en el mercado de los caldos de Bodegas Gallegas. Otros cosecheros y comercializadores de vino habían hecho algo parecido, pero con menos motivo porque nada habían tenido que ver con la firma original. Abajo muestro varios ejemplos.

Manuel Fernández Lago registró en 1922 el nombre comercial de Bodegas Galaicas y la marca de vinos Fino Tres Puentes con domicilio en Os Peares. Bodegas Galaicas y Tres Puentes ... creo que me suenan a algo.

1922

Al año siguiente, un comerciante de vinos de Vilagarcía, Manuel Romero López, sin relación con los Romero banqueros, registraba a su vez las Bodegas Región Gallega con una marca llamada Clarete Peares. También me suenan.

1923
1924

Y en 1924, Randulfe volvía a la carga y solicitaba el registro de dos nombres comerciales: Bodegas de Peares y Bodegas Gallegas. Las solicitudes estaban firmadas por su cuñado, Manuel Gómez Masid. ¡Vaya lío!.

1924


Y la rueda siguió rodando. Hermanos Macía y Valeiras registraban un año después, 1925, otra nueva marca: Cepa Peares.

1925

Lo dicho, una guerra de marcas y nombres comerciales para hacerse con el prestigio asociado a los vinos de Os Peares y a la denominación social Bodegas Gallegas. Una disputa que se trasladó a los tribunales cuando la empresa Hermanos Macía y Valeiras demandó a Randulfe en 1924. El pleito acabó en el Tribunal Supremo con sentencia favorable a los primeros en 1926, y saltó a la prensa porque ambas partes trataron de defender públicamente sus posturas.

En diversos periódicos se reseñó y reprodujo la sentencia, resumida de la siguiente manera:

SOBRE ‘BODEGAS GALLEGAS’. IMPORTANTE SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO.
« (...) Como consecuencia de la quiebra de la casa fundadora ‘Pedro Romero y Hermanos’, adquirió la propiedad de todas las expresadas marcas don Arturo Macía Martínez, y hoy pertenecen a la Sociedad ‘Macía y Valeiras’, la cual, con éxito cada vez más creciente, las viene explotando para distinguir los vinos finos que elabora y que tan acreditados están, especialmente en América.
Don Vicente Randulfe, vecino de Peares, que hace ya algún tiempo venía intentando aprovecharse de las ventajas adquiridas en el mercado mundial por el crédito de ‘Bodegas Gallegas’, intentó introducir en el mercado los vinos que él elabora en unas bodegas de su propiedad, empleando marcas similares a las que son propiedad de los señores ‘Macía y Valeiras’, siendo la principal característica de su ilícita competencia el empleo del nombre comercial ‘Bodegas las Gallegas’, llegando incluso a pretender el ministerio de Trabajo la inscripción de una marca comercial con tal nombre. Opuestos a tal concesión los legítimos propietarios del nombre comercial ‘Bodegas Gallegas’, se siguió pleito sobre ello. El Tribunal Supremo, en sentencia de 29 de mayo último, anuló el registro de las marcas pretendidas por el señor Randulfe, (...)»

El cuñado de Randulfe, Manuel Gómez Masid, ofreció al poco tiempo su versión del asunto y aprovechó la ocasión para señalar que en su bodega sólo se empleaban vinos de Peares, a diferencia de “nuestros adversarios que han recibido lo menos 18 vagones de vino manchego y navarro, que es de suponer sea para embotellar”.


Un enredo judicial en el que Randulfe, socio fundador de Bodegas Gallegas junto con la Banca Romero, se enfrentó a verdaderos pesos pesados en materia de leyes porque Arturo Macía era registrador de la propiedad desde 1898 y su hermano Luis era también abogado. El tercer socio, Bautista López Valeiras, estaba muy lejos de ser un chaiñas y contaba con buenos asesores jurídicos, además de con muy buenos contactos ... en la prensa.

Aclarado el panorama de nombres y marcas, tenemos a Bodegas Gallegas en manos de dos familias ourensanas, de trayectorias diferentes pero unidas por sus estrechas relaciones con el negocio de los vinos. De Bautista López Valeiras he contado su participación en la fundación de la firma Vinícola Gallega y en la empresa fabricante del Champán Galicia, además de sus actividades como comerciante y conservero.

Los dos hermanos Macía Martínez, Arturo y Luis, eran hijos de Eduardo Macía Rodríguez, originario de Vilamartín de Valdeorras pero establecido en Ourense capital, un importante personaje de la vida económica y política de la provincia con un historial repleto de cargos y de vínculos con la viticultura. Abogado, registrador de la propiedad, diputado a Cortes (1884-86), ejerció de Comisario Regio de Agricultura entre 1884 y 1886 y fue miembro del 'Consejo Provincial de defensa contra la filoxera' establecido en 1891.

