14 de marzo de 2012

Galleteros gallegos (1): Madrid


Las marcas de galletas que más me suenan del pasado son las de Cuétara, Artiach y Fontaneda. Artiach y Fontaneda pasaron hace tiempo a manos de la estadounidense Nabisco y en 2006 a Kraft, también norteamericana. Cuétara pertenece desde 2009 a Nutrexpa, la empresa catalana del Cola Cao. El sector galletero está dominado, como tantos otros de la alimentación, por grandes firmas multinacionales.

No recuerdo ninguna galleta ‘made in Galicia’ y no es de extrañar porque la historia de los galleteros gallegos se reduce a un corto número de localidades y a unas pocas firmas que echaron el cierre en la década de 1960. Las primeras iniciativas nacieron en la capital del Reino, en Madrid, años 1880-1890, a cargo de un combinado galaico-portugués del que después hablaremos.

Treinta años más tarde, en 1913, se estableció una fábrica en Tui, también gallego-portuguesa, La Peninsular, como un pino en medio del desierto. Y pocos años después afloraron fabricantes en Sarria, al sur de la provincia de Lugo, un pequeño e inesperado oasis galletero. Algunos pequeños fabricantes coruñeses y ourensanos completan el panorama.

En resumen, poca cosa: ni Madrid ni Galicia contaban con ventajas especiales para liderar la fabricación de galletas. Estamos ante una historia pequeña, de los esforzados de la ruta. 

Empecemos, para meternos en situación, con dos anuncios de fabricantes de galletas en Galicia, ambos de los años 1930. Un anuncio de La Peninsular, con su surtido Celta, y otro de una firma de Sarria que escogió ese nombre tan propio de las pastelerías, La Dulce Alianza.

1934

1934
Remontémonos ahora a los inicios de la industria galletera moderna. Todos conocemos muchos tipos de galletas y sabemos que las más sencillas se elaboran con harina, azúcar, puede que huevos y quizá mantequilla. En el siglo XIX se aplicaron las nuevas técnicas de la Revolución Industrial para elaborarlas mecánicamente, en fábricas con maquinaria movida por la energía del vapor, hornos sofisticados, etc.; y comenzaron a envasarse en latas.

Los ingleses tomaron la delantera y una de sus empresas galleteras, Huntley & Palmers, se convirtió en la mayor del mundo. Acá una imagen de sus instalaciones en Reading –al oeste de Londres- en 1889. Procede de una web dedicada en exclusiva a la empresa.

1889
Y aquí tenemos un texto que nos ofrece algunas cifras y nos revela que sus latas de galletas llegaban a los lugares más insospechados, tanto del Imperio británico como de otros lejanos lugares, y que eran convenientemente recicladas.

Fernández Armesto (2004), Historia de la comida, Tusquets

Acá una foto que ejemplifica la difusión mundial de las galletas de Huntley & Palmers.

1900. Vapor con galletas de Huntley & Palmers surcando el río Congo

Usar envases de hojalata era el mejor modo de garantizar que las galletas llegasen en perfecto estado al consumidor, tal como nos explica Harold McGee en La cocina y los alimentos (2007, pág.604):

Con su bajo contenido en agua, las galletas tienen una marcada propensión a perder su textura durante el almacenamiento. Las crujientes y secas absorben la humedad del ambiente y se reblandecen; las húmedas y esponjosas pierden humedad y se endurecen. Por tanto, la mejor manera de conservarlas es en recipientes herméticos. Dada su escasa humedad y elevado contenido en azúcar, no son muy propensas a ser atacadas por los microorganismos y se conservan bien.

El liderazgo británico se basaba en varios factores. La economía de las Islas crecía a toda marcha y sus dominios coloniales se extendían por Asia y África, es decir, mercados amplios y en expansión. Los británicos disponían de abundante carbón, dominaban la tecnología del vapor, poseían una industria avanzada para la fabricación de todo tipo de maquinaria y de hojalata, y contaban con una buena red de transportes.

