En la primera parte de esta historia hemos visto que de la sierra del Barbanza, en las Rías Baixas, salían touros y becerros criados en libertad en los montes con destino a las fiestas populares. El tema me interesó no por su importancia económica, sino por ser un aspecto poco conocido tanto de la ganadería gallega como de la atracción de las gentes por correr y marear a los toros.
Se trata ahora de mostrar cómo eran las corridas tradicionales en Noia, la villa por la que pasaron sin duda más toros del Barbanza. Todos los testimonios que he recogido coinciden en su descripción de la fiesta noiesa al estilo antiguo. Para empezar, no se celebraba en una plaza, sino en una calle con soportales, la ‘rúa do Curro’. Acá tenemos una foto de principios del siglo XX.
Una crónica de 1882 nos cuenta cómo era la corrida, y queda claro que su anónimo autor esperaba otra cosa, algo más sofisticado, quizás.
1882 |
La calle se cerraba, se montaban unos tablados para el público y un palco para la Presidencia y la banda de música, y los bichos salían del corral de una casa. “Los toros son del país, lo que no impide que algunos sean brabucones, de fibras y de empuje”. Sale el primero “y con bravura se dirigió a donde le esperaba la cuadrilla (¡!) compuesta de ¡tres o cuatrocientos! toreros... armados de palos y bastones. La lidia se redujo a apalear al pobre bicho, cuyos bríos hubieron de ceder ante tan extraordinaria paliza, no sin haber hecho rodar por el suelo á más de cuatro de los apaleadores”.
En 1903, el abogado santiagués José García Barros también publicaba una crónica en tono despreciativo: la calificaba de ‘fiesta poco culta’, de tradición que ‘merece palos’, con ‘improvisados toreros’ y con animalitos de la ‘archiacreditada ganadería de los cuasi-propietarios de la sierra del Barbanza’. Aquí la tenemos. Aclaro dos palabras: malladura es un término gallego que significa paliza; y subelazos se refiere a la acción de perforar con un instrumento que usaban los zapateros, oficio típico de Noia.
“NOYA TAURÓMACA. --- DESDE LA GRADA.
Treinta kilómetros son poca distancia, y sin embargo nunca había presenciado una corrida de toros en Noya, tal y cual como las que desde antaño se vienen celebrando en la calle del Curro.
Explicado el motivo de mi curiosidad y sabido que a Noya fui nada más que por ver el juego que los de Barbanza daban, sin encomendarme siquiera a la presidencia de la fiesta taurina, doy comienzo a las impresiones recibidas y ahí va una ligera descripción del espectáculo.
Una calle ni ancha ni angosta, con unos soportales de un lado y enfrente un conato de gradería. En uno de los extremos de la calle, bajo dosel de tela galardoneado de pingajos de color, remedando gallardetes, la presidencia rodeada de un lucido piquete de chiquillos y la popular banda de la villa... de aquel que no sé lo que hace sobre una monumental columna de la Alameda.
Primera parte de la corrida. –Un grotesco globo y una pieza de música.
Segunda parte. – Una pieza de música y un globo grotesco.
Tercera parte. – Un grotesco globo y una pieza de música.
Cuarta parte. – Una pieza de música y un globo grotesco.
Total cuatro piezas de música y cuatro aerostáticos... que no subían.
De globo a globo o como si dijéramos de potencia a potencia un cornúpeto, con perdón, de la famosa, renombrada y archi-acreditada ganadería de los cuasi-propietarios de la sierra de Barbanza.
Lo dicho de uno de los animalitos está referido de todos, y en honor a la brevedad, como la divisa era igual, me ocuparé del asunto en general.
La becerrada de San Bartolomé, en Noya, es tradicional; y como en los pueblos hay tradiciones que merecen palos, de ahí que a los toretes los reciban cariñosamente a palos y a palos los despidan.
Toreros de cartel... la mar. Ardores taurómacos hasta la médula, por eso nada tiene de particular que se sientan Guerras o Lagartijos muchos y bajando al redondel luzcan todo lo que hay que ver de malladura. Esto abunda. Palos por arriba, palos por abajo y palos por detrás llevan los pobres habitantes de Barbanza. Y nada de particular tiene que, acosados por tanta filigrana torera, entren y salgan en los soportales y hagan salir a los aficionados de sus barreras. Debo explicarme. Los improvisados toreros azuzan y pegan, por supuesto, desde los soportales, y el torete, acorralado por los caballeros en plaza... entra y sale a la par que la gente sale y entra, en fin... el flujo y reflujo de los aficionados de la calle a los soportales y de los soportales a la calle.
El principal incidente de tan poco culta fiesta consiste en el sube y baja por la calle del toro, y en los encontronazos del toro con la gente y de la gente con las columnas de los soportales, con las paredes de las casas o con el santo suelo. Uno de los toretes de la corrida de ayer vio con tan poco agrado las caricias de los aficionados que se coló por una calleja, anduvo contemplando las nuevas obras de la villa, los paseos y monumentos escultóricos... y después tomó el camino de Barbanza. Subelazos, aunque digan los maliciosos que los hubo, no hubo ninguno. La broma solo fue a palo seco.
José GARCÍA BARROS, Noya 25 de Agosto de 1903.”
Pero quién con más gracia había relatado el asunto casi treinta años antes fue el escritor Enrique Labarta Pose en su conocido poema de 1886 titulado “Revista d’unha corrida ¿de touros? n-a vila de Noya feita por un labrego”. Ya vemos que en el mismo título el autor hace broma acerca de si las reses del Barbanza eran de verdad toros. El texto completo, bastante largo, lo reproduzco al final, y aquí traduzco del gallego algunas estrofas para que el lector se haga una idea.