El padre de nuestros protagonistas no sólo era viticultor sino también una persona preocupada por la mejora de la viticultura. En 1889 promovió –creo que sin éxito- una ‘sociedad de vinicultores’ para agrupar a ‘todos los cosecheros de la provincia’ y en 1901 ofreció de su bolsillo un premio de 100 pesetas a quien presentase en los Juegos Florales de Ourense ‘la cartilla que contenga más y mejores reglas fijas para el cultivo de la vid americana’. En 1896 había conseguido una Medalla de Oro por sus vinos en la Exposición Regional de Lugo.

1896
1904, comentario sobre la cosecha de vino de Eduardo Macía

La noticia de su muerte en 1905 nos revela un detalle interesante: había sido consejero de la sucursal del Banco de España en Ourense desde su establecimiento en 1885. Otro personaje ligado a la banca.

1905
Sus hijos Arturo y Luis se licenciaron en Derecho, como su padre. Arturo se convirtió en registrador de la propiedad; y Luis, también abogado, desempeñó cargos administrativos y de gestión pública: concejal de Ourense, diputado provincial y finalmente Depositario de la Diputación.

La trayectoria de los Macía Martínez se hace más enredosa todavía por una circunstancia añadida: una de sus hermanas, María, se había casado en 1903 con otro prócer de la política ourensana e importante viticultor a la vez, Demetrio Macía Valcarce, hijo del propietario y político liberal Demetrio García Castelo, dueño del pazo de Arcos, en Vilamartín. Y ya basta de enredos.

Resumamos: los nuevos propietarios de Bodegas Gallegas eran tres personajes de relieve y con la vida resuelta que apostaron por el negocio del vino. Lo más probable es que la gestión empresarial corriese a cargo de Bautista López Valeiras, quien no tardó mucho en mejorar la red comercializadora de sus caldos. En 1925 la firma ya cuenta con almacén-bodega propio en Ourense, muy cerca de la estación ferroviaria, y en 1926 establece un nuevo almacén en Vigo, próximo al puerto.

1926

Era la lógica habitual de los comerciantes exportadores, como en un juego de la oca: de estación de tren en estación de tren hasta llegar al mar. Se dió la circunstancia, además, de que las comunicaciones entre Os Peares y Ourense se volvieron más fluidas cuando al ferrocarril se sumó una nueva línea de autobuses, concedida en 1927 al padre de quien llegaría a convertirse en uno de los empresarios gallegos más famosos: Eduardo Barreiros (1919-1992). A continuación la primera página de una reciente biografía suya.

Capítulo del libro Empresarios de Galicia, vol. 2 (2009), Fundación Barrié, coordinado por Xoán Carmona.

Su presencia en esta ruta tiene una explicación: la familia Barreiros era natural de Nogueira de Ramuín, enfrente de Os Peares, en la otra orilla del río Miño. Abajo uno de sus autobuses.



Volvamos a Bodegas Gallegas. No dispongo de datos acerca de la evolución de la empresa en los años 1930. Sólo sé que siguieron fabricando y exportando vinos embotellados de calidad, pero que también traían uvas y mostos ‘tintorera’ de Valencia para aquellos cosecheros que querían dar más cuerpo y color a sus caldos.

1927

Y que seguramente por mediación de Bautista se incorporó a la empresa un pariente suyo, Alfredo Valeiras Pulido, del que luego hablaremos. En el registro oficial de exportadores de vinos de la región noroeste de 1935 aparecen ambos, y como vemos ... la lista es muy corta.

Boletín Oficial del Estado, 1935

Durante la Guerra Civil española (1936-39) y en los años posteriores se truncaron las exportaciones de vinos de calidad y supongo que la empresa se vería obligada a vender en el mercado interior. La gestión ya estaba en manos de Alfredo Valeiras Pulido, casado con María López Valeiras -un nuevo lío de apellidos-, el cual en torno a 1945 constituye una nueva empresa, Bodegas Gallegas Limitada, asociado a un almacenista de alimentos de Vigo, José Suárez Ramos. Poco antes, por herencia de los Pulido, Alfredo había recibido efectivo, tierras y edificios en Quintián, muy cerca de la estación ferroviaria de Ourense, una buena inyección de capital.

Esta tercera sociedad en hacerse cargo de la bodega de Os Peares adquirió en 1946 las marcas comerciales de la anterior, Hermanos Macía y Valeiras.

1946

Según información proporcionada por la familia Valeiras González, la firma mantuvo su tradicional fórmula de exportar vinos de calidad al mercado cubano. No es de extrañar, porque en aquellos años 1940 y 1950 de penuria debía de ser difícil colocar un producto ‘exquisito’ entre los consumidores gallegos, fuese en la propia Galicia o fuese en Madrid, en Barcelona o en otras ciudades españolas con presencia importante de emigrados galaicos.