Por si esto fuera poco, Gran Bretaña disfrutaba de un acceso casi ilimitado a las materias primas necesarias para fabricar galletas gracias a su importante flota mercante y a sus muy bajos derechos aduaneros. Harinas, azúcar, mantequilla, huevos, cacao, especias, de origen nacional o procedentes del exterior, llegaban con facilidad a las factorías galleteras.

1900
 ¿Y qué pasó en España?. La historia del sector galletero español ha sido explicada por Javier Moreno en dos artículos disponibles en la red: el primero publicado en 2001, La dulce transformación. La fabricación española de galletas en la segunda mitad del siglo XX; el segundo en 2008, Tecnología, empresa y mercado en la fabricación española de galletas, 1790-1936. Ambos en la Revista de Historia Industrial.

Moreno nos muestra que los primeros fabricantes no artesanales, con fábrica, como Palay (Badalona) o Viñas y Compañía (Barcelona), surgieron en los años 1860 y 1870. Que, como tantos otros, acudieron a la meca de las galletas, Inglaterra, y de allí se trajeron máquinas, técnicas e ideas. Y que tenían que enfrentarse a los grandes británicos del sector, como Huntley & Palmers.

En una primera etapa, hasta 1897, destacaron las empresas catalanas en la fabricación de ‘galletas finas’ que se vendían en el mercado nacional o se exportaban a Cuba. Pero “la pérdida de las colonias antillanas [en 1898] asestó un golpe durísimo al sector”, al igual que las medidas arancelarias que encarecieron las harinas importadas en 1906. Una etapa de cambios que facilitó la incorporación al negocio galletero de empresas de otras regiones como Fontaneda (Aguilar de Campoo, 1903), Artiach (Bilbao 1907) o La Peninsular (Tui 1913). Los Cuétara, cántabros, empezaron en México y no se establecieron en España hasta 1951.

Según mis informaciones, no ha habido en Galicia ninguna fábrica de galletas anterior a 1900. Habría, seguro, pasteleros o confiteros artesanales que las elaboraban, pero no instalaciones fabriles. Lo habitual eran los pequeños obradores que fabricaban galletas, rosquillas, bizcochos y otros dulces para fiestas y romerías y que solían encargar a terceros su venta, tal como se describe en la siguiente noticia.

A Coruña, 1911
Lo que sí encontramos es un colectivo gallego-portugués de fabricantes que alcanzó cierta importancia en Madrid a partir de los años 1880, cuyas figuras más destacadas fueron Venancio Vázquez –natural de Sarria (Lugo)- y Augusto Martinho [léase Martiño], portugués.

Cada uno por su lado fueron pioneros de la industria galletera madrileña, sus historias acabaron cruzándose, y no tardaron en transformar o vender sus sociedades y fábricas: Venancio Vázquez constituyó La Fortuna en 1902 pero la abandonó poco después,  y la factoría de Martinho acabó en manos de La Industrial Madrileña también a principios del siglo XX.

A ellos, a los gallegos galleteros de Madrid, dedicaré la primera parte de esta historia.

El fundador de la Casa Martinho –Augusto Esteves Martinho (1844-1910)- era de Lisboa, y había iniciado la fabricación de galletas en 1883, año en que inauguró su factoría en la calle Alcalá, muy cerca de la plaza de Toros de Goya, anterior a la de Las Ventas. Acá un pequeño mapa con su ubicación.

Martinho y Cía. Ubicación de su fábrica de galletas (arriba derecha, calle Alcalá ) en mapa de 1902.

Y aquí una noticia sobre dicha inauguración.

1883

Una de sus primeras marcas fue León de Oro, con un toque aristocrático.

1883, Marca León de Oro inscrita por Martinho y Cía.
Sus galletas y bizcochos de fantasía eran envasados en decoradas cajas de hojalata.




Se trataba de un negocio orientado a satisfacer la demanda de dulces exquisiteces de la clientela adinerada, fuese en la Corte o en otros lugares, con productos propios o traidos de las principales capitales europeas. Martinho importaba exquisitos bombones de las ‘más renombradas Casas de Europa’ así como ‘los más selectos bizcochos y galletas’.