“Se apaleaba a tres becerros / de las montañas de Barbanza; / presidían la función / el alcalde... y la compaña; / componíase la cuadrilla / de toda la gente de la plaza; / los que pinchaban primero, / eran primeros espadas; / picadores... ¡todo el mundo / a los pobres bichos picaba! / banderilleros... ¡los cojos! / capeador... ¡quién tenía capa! / los toros... ¡mártires dignos / quizás de una mejor causa!.”
Otro ejemplo: del primer toro, llamado O Milagroso, el autor decía que
“Tenía el pobre poca talla / y tenía además también..., / ¡más gana de comer paja / que de embestir a alguien! (...) / De pronto... ¡Jesús!... irguieron / cien garrotes, doscientas manos, / y sobre el lomo llovieron / del toro... ¡más de mil palos!”
Y así van sucediéndose las escenas.
Como hemos visto, los críticos con este tipo de corridas solían recalcar dos cosas: la escasa talla y bravura de los toros del Barbanza y el caótico y poco ‘artístico’ proceder con los animales. Querían toros de lidia y no toretes; una plaza redonda bien preparada y no una calle con soportales; matadores con oficio y no un circo de gente mareando al animal. Por eso para atender a esta clientela surgieron empresarios que montaron plazas pero... no siempre con la aprobación de los aficionados al viejo estilo, de la gente corriente que deseaba correr ante los toros -y hacerles perrerías- o quería contemplar a sus convecinos en acción.
En 1893 un corresponsal de prensa se felicitaba de que en Noia se hubiese construido “una bonita y elegante plaza de toros de madera de cabida para 4.500 personas” al tiempo que registraba las protestas de “la populachería”, recelosa del precio excesivo de las entradas. El reportero se quejaba de que se prefiriesen “las corridas semi salvajes que se celebraban en la calle del Curro” a las celebradas en plaza, la “forma propia de todos los pueblos cultos”, e informaba de que “parte de los protestantes han acordado por su cuenta y riesgo bajar novillos de Barbanza y celebrar corridas como en años anteriores en la dicha calle del Curro.”
Otro ejemplo: 1916, en Ribadavia se inaugura la plaza de toros y “Ribadavia, que por algo es el riñón de nuestro enxebrismo, contrató a un diestro gallego y no llevó toros de Barbanza porque los chotos del país, por muy célticos que sean, son poco toros para Barquerito.”
1916 |
Así que pasaron los años y las corridas noiesas a la antigua usanza en la rúa do Curro se convirtieron en algo del pasado que se miraba con cierta simpatía y nostalgia, como algo propio de la villa y enxebre, típico.
Acá una foto de aquella época tradicional de las 'becerradas' celebradas en Noia.
1920s |
En 1927, una crónica firmada con el ocurrente seudónimo de Son Eu [Soy Yo], describía con humor y afecto aquellos espectáculos abiertos a todo el mundo para marear a los toros barbanzanos, en este caso en la cercana localidad marinera de Porto do Son, especializada entonces en la pesca de la merluza.
Son Eu nos cuenta que la corrida tradicional era con bichos del Barbanza y con abundancia de lidiadores, muchos de ellos pescadores de merluza: “¿Lidiadores?. Tampoco estaremos sin ellos. ¿Acaso sospechan que no hay aquí sangre torera?. Nadie se atrevería a formular tal aseveración si vieran correr delante ‘dos touros’ a insignes ‘merluceros’ y sus respectivas cuadrillas”.
Luego de describir las hazañas de los sonenses en las touradas de antaño, con escenas cómicas, Son Eu decía que “tendremos este año el redondel... pero ¡oh! desgracia la nuestra: no gozaremos más que a medias de la regocijante ‘tourada' (...) los que añoramos aquel ‘nuestro’ espectáculo confiamos en que, aunque no con la grandiosidad de los tiempos idos, en pequeño, al menos, nos hagan gozar el deleite de la ‘tourada’ algunos de los antiguos lidiadores de los Barbanzas.”
Casi 20 años más tarde, en 1955, el escritor y periodista Raimundo García Domínguez –firmando con su alias Borobó- se remontaba asimismo a los viejos tiempos y señalaba que en Noia “Ya no se lidian aquellas aborígenes reses de la sierra de Barbanza, que tantas veces huían del Curro, subiendo por las corredoiras en busca de la querencia de sus madres y sus montes.”
1955 |
Las becerradas y touradas con reses autóctonas habían llegado a su fin. Justo un año antes, en 1954, se había celebrado el último festejo con becerros del Barbanza, según datos recogidos por Manuel Fabeiro.
Fabeiro Gómez, Manuel (1989), Os touros de Noia, p. 41 |
Cerremos esta historia con una breve noticia de 1965: nuestra omnipresente rúa do Curro –llamada desde tiempo atrás Felipe de Castro- había sufrido una notable transformación. Contaba ahora con dos cines y servía para verbenas de final de fiesta: “Hoy por los progresos de la vida, los pueblos cambian mucho y por lo tanto los espectáculos tienen que estar a tono con el año 1965.”
1965 |
El progreso es el progreso. Los noyeses habían dejado de hacer el becerro en la rúa do Curro con toros y novillos del Barbanza y se pusieron... a bailar la yenka.
Ofrezo al lector interesado, como remate, la poesía completa de Labarta Pose sobre las corridas de Noia, publicada en 1886.
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