Las cosas volvieron a enredarse gracias a otro gallego, aunque de segunda generación: Fidel Castro. Entre gallegos anda el juego. La revolución cubana triunfa en 1959 y crea la natural incertidumbre de qué va a pasar con las exportaciones a la isla. Las medidas restrictivas del nuevo régimen no tardaron en aparecer, pero los Valeiras, al igual que otros exportadores, mantuvieron la esperanza de seguir vendiendo en Cuba. De que el gobierno de Castro caería, o de que volvería a facilitar la entrada de vinos procedentes de la Madre Patria, perdón, de la Metrópoli Colonizadora. Bueno, pues, como bien sabemos, nada de nada.

De modo que Bodegas Gallegas escogió el camino de canalizar sus caldos hacia los gallego-cubanos de Estados Unidos, hacia Miami. Consiguieron ventas pero ... no era lo mismo. Una trayectoria idéntica a la experimentada por la bodega viguesa de Bautista López Valeiras, también exportadora de vinos de calidad a consumidores de origen gallego en América y también afectada por la pérdida del mercado cubano.

En 1963 los Valeiras de Os Peares recibieron un buen pellizco por las propiedades expropiadas para la construcción del campo de la feria y el matadero frigorífico de Ourense –4 millones de pesetas a repartir entre varios herederos-, e imagino que fue algo que contribuyó a la subsistencia de la empresa.

Un respiro temporal, porque la esencia del negocio, exportar vinos de calidad embotellados y del gusto de los gallegos, estaba en un serio aprieto. La firma debió de intentar compensar la mengua de sus exportaciones con ventas en el mercado interior. Aquí tenemos un anuncio publicado en 1966 en El Pueblo Gallego, en versión muy parecida a los anuncios de su etapa inicial, con bonita botella enmallada.

1966

Un último intento que no debió servir de gran cosa. Bodegas Gallegas se vió obligada a penetrar en el mercado de los vinos corrientes, y ya sabemos lo difícil que es competir en 2ª División. Esta botella de abajo no tiene nada que ver con la anterior.


Con todo, a trancas y barrancas, la empresa de Os Peares se mantuvo en actividad hasta aproximadamente el año 2000. Casi 100 años de historia, y con bastantes enredos. Por cierto, hablando de enredos, y tal como señalé al principio, los vecinos de Os Peares llevan mucho mucho tiempo padeciendo uno de los mayores cacaos administrativo-eclesiástico-judiciales conocidos. Acá tenemos un resumen del excepcional barullo.

1977

Hoy el pequeño lugar de Os Peares es más famoso por su embalse y por sus paisajes que por sus vinos. Hace un par de años consiguió cierta notoriedad cuando se supo que en él había nacido ... el actual presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.

El puente ferroviario ha sido bien pintadito de azul y da un aire especial a la encrucijada de los Tres Ríos.


Y dispone además de un Aula Ferroviaria con exposición sobre la ya vieja estación de ferrocarril, un aula promovida por la asociación Carrileiros en la que se exhiben, como no, recuerdos de la enredada historia de Bodegas Gallegas.

Imagen de http://www.carrileiros.com/PearesAulaFerroviaria.htm

17 de enero de 2012

Los ‘touros’ del Barbanza y sus peculiares corridas (2)

En la primera parte de esta historia hemos visto que de la sierra del Barbanza, en las Rías Baixas, salían touros y becerros criados en libertad en los montes con destino a las fiestas populares. El tema me interesó no por su importancia económica, sino por ser un aspecto poco conocido tanto de la ganadería gallega como de la atracción de las gentes por correr y marear a los toros.

Se trata ahora de mostrar cómo eran las corridas tradicionales en Noia, la villa por la que pasaron sin duda más toros del Barbanza. Todos los testimonios que he recogido coinciden en su descripción de la fiesta noiesa al estilo antiguo. Para empezar, no se celebraba en una plaza, sino en una calle con soportales, la ‘rúa do Curro’. Acá tenemos una foto de principios del siglo XX.


Una crónica de 1882 nos cuenta cómo era la corrida, y queda claro que su anónimo autor esperaba otra cosa, algo más sofisticado, quizás.
 
1882

La calle se cerraba, se montaban unos tablados para el público y un palco para la Presidencia y la banda de música, y los bichos salían del corral de una casa. “Los toros son del país, lo que no impide que algunos sean brabucones, de fibras y de empuje. Sale el primero y con bravura se dirigió a donde le esperaba la cuadrilla (¡!) compuesta de ¡tres o cuatrocientos! toreros... armados de palos y bastones. La lidia se redujo a apalear al pobre bicho, cuyos bríos hubieron de ceder ante tan extraordinaria paliza, no sin haber hecho rodar por el suelo á más de cuatro de los apaleadores”.