1910

Martinho acudía al extranjero a adquirir no sólo dulces deliciosos y ‘objetos caprichosos’ que vendía en su céntrica tienda, sino también la maquinaria para su fábrica: “El conocido industrial D. Augusto Martinho ha salido para varias plazas del estranjero, con objeto de adquirir máquinas y artefactos para el mayor impulso de su ya importante fábrica de galletas y objetos caprichosos para el depósito establecido en la calle del Arenal, 6.” (1885). Era fabricante y al mismo tiempo comercializador de productos de importación.

Varios anuncios nos revelan que elaboraba diversos tipos de galletas –con mantequilla danesa-, que ofrecía al consumidor productos típicos de Portugal y que mimaba a los clientes franceses de la capital con los más variados dulces: marrons glacés (castañas confitadas), frutas escarchadas, chocolates, bombones, caramelos, plum-cakes.

1885

1886

1885

En 1885 la gestión de la fábrica de Martinho en la calle Alcalá pasó a manos de la compañía Tavares y Gómez, que monta despacho propio, primero en la calle Montera y luego en la calle Mayor. No he podido descubrir quien era Tavares –un apellido gallego o portugués- pero el apellido Gómez correspondía a Antonio Gómez Quiroga, casado con la única hija de Martinho, María Martinho Figueiredo, y ... oh, casualidad, natural de Sarria, en Lugo. El pequeño misterio de la curiosa afición de los sarrianos a las galletas.

Acá reproduzco dos anuncios de Tavares y Gómez.

1887



Y acá un elogioso reportaje de 1890 sobre la empresa, con muestras de admiración hacia la industria galletera inglesa y con quejas por las trabas que las excesivas tarifas ferroviarias y los elevados impuestos sobre el consumo imponían a la industria madrileña.

NUESTRAS FABRICAS
Galletas y bizcochos (Tavares y Gómez, 163, calle de Alcalá)

Esta industria, nueva en España, alcanza hoy un completo desarrollo, merced a los perserverantes esfuerzos de los conocidos industriales con que encabezamos estas líneas. La fabricación de galletas y bizcochos era desconocida en nuestra patria, y sólo merced a Inglaterra, que parece privilegiada para monopolizar todas las industrias, teníamos un ligero conocimiento de estos productos. (...) El espíritu reformista e investigador de los hombres de nuestro siglo, que busca nuevos horizontes y que no desatiende el problema importantísimo de una buena y sana alimentación, no podía menos que fijarse en que la harina, el azúcar, la manteca y demás sustancias que entran en la fabricación de las galletas, constituirían un alimento nutritivo y de higiene reconocidísima. Así se comprende que en Inglaterra, en donde la organización física de sus habitantes es desarrollada y robusta, cual en ninguna otra nación, consideren la galleta como un artículo de primera necesidad.

En nuestra visita a este importante establecimiento industrial hemos quedado verdaderamente sorprendidos de ver que para artículo que tan sencillo se considera en su manipulación, se empleen máquinas y aparatos en número tan considerable y de tan ingeniosos efectos; merecen citarse las máquinas estampadoras que graban, cortan y colocan las galletas en tableros de hierro destinados al efecto y en disposición de ser conducidas a los hornos giratorios que incesantemente funcionan, y que son auxiliados para su alimentación por el vapor que penetra en su interior convenientemente distribuido por tubos.

Como prueba de la creciente importancia que esta industria va teniendo en España, baste indicar que los Sres. Tavares y Gómez cuentan con más de 4.000 clientes entre Madrid y provincias, y que sus productos son hoy preferidos en los mercados más importantes de las Repúblicas americanas, para donde se envían buen número de kilos de su selecta fabricación. (...)

Pero los titánicos esfuerzos de hombres industriosos como los Sres. Tavares y Gómez se estrellan ante las dificultades que Madrid tiene para industrias de la importancia de la que nos ocupa; las tarifas de ferrocarriles exorbitantes cual en ninguna otra plaza comercial; las tarifas de Consumos elevadísimas e inspiradas solamente bajo la base de considerar a Madrid como gran centro de consumo, y como si nada produjese, son cosas ambas que bien merecen la pena de ser debidamente estudiadas por nuestros administradores, y en plazo no lejano Madrid contaría con establecimientos fabriles a semejanza de los existentes en Inglaterra (...)

