28 de marzo de 2011

Bodegueros de hace cien años: la compañía Vinícola Gallega

La compañía Vinícola Gallega nació en Vigo en 1891 con el fin de elaborar y comercializar vinos gallegos con cierta garantía de calidad, cuando ya empezaban a practicarse mezclas con los de origen castellano traídos por ferrocarril, luego de que la conexión ferroviaria con la España interior se hubiese completado en 1883, o con los vinos levantinos llegados por barco.

Fundada por un comerciante, Francisco Molins, y por un farmacéutico, Rodrigo Rodríguez, ambos vigueses, en 1910 la Vinícola Gallega acabó pasando a manos de los hermanos López Valeiras, comerciantes de Dacón –en el noroeste de Ourense-, una saga cuya trayectoria he relatado recientemente en un volumen colectivo sobre Empresarios de Galicia coordinado por Xoán Carmona. Uno de los hermanos, Bautista, sería el principal impulsor de la fabricación de champán ‘made in Galicia’.


La historia de la Vinícola es realmente peculiar, como veremos a continuación. Fue una de las empresas que surgieron en las primeras décadas del siglo XX, antes de la Guerra Civil, para la elaboración de vinos y licores con destino preferente a las colonias de gallegos en América Latina. Estamos en pleno boom migratorio, y eran cada vez más los que en Argentina o Cuba querían saborear de vez en cuando los ‘productos de la tierra’. Vinos, jamones y lacones, embutidos, conservas de pescado, pulpo seco y otros alimentos se incorporaban a la mesa en fiestas y celebraciones. La presencia de los Valeiras en este negocio queda resumida en la siguiente elogiosa crónica.


1914

Como cabe imaginar, exportar vinos y licores a América era algo fuera del alcance de los pequeños viticultores: sin un volumen de producción relativamente elevado no podrían hacerse rentables las inversiones necesarias ni en capital fijo ni en capital circulante: maquinaria, bodegas, barriles, botellas, transporte, seguros, publicidad, etc. Una cuestión de economías de escala.

Sólo los que disponían de ‘grandes’ extensiones de viñedos podían animarse a dar un salto semejante, y solían ser dueños de pazos que pertenecían o habían pertenecido a viejas casas hidalgas y a monasterios en torno a las riberas del Miño y sus afluentes o bien en las Rías Bajas. Pocos fueron los que abandonaron las prácticas tradicionales de fabricación y comercialización. Entre ellos, destacado, el conde de Torre Cedeira, con su bodega La Fillaboa en Salvaterra de Miño, del que hablaremos en otra ocasión.

Y también dieron el salto nuestros protagonistas, los Valeiras. Con una particularidad: según mis noticias no poseían producción propia; es decir, la Vinícola Gallega no disponía de viñedos sino que adquiría a terceros las uvas o el mosto con los que elaboraba sus caldos por el procedimiento del coupage. Aquí tenemos un reportaje gráfico sobre sus instalaciones en Vigo, cuando ya la Vinícola pertenecía en exclusiva a Bautista López Valeiras.

1923

Desde Vigo, con acceso fácil a la estación ferroviaria y al puerto, salían las cajas con sus vinos finos de mesa, vinos tostados y licores embotellados con destino a Buenos Aires o La Habana. También para el mercado gallego y del resto de España, dirigidos a hoteles y restaurantes. Al igual que las aguas minerales, los vinos en botella y con marca tenían su mercado en las clases con un cierto poder adquisitivo, puesto que los labradores, los obreros o los marineros consumían vino vendido a granel.

Su otro mercado lo constituían los emigrados en América, donde la oferta de vinos de ‘gusto gallego’ era muy escasa. Eran bebidas para las ocasiones especiales e incluso se recalcaban sus propiedades medicinales, y al estar embotelladas se presumía que el fabricante se había cuidado de realizar mezclas fraudulentas.


Un negocio exportador que experimentó dificultades ya en la década de los 1930 por la crisis sufrida en sus mercados latinoamericanos, por el aumento de los derechos arancelarios y por el caos en los pagos internacionales y en los mercados de divisas. La Guerra Civil española y el subsiguiente conflicto mundial complicaron más las cosas. Luego, en los 1950, las trabas a las importaciones establecidas en Argentina y la revolución cubana acabaron de darle la puntilla.

A principios de los 1960 desaparece la Vinícola, una firma pionera en la modernización de la industria vitivinícola que hoy, afortunadamente, perpetúan con creciente éxito muchas firmas gallegas.

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