En 1903, el abogado santiagués José García Barros también publicaba una crónica en tono despreciativo: la calificaba de ‘fiesta poco culta’, de tradición que ‘merece palos’, con ‘improvisados toreros’ y con animalitos de la ‘archiacreditada ganadería de los cuasi-propietarios de la sierra del Barbanza’. Aquí la tenemos. Aclaro dos palabras: malladura es un término gallego que significa paliza; y subelazos se refiere a la acción de perforar con un instrumento que usaban los zapateros, oficio típico de Noia.

NOYA TAURÓMACA. --- DESDE LA GRADA.
Treinta kilómetros son poca distancia, y sin embargo nunca había presenciado una corrida de toros en Noya, tal y cual como las que desde antaño se vienen celebrando en la calle del Curro.
Explicado el motivo de mi curiosidad y sabido que a Noya fui nada más que por ver el juego que los de Barbanza daban, sin encomendarme siquiera a la presidencia de la fiesta taurina, doy comienzo a las impresiones recibidas y ahí va una ligera descripción del espectáculo.
Una calle ni ancha ni angosta, con unos soportales de un lado y enfrente un conato de gradería. En uno de los extremos de la calle, bajo dosel de tela galardoneado de pingajos de color, remedando gallardetes, la presidencia rodeada de un lucido piquete de chiquillos y la popular banda de la villa... de aquel que no sé lo que hace sobre una monumental columna de la Alameda.
Primera parte de la corrida. –Un grotesco globo y una pieza de música.
Segunda parte. – Una pieza de música y un globo grotesco.
Tercera parte. – Un grotesco globo y una pieza de música.
Cuarta parte. – Una pieza de música y un globo grotesco.
Total cuatro piezas de música y cuatro aerostáticos... que no subían.
De globo a globo o como si dijéramos de potencia a potencia un cornúpeto, con perdón, de la famosa, renombrada y archi-acreditada ganadería de los cuasi-propietarios de la sierra de Barbanza.
Lo dicho de uno de los animalitos está referido de todos, y en honor a la brevedad, como la divisa era igual, me ocuparé del asunto en general.
La becerrada de San Bartolomé, en Noya, es tradicional; y como en los pueblos hay tradiciones que merecen palos, de ahí que a los toretes los reciban cariñosamente a palos y a palos los despidan.
Toreros de cartel... la mar. Ardores taurómacos hasta la médula, por eso nada tiene de particular que se sientan Guerras o Lagartijos muchos y bajando al redondel luzcan todo lo que hay que ver de malladura. Esto abunda. Palos por arriba, palos por abajo y palos por detrás llevan los pobres habitantes de Barbanza. Y nada de particular tiene que, acosados por tanta filigrana torera, entren y salgan en los soportales y hagan salir a los aficionados de sus barreras. Debo explicarme. Los improvisados toreros azuzan y pegan, por supuesto, desde los soportales, y el torete, acorralado por los caballeros en plaza... entra y sale a la par que la gente sale y entra, en fin... el flujo y reflujo de los aficionados de la calle a los soportales y de los soportales a la calle.
El principal incidente de tan poco culta fiesta consiste en el sube y baja por la calle del toro, y en los encontronazos del toro con la gente y de la gente con las columnas de los soportales, con las paredes de las casas o con el santo suelo. Uno de los toretes de la corrida de ayer vio con tan poco agrado las caricias de los aficionados que se coló por una calleja, anduvo contemplando las nuevas obras de la villa, los paseos y monumentos escultóricos... y después tomó el camino de Barbanza. Subelazos, aunque digan los maliciosos que los hubo, no hubo ninguno. La broma solo fue a palo seco.

José GARCÍA BARROS, Noya 25 de Agosto de 1903.

Pero quién con más gracia había relatado el asunto casi treinta años antes fue el escritor Enrique Labarta Pose en su conocido poema de 1886 titulado “Revista d’unha corrida ¿de touros? n-a vila de Noya feita por un labrego”. Ya vemos que en el mismo título el autor hace broma acerca de si las reses del Barbanza eran de verdad toros. El texto completo, bastante largo, lo reproduzco al final, y aquí traduzco del gallego algunas estrofas para que el lector se haga una idea.

Se apaleaba a tres becerros / de las montañas de Barbanza; / presidían la función / el alcalde... y la compaña; / componíase la cuadrilla / de toda la gente de la plaza; / los que pinchaban primero, / eran primeros espadas; / picadores... ¡todo el mundo / a los pobres bichos picaba! / banderilleros... ¡los cojos! / capeador... ¡quién tenía capa! / los toros... ¡mártires dignos / quizás de una mejor causa!.