Tavares y Gómez se esforzaron en fabricar dulces tradicionales con técnicas modernas, como el dulce de membrillo.

La fabricación del dulce de Membrillo, que merced a los perserverantes estudios de los conocidos industriales de esta corte Sres. Tavares y Gómez ha salido del cauce rutinario a que estaba sometida, alcanza (...) un grado tal de adelantamiento, que puede calificárseles de innovadores en su industria. Nos sugiere esta reflexión la visita que hemos hecho a la instalación que con tal objeto, y tras no pequeños gastos, han establecido en su fábrica de galletas de la calle de Alcalá; por procedimientos puramente mecánicos, y que son privilegio exclusivo de dichos señores, el fruto de membrillo sufre varias y curiosas operaciones hasta que resulta constituido en ese delicadísimo e higiénico producto que se conoce como dulce de Mermbrillo. Nos complace recomendar este producto, que puede adquirirse en los principales establecimientos de ultramarinos, los que a su vez lo adquieren diariamente de la casa productiva.” (1891).

En 1892 la empresa galletera experimentó un nuevo cambio y la fábrica de Alcalá pasó a denominarse Tavares y San Julián. ¿Quién era este nuevo socio?. Pues otro lucense, Emilio Pérez San Julián, natural de Meira. Se mantuvo, pues, la conexión gallego-portuguesa, aunque no por mucho tiempo, como veremos más abajo.


Dejemos de momento a la empresa de Martinho. En 1893, diez años después que la del lisboeta Martinho, vio la luz otra firma galletera fundada por un gallego instalado en la Corte. Me refiero al ya citado Venancio Vázquez López (1847-1921). El joven Venancio procedía de Sarria y llegó a la capital en 1859 tras la senda de su tío, el famoso fabricante de chocolates Matías López López (1825-1891), con quien adquirió la experiencia y el capital necesarios para establecerse por su cuenta en una actividad no muy diferente a la chocolatera.

La trayectoria de Matías López ha sido tratada en varios trabajos recientes. Uno el libro de Luis Rodríguez, Matías López y López, espejo de empresarios (2001); otro el capítulo firmado por Ricardo Gurriarán en el volumen Empresarios de Galicia 2 (2009).



Menos conocida es la trayectoria de su sobrino Venancio Vázquez. Acá tenemos un retrato. Era calcado al tío Matías, según parece.

1894
Tras la muerte de su tío Matías en 1891, Venancio decidió introducirse en la fabricación de galletas y bizcochos; primero en su fábrica de chocolate de la calle Caracas en 1893 y al año siguiente en la nueva factoría que estableció en Pozuelo de Alarcón, pequeño pueblo con estación ferroviaria en la ruta hacia Santander, desde donde recibía las materias primas de importación –cacao, azúcar, especias- e incluso la harina; supongo que también el carbón. Pozuelo está muy próximo a Madrid y cerca de El Escorial, donde Matías López había instalado su fábrica de chocolates.

Abajo ofrezco una breve reseña con la historia inicial de la firma y varios anuncios.

1901
1894

1896
1898

Conclusión: en poco más de una década, entre 1883 y 1893, gallegos y portugueses se ponían al frente de la industria galletera madrileña: Martinho, Tavares, Gómez, Vázquez, San Julián. Pero, por razones que después trataré de aclarar, nuestras dos empresas pioneras cambiaron pronto de dueños o tuvieron que transformarse.

El primer cambio afectó a la companía de Martinho: en 1894 su fábrica de galletas pasó a manos de otra empresa –Cifuentes y San Julián- y al poco tiempro sufrió un incendio. Con el fallecimiento de San Julián en 1897, desapareció la participación galaico-portuguesa en el negocio y se hizo cargo de la fábrica de Alcalá otra empresa, La Industrial Madrileña, una sociedad anónima que había sido fundada en 1891 y cuyo principal socio y director era Joaquín Cifuentes. Nuevos dueños y ... nueva fábrica.