Otro ejemplo: del primer toro, llamado O Milagroso, el autor decía que

Tenía el pobre poca talla / y tenía además también..., / ¡más gana de comer paja / que de embestir a alguien! (...) / De pronto... ¡Jesús!... irguieron / cien garrotes, doscientas manos, / y sobre el lomo llovieron / del toro... ¡más de mil palos!

Y así van sucediéndose las escenas.

Como hemos visto, los críticos con este tipo de corridas solían recalcar dos cosas: la escasa talla y bravura de los toros del Barbanza y el caótico y poco ‘artístico’ proceder con los animales. Querían toros de lidia y no toretes; una plaza redonda bien preparada y no una calle con soportales; matadores con oficio y no un circo de gente mareando al animal. Por eso para atender a esta clientela surgieron empresarios que montaron plazas pero... no siempre con la aprobación de los aficionados al viejo estilo, de la gente corriente que deseaba correr ante los toros -y hacerles perrerías- o quería contemplar a sus convecinos en acción.

En 1893 un corresponsal de prensa se felicitaba de que en Noia se hubiese construido “una bonita y elegante plaza de toros de madera de cabida para 4.500 personas” al tiempo que registraba las protestas de “la populachería”, recelosa del precio excesivo de las entradas. El reportero se quejaba de que se prefiriesen “las corridas semi salvajes que se celebraban en la calle del Curro” a las celebradas en plaza, la “forma propia de todos los pueblos cultos”, e informaba de que “parte de los protestantes han acordado por su cuenta y riesgo bajar novillos de Barbanza y celebrar corridas como en años anteriores en la dicha calle del Curro.
 

Otro ejemplo: 1916, en Ribadavia se inaugura la plaza de toros y “Ribadavia, que por algo es el riñón de nuestro enxebrismo, contrató a un diestro gallego y no llevó toros de Barbanza porque los chotos del país, por muy célticos que sean, son poco toros para Barquerito.

1916

Así que pasaron los años y las corridas noiesas a la antigua usanza en la rúa do Curro se convirtieron en algo del pasado que se miraba con cierta simpatía y nostalgia, como algo propio de la villa y enxebre, típico.

Acá una foto de aquella época tradicional de las 'becerradas' celebradas en Noia.

1920s


En 1927, una crónica firmada con el ocurrente seudónimo de Son Eu [Soy Yo], describía con humor y afecto aquellos espectáculos abiertos a todo el mundo para marear a los toros barbanzanos, en este caso en la cercana localidad marinera de Porto do Son, especializada entonces en la pesca de la merluza.



Son Eu nos cuenta que la corrida tradicional era con bichos del Barbanza y con abundancia de lidiadores, muchos de ellos pescadores de merluza: “¿Lidiadores?. Tampoco estaremos sin ellos. ¿Acaso sospechan que no hay aquí sangre torera?. Nadie se atrevería a formular tal aseveración si vieran correr delante ‘dos touros’ a insignes ‘merluceros’ y sus respectivas cuadrillas”.

Luego de describir las hazañas de los sonenses en las touradas de antaño, con escenas cómicas, Son Eu decía que “tendremos este año el redondel... pero ¡oh! desgracia la nuestra: no gozaremos más que a medias de la regocijante ‘tourada' (...) los que añoramos aquel ‘nuestro’ espectáculo confiamos en que, aunque no con la grandiosidad de los tiempos idos, en pequeño, al menos, nos hagan gozar el deleite de la ‘tourada’ algunos de los antiguos lidiadores de los Barbanzas.

Casi 20 años más tarde, en 1955, el escritor y periodista Raimundo García Domínguez –firmando con su alias Borobó- se remontaba asimismo a los viejos tiempos y señalaba que en Noia “Ya no se lidian aquellas aborígenes reses de la sierra de Barbanza, que tantas veces huían del Curro, subiendo por las corredoiras en busca de la querencia de sus madres y sus montes.

1955

Las becerradas y touradas con reses autóctonas habían llegado a su fin. Justo un año antes, en 1954, se había celebrado el último festejo con becerros del Barbanza, según datos recogidos por Manuel Fabeiro.

Fabeiro Gómez, Manuel (1989), Os touros de Noia, p. 41

Cerremos esta historia con una breve noticia de 1965: nuestra omnipresente rúa do Curro –llamada desde tiempo atrás Felipe de Castro- había sufrido una notable transformación. Contaba ahora con dos cines y servía para verbenas de final de fiesta: “Hoy por los progresos de la vida, los pueblos cambian mucho y por lo tanto los espectáculos tienen que estar a tono con el año 1965.”
1965

El progreso es el progreso. Los noyeses habían dejado de hacer el becerro en la rúa do Curro con toros y novillos del Barbanza y se pusieron... a bailar la yenka.

Ofrezo al lector interesado, como remate, la poesía completa de Labarta Pose sobre las corridas de Noia, publicada en 1886.