Las nuevas instalaciones de la firma fueron inauguradas en 1903, un acontecimento recibido con elogios por la prensa, que señalaba el hecho como un testimonio de que Madrid no era sólo la Corte, sino también una ciudad con empuje económico. Ahí va un reportaje.

Inauguración de una fábrica. LA INDUSTRIAL MADRILEÑA.
A las cuatro y media de la tarde de hoy se ha celebrado la inauguración de la nueva Fábrica de galletas de la importante Sociedad La Industrial Madrileña. Ha sido una fiesta brillante de la industria de nuestra capital, de cuyo progreso es un magnífico ejemplo. (...) Terminada la visita, los invitados fueron obsequiados en uno de los salones con un espléndido lunch. Los principales accionistas de la Fábrica y el director de la misma, D. Joaquín Cifuentes, hacían los honores (...) La Industrial Madrileña es una Sociedad anónima, que se fundó en nuestra capital en 21 de Marzo de 1891, con un capital de un millón de pesetas, para explotar la fabricación de galletas, bombones, caramelos, bizcochos, conservas de frutas y toda clase de artículos de confitería decorada. (...) Ocupa el edificio un espacio de 20.000 pies cuadrados en la calle de Alcalá (número 163), dando vuelta a las calles de Hermosilla y Alcántara. La construcción, elegante y sencilla, ha sido dirigida por el ilustre arquitecto D. Eduardo de Adaro, autor de los proyectos del Banco de España y del Banco Hispano-Americano. (...)

Es muy interesante y curiosa una vista a la Fábrica. Comenzando por los sótanos, donde están establecidos los almacenes de materias primas y donde dentro de poco se montará la fabricación de conservas de frutas, todo solicita la atención. En la planta baja están dos grandes motores eléctricos, en una dependencia especial; frente a ella, en un gran salón, están los hornos para galletas y bizcochos de sistema inglés, y diversas máquinas para cortar las galletas y bizcochos en sus distintas formas. Toda esta maquinaria, como la restante instalada en otros vastos salones, ha sido traída de Leipzig. Interesantísimo es el magnífico salón donde se fabrican los bombones y caramelos. En relucientes calderas de cobre se hace la pasta, que en grandes mesas de mármol se extiende para moldearla y cortarla después por medio de máquinas especiales; en otros grandes peroles se confitan las almendras, piñones, etc. En otro salón contiguo están instaladas varias máquinas para fabricar pastillas de menta, descascarillar y moler el cacao y extraer su aceite esencial, y otros aparatos, todos movidos por complicado sistema de transmisiones, muy ingenioso por cierto. En otros salones del entresuelo y piso principal está las siguientes dependencias: taller de carpintería para embalaje, idem de latonería para fabricar los envases de las galletas y bizcochos, empaquetado de galletas, almacenes de las mismas, empaquetado de bombones y caramelos, taller de decorado de confitería, oficinas, etc. (...)

La Fábrica produce diariamente más de 1.600 kilos de galletas y más de 300 de bombones y caramelos. En los diversos trabajos y labores están empleados actualmente 300 obreros. (...)” (1903)

Y acá una foto del taller de modelado de galletas y un anuncio de La Industrial Madrileña, sucesora de Martinho y Compañía, como ya señalé, en la calle de Alcalá.

1903

1905

Sin embargo, el gozo acabó en el pozo porque ya en 1907 se subastaban los activos de La Industrial Madrileña, adquiridos al poco tiempo por La Industrial Española, una sociedad promovida por la familia De Carlos y por el comerciante Julio Castañedo, constituida en 1908. La nueva empresa prolongaría su actividad hasta finales de los años 1940, según información facilitada por Arturo Lahera.

También experimentó una profunda transformación la empresa fundada por Venancio Vázquez. Venancio no tardó mucho en dar un giro radical a la gestión de su firma y en 1902 impulsó la creación de la Sociedad Anónima La Fortuna a la que aportó sus fábricas y de la que fue gerente durante algunos años.

Los dos reportajes de más abajo nos muestran el peculiar diseño de la nueva sociedad: únicamente podían ser socios los dueños de establecimientos comerciales o de hostelería cuyo negocio incluyese la venta de galletas, bizcochos y chocolates, desde ultramarinos a cafeterías. Era una manera de motivarlos a dar salida preferente a los productos de La Fortuna.

1902

LA FORTUNA.- Para explotar las fábricas de chocolate y galletas que D. Venancio Vázquez poseía en esta corte y en Pozuelo de Alarcón respectivamente, se ha constituido una Sociedad anónima con el título indicado, cuyo capital consistirán en un millón de pesetas representado por 20.000 acciones de 50 pesetas cada una, de las que 6.500 se entregan al Sr. Vázquez en pago de las aportaciones de sus fábricas y las 13.500 restantes se suscribirán precisamente por dueños, en nombre propio, de establecimientos de ultramarinos, comestibles, abacerías, chocolates, mantequería, café, fiambres, confitería, etc., en Madrid o provincias, (...) Además, el Sr. Vázquez, mientras sea socio, será Consejero inamovible y hasta el segundo domingo de Marzo de 1905 Director gerente encargado de la dirección técnica del negocio.

En el informe de resultados de la empresa correspondiente al año 1903 se hacía notar la incorporación de 629 socios, y también que Venancio Vázquez había renunciado a la gerencia y había puesto en venta 2.688 de sus 6.500 acciones. El pionero sarriano aceleraba su retirada.

A los pocos años los nuevos gestores decidieron construir fábrica nueva en el Paseo del Rey, al tiempo que ponían en venta las anteriores instalaciones de la calle Caracas y de Pozuelo. Acá un mapa con el lugar escogido para dicha fábrica, justo al lado de la estación ferroviaria Norte. Está claro que los objetivos eran concentrar la producción antes dispersa, mejorar maquinaria e instalaciones y gozar de buen acceso al transporte por ferrocarril, del que antes carecían.

Emplazamiento de la fábrica de La Fortuna, al lado de la estación ferroviaria del Norte, en mapa de 1902.

A continuación, una crónica de su inauguración en 1913.

"PROGRESOS DE LA INDUSTRIA MADRILEÑA.
Desconocen la mayoría de los madrileños la creciente importancia de nuestra industria en sus diversos ramos. (...) Hoy creemos justo hablar de una industria de gran importancia: la fabricación de galletas, chocolates y bombones, digna de competir y aventajar a las grandes fábricas extranjeras, como Palmers, Menier y Suchard. Nos referimos a la nueva fábrica que acaba de inaugurar en el número 24 del paseo del Rey la Sociedad Anónima La Fortuna, harto conocida del público madrileño.

La fábrica de galletas, bombones y chocolates de La Fortuna es, sin disputa, una de las primeras de España en cuestión de instalación y maquinaria modernísima y perfeccionada, así como en su parte administrativa, digna de parangonarse con las mejores de Europa. Sus nuevos locales del paseo del Rey son un modelo (...) [ocupan 92.000 pies cuadrados y sus] talleres producen diariamente la friolera de 4.000 paquetes de chocolates, de 4.500 a 5.000 kilos de galletas y bizcochos y varios miles de kilogramos de bombones y pastillas de chocolate.

El trabajo de operarias y operarios de La Fortuna se realiza con una pulcritud y esmero a que, desgraciadamente, no estamos acostumbrados en España; gentiles muchachas, admirablemente uniformadas, con trajes de distintas tonalidades, según la sección a que pertenecen, se ocupan del empaquetado de los distintos artículos, mientras que las albas blusas de los operarios masculinos, personal escogidísimo y competente, se agrupan junto a los más perfecto que se conoce hoy día en maquinaria para la producción de las múltiples variedades de galletas y chocolates que luego se reparten en el mercado mundial, popularizando la marca La Fortuna desde la modesta tienda de ultramarinos hasta el aristocrático restaurant.