15 de enero de 2012

Los 'touros' del Barbanza y sus peculiares corridas (1)

Casi todos los gallegos saben de la existencia de los ‘curros’ y de las ‘rapas das bestas’ que se realizan desde hace siglos para reunir, marcar y cortar las crines de los caballos y yeguas que viven y pastan libremente en los montes de ciertas comarcas. Como se trata de animales cuasi salvajes suelen producirse escenas espectaculares y no es de extrañar que estas tradicionales tareas de los ganaderos se hayan convertido en fiestas populares y reclamo turístico.

Incluso se editan guías del estilo Rutas con Encanto, que bien podrían llamarse en nuestro caso Guía del Currante o Guía del Trotacurros, y perdón por la bobada.


Rof Codina subrayaba, a principios de los años 1930, el componente espectacular de los curros: “La práctica de reconcentrar las yeguas salvajes en un encerradero [curro] es de las más pintorescas por la infinidad de lances que se suceden al sujetar estos animales para cortarles las crines, al separar las crías de las madres y los animales de desecho, así como al marcar a fuego los ejemplares que se seleccionan para aumentar la yeguada.

En una crónica de 1968 sobre la ‘rapa das bestas’ de Mougás en Oia (Pontevedra) se decía de las rapas que eran una ‘fiesta brava de excepcional atractivo’.

Pues bien, una de las comarcas que mantuvo y mantiene ‘ganado salvaje’ es la comarca del Barbanza, una pequeña península entre la ría de Muros y la ría de Arousa. Acá tenemos un mapa en el que he resaltado algunas localidades que luego aparecerán en nuestra historia.

Mapa de la península del Barbanza, años 1980
En la sierra del Barbanza los picos más altos no superan los 700 metros y existen amplias zonas llanas, los llamados ‘chans do Barbanza’, poco indicadas para el cultivo pero aprovechadas para mantener ganado en libertad. El Catastro de Ensenada, de mediados del siglo XVIII, ya atestiguaba esta forma de ganadería. Acá tenemos lo que declaraban los peritos del Catastro respecto a varias parroquias próximas a la sierra, en este caso la de San Andrés de Cures (Boiro):

Ay asimismo Bacada y Yeguada que pasta en el monte de Barbanza, [monte] común de Dicha Feligresía y de otras, sobre cuio número [de cabezas] no pueden declarar a punto fixo por no ser de todos los vezinos sino que algunos tienen algunas piezas [de monte] y otros no las tienen. Se remiten a las relaciones” [dadas por sus dueños, donde constarán dichos datos].

1752. Vacada y yeguada en el monte Barbanza, Cures (Boiro)

Yeguadas y vacadas, nos dicen; o sea, ganado equino, como ya señalé, pero también ganado vacuno, hoy casi desaparecido. Surge una primera pregunta: ¿qué beneficio obtenían de sus yeguadas los ganaderos?.

El autor antes citado, Rof Codina, nos lo explica: sus dueños vendían las crías y las crines. “Estos potros los adquieren los pequeños agricultores para recriar, destinándolos después a silla o tiro ligero o enajenándolos a los exportadores que trafican con ellos. (...) Generalmente de dos en dos años se cortan las crines del cuello y de la cola a todo el rebaño; cuando no se venden las crines para usos industriales, los ganaderos las cuecen para desengrasarlas y las destinan a la fabricación de cuerdas y ronzales muy resistentes o para el relleno de colchones, almohadas o sillones de tapicería.

Y ahora una segunda pregunta: ¿cuáles eran los aprovechamientos del vacuno de monte?. Bueno, aquí entramos en el tema de esta historia. Eran animales que no se usaban como fuerza de tiro porque, claro está, andaban a su aire. Tampoco podía aprovecharse la leche de las vacas porque, claro está, andaban a su aire. Así que los propietarios de estos ganados de monte se limitaban a vender los terneros a los agricultores y supongo que los ejemplares más crecidos irían al sacrificio para carne. Pero también una parte de los machos, ‘touros’, novillos y becerros, acababan en las corridas, en unas corridas de toros galaicas ciertamente peculiares. Estamos ante los ‘touros’ del Barbanza.

Debo advertir al lector que no soy aficionado a los toros y que mi única experiencia en la materia se reduce a asistir a una corrida portuguesa en Viana do Castelo, hace tiempo. Lo que más me gustó de ella fueron los forcados, y recomiendo a quien tenga curiosidad sobre esta suerte de la tauromaquia este vídeo doméstico de 2 minutos. Un vídeo al que mejor sería quitarle el sonido. Ante la faena de los forcados siempre pienso: ¡Ay el primero de la fila!.

No soy aficionado, pero sí he contemplado muchas corridas en televisión, en aquellos tiempos de un único canal de TV que las emitía a mansalva, y pude mamar los rituales del toreo actual, en plaza redonda con el público en las gradas, con sus tercios, con sus banderilleros y picadores, con la estocada final y el descabello. Y con las orejas y el rabo de premio a los toreros.

Así que cuando descubrí que del Barbanza salían toros y novillos para espectáculos taurinos y cuando, además, fui comprobando cómo eran aquellos espectáculos, me llevé tal sorpresa que pensé: tratemos el tema.

Vayamos, en primer lugar, a las razones que llevaron a los habitantes del Barbanza a usar la sierra para mantener ‘vacadas’ y ‘yeguadas’. En la península del Barbanza, las tierras más apropiadas para el cultivo estaban en las laderas de la sierra y a la orilla del mar, y los montes de la zona alta eran de difícil acceso y poco abrigados.

Por eso tenía poco sentido dedicarlos a plantar árboles para leña y madera, a aprovechar el toxo para elaborar estiércol, o a rozarlos para cultivar cereales, como se hacía en otros montes más próximos a las aldeas. De manera que se destinaron a mantener ganado equino y vacuno que vagaba a sus anchas y que cada cierto tiempo se juntaba en el curro, se marcaba, se rapaba y se escogían los ejemplares destinados a la venta.

Caballos en la sierra del Barbanza

Las ventajas de este tipo de ganadería eran evidentes: los animales se alimentaban por sí mismos y no necesitaban cuadras, establos o corrales. Pero también tenía sus inconvenientes. El frío invernal podía multiplicar las bajas, aunque el clima de las Rías Bajas es más benigno que el de las montañas del interior.

1936
No solo el frío, también los lobos causaban bajas, claro.

1968
Y si no eran los lobos, eran ... los ladrones.

1913
El caso es que, como antes señalé, lo distintivo del Barbanza era que suministraba toros y novillos para protagonizar festejos taurinos. ¿Cómo se capturaban los toros y los novillos?. ¿Se perseguían y asustándolos se llevaban hasta un corral, hasta un curro, al igual que se hacía con las yeguas y sus potros?. Pues creo que no. Tal como se comprueba en las siguientes fotografías, una expedición a caballo de ganaderos y compradores acudía a la sierra y acababa reduciendo a los ejemplares que parecían más apropiados para las corridas.

Fabeiro Gómez, Manuel (1989), Os touros de Noia, Sociedade Liceo de Noia

Los festejos más famosos con ganado barbanzónico tenían lugar en Noia, muy cerca de la sierra, pero también se enviaban reses a las principales capitales de la Galicia costera: a Santiago, a Coruña o a Pontevedra. Aquí tenemos varios testimonios recogidos en la prensa.

Santiago, 1877

En la noticia anterior comprobamos que existía otra zona ‘suministradora’ de toros y novillos, Mazaricos, donde se mantenía ganado vacuno bravo en los montes de 'A Ruña'.

Pontevedra, 1893
Pontevedra, 1895
A Coruña, 1887

Como se ve en este último reportaje, al cronista coruñés no le parecieron muy bravos los ‘toretes’ del Barbanza, calificados de ‘vacas-bueyes y bueyecitos’, e informaba de que los aficionados ‘hasta montaron sobre las mismas reses’. Pero, claro, no había otra cosa, porque traer toros bravos de lidia desde las dehesas del centro y del sur de España era difícil y caro.

De ahí que los touros y novillos del Barbanza llegasen incluso a villas bastante alejadas, como Cee, Ponteareas, o Marín. Abajo recojo varios ejemplos.

"TOROS EN CEE. Con motivo de las fiestas que en honor de la Santísima Virgen de la Junquera se celebrarán en dicha villa los días 15 y 16 del corriente [agosto], habrá dos grandes novilladas, lidiándose en cada una tres hermosos toros de la acreditada ganadería de Barbanza (monte Bacarreiro), los cuales serán lidiados por varios aficionados de la villa de Noya y otros pueblos de Galicia. En cada corrida será estoqueado un toro por el renombrado espada Antonio Segura, ‘Segurita’, de Madrid, y a falta de éste por ‘Morenito de Alcalá’. Este festival llevará seguramente a dicha hermosa villa mucha concurrencia de los pueblos comarcanos. (1918)”

Ponteareas, 1903
Marín, 1903

Vemos que en esta novillada de Marín torean dos diestros gallegos, uno de Poio y el otro del propio Marín, con apodos de resonancia hispana –‘El Barquerito’ y ‘Triguito de Málaga’- y con oficios peculiares: uno era tablajero [carnicero] y el otro soldador.

Pero donde más actuaban nuestros ‘mini-miuras’ galaicos era, lógicamente, en las localidades cercanas al Barbanza, a las que resultaba fácil conducirlos. En Ribeira, en Padrón, en Muros, en Porto do Son.

Porto do Son, 1893


Ribeira, 1905
Padrón, 1916
Muros, 1918



Incluso en Cambados registramos una corrida privada –calificada de conato por el cronista- celebrada en el patio de la casa del Conde de Maceda. Y volvemos a encontrar la expresión ‘toretes del Barbanza’, junto con la de 'chotitos' [terneritos].

Cambados, 1897

Con todo, y por mucho que los 'touros del Barbanza' llegasen a Coruña o a Cambados, no cabe duda de que fue Noia la capital taurina de los espectáculos con barbanzanos, una tradición documentada ya en la Edad Media, según los datos ofrecidos por Manuel Fabeiro Gómez en un breve trabajo publicado en 1989 titulado Os touros de Noia.

Y ahí va una prueba: la descripción humorística de un suceso acontecido en la villa de Noia a mediados del siglo XVIII en la corrida de las fiestas. Los protagonistas son un touro del Barbanza y el capitán de una carabela portuguesa que había arribado a la villa con sal y que se animó a correr los toros. Fue escrita por un natural de Santiago de Compostela, Diego Cernadas de Castro, cura párroco de Fruime (Lousame), cerca de Noia, y corresponde a una obra titulada ‘Padrón Festivo, de El Carmen empadronado en la Ilustre Villa de Yria Flavia’ (páginas 45-47). Abajo el texto completo, y luego resumiré sus principales episodios.

Diego Cernadas, cura de Fruime, sobre una corrida en Noia. Años 1760-1770, aproximadamente.

En nuestra crónica resulta que el Capitán Carballo [roble en gallego] pensó que estaba ante un buey doméstico, se puso valiente y acabó recibiendo un buen topetazo. Luego negaba haberse herido (Naon por certo), y con el cabreo que cogió echó mano al bolsillo para comprar el toro y matarlo mientras proclamaba: ‘Deixenme, que a min ninguen ma fez que ma naon pagase’ [Déjenme, que a mí nadie me la ha hecho que no me la pagase]; ‘Eu naon me pasmo, sinaon de que o boy galego se atrevesse a min’ [Yo de lo que me asombro es de que el buey gallego se atreviese conmigo].

El autor del texto, el cura de Fruime, ante tanta chulería decidió dedicar al capitán unos versos burlescos en gallego, con vocablos portugueses entremezclados, que aquí traduzco en parte y sin mucho arte:

Mi Carballo, tú estás ciego / porque si en ello bien reparas / sin saber con qué buey aras / te burlas del buey gallego: / ahora sabrás, Borrego / donde te aprieta el callo / pues aún siendo un toro gallego de monte / como con un desaire / las dos púas de palo de aire / supo injertar en un roble. / Te deja el toro herido / y tú, por verte vengado, / querías haberlo comprado / cuando él te tuvo vendido: / disparate conocido, / comprarlo para matarlo / eso vendría a hacer costar / doble tus fanfarronadas, / pues cuando las tenías pagas, / se las volvías a pagar.

Además de contarnos el episodio del temerario capitán portugués, nuestro cura poeta apuntaba varias características de las fiestas taurinas que tan bien conocía, tras ejercer de párroco durante más de 40 años en Fruime, muy próxima a Noia y Padrón.

Los de otros Reynos de nuestra España hacen donayre ó burla de los toros de Galicia, porque no les parece funcion aquella donde no hay desgracia: tienen por hermosa la fiereza, y la bárbara temeridad por hazaña. (...) Yo juzgo que los toros de Galicia son los menos malos, porque son menos maliciosos, ó malignos. Correr toros se llama la fiesta de ellos: en corriendo los toros bien, ya no hay mas que pedir. Fuera de que en Padrón la mayor excelencia de los toros es el ser mansos. (...) Véngase á Padron el que quisiere ver toros, y verá milagros [porque] los toros más indómitos, en trayéndolos a Padron, ya vienen como corderitos.

Como puede apreciarse, el cura de Fruime prefería las corridas light, con toros tranquilos y sin muerte. Pero no todos compartían estas preferencias. En la segunda parte de esta historia comprobaremos cómo se desarrollaban los festejos taurinos que se celebraban en Noia y otras localidades gallegas. Eran corridas que no incluían la muerte del animal, ni la suerte de espadas, ni la estricta separación entre toreros ‘profesionales’ y público. Sin embargo, con el tiempo, cada vez más aficionados se decantaron por el toreo en plaza, con sus tercios, con sus matadores en traje de luces y con ‘auténticos toros de lidia’ procedentes de Castilla y Andalucía, toros que desde finales del siglo XIX pudieron llegar a Galicia gracias al ferrocarril.

El progresivo cambio en los gustos y la más fácil disponibilidad de toros importados provocaron que los touros del Barbanza se convirtiesen en un viejo recuerdo.