Cuarenta metros de largo, por 28 de ancho, y con una elevación de 18 metros, mide la nave en que están instalados los cuatro grandes hornos de 13 metros de largo, para la cocción de las galletas, los cuales están precedidos por los talleres de amasado y tendido de la pasta, y de los cuales pasan a las máquinas cortadoras y laminadoras. Importante es asimismo la nave destinada a la fabricación de chocolates y bombones, con sus molinos mezcladores, refinadoras, batidoras y demás aparatos que son triunfos de maquinismo moderno, y que da la sensación de hallarse uno en la galería de máquinas del último de los concursos internacionales. (...)"

En las siguientes fotos podemos ver uno de los talleres de empaquetado de galletas -con sus operarias- y la nave de elaboración de chocolates -con sus operarios-.



Concluyamos ya la historia de los galleteros gallegos –y portugueses- en Madrid. Primero veamos un mapa que muestra las ubicaciones de sus fábricas y despachos, resaltadas en azul.

Arriba la fábrica original de chocolates y galletas de Venancio Vázquez, en la calle Caracas, y a la izquierda la establecida por La Fortuna en 1913. A la derecha la fábrica de la calle Alcalá de Martinho y Compañía. Y abajo, los despachos y depósitos de galletas, en el Madrid histórico, calles Arenal, Mayor y Cuatro Calles –al lado de las Cortes-. No se ve la factoría de Pozuelo de Alarcón, al noroeste de la capital.

Ubicación de las fábricas y despachos de las empresas galleteras de Martinho y Venancio Vázquez en mapa de 1901

Y ahora tratemos de responder a una pregunta, ¿por qué tantos líos con nuestras dos empresas galleteras en la primera década del siglo XX?.

No lo tengo muy claro, pero imagino que se verían afectadas por varios cambios bruscos que afectaron considerablemente al negocio por aquellos años. La pérdida del mercado cubano a partir de 1898 debió de reducir algo las ventas, pero ¿cómo se las arreglaron las galleteras ante el tremendo descenso de las importaciones de azúcar procedente del Caribe?.

España venía importando con anterioridad entre 2 y 4 millones de toneladas anuales; en 1901 fueron sólo 6.800 toneladas y al año siguiente 4.300. Son cifras de las Estadísticas Históricas de España (2005, Fundación BBVA, pág. 326). ¿Compensaría la producción interior una disminución de tal calibre en la oferta de azúcar?. No. La producción española de azúcar rondó las 100.000 toneladas por esos años. El reajuste debió de ser bien complicado.

Otro factor influyente tuvo que ser la depreciación de la peseta que aconteció en el mismo período, un factor que encareció las importaciones. Y luego, más importante quizás, el hecho de que en 1906 el gobierno español aumentó los derechos arancelarios que gravaban las harinas extranjeras. En definitiva, en pocos años el coste y las fuentes de abastecimiento de los insumos que empleaban las firmas galleteras, e incluso sus mercados, experimentaron cambios severos que obligaron a las empresas a transformarse o morir.

Venancio, como vimos, se retiró del negocio en torno a 1905, cuando ya contaba con casi 60 años. ¿Y qué pasó con la casa Martinho?. Pues que siguió en activo, sin la fábrica de la calle Alcalá, elaborando y vendiendo delicatessen en su tienda de la calle Arenal, desde vinos portugueses hasta porcelanas y otros ‘objetos caprichosos’. Abajo podemos ver la portada de un calendario promocional de la Maison Martinho.

1901
Tras la muerte del fundador Augusto Martinho en 1910 su único yerno, el sarriano Antonio Gómez, se puso al frente. Acá tenemos una crónica de una visita que realizó a Lugo en 1915.

1915
La noticia recoge el delicado estado de salud de su esposa María Martinho pero, ironías del destino, fue Antonio Gómez el que justo al año siguiente abandonó este mundo. Su mujer viviría hasta 1950. La firma quedó en manos de los hijos, de los Gómez Martinho, quienes entre otras cosas vendían dulces portugueses.

1932

Dos clanes familiares de gallegos y portugueses, o más bien de lisboetas y sarrianos, dejaron su huella en la etapa inicial de la industria galletera madrileña. En vísperas de la Guerra Civil, en 1935, según nuestro experto Javier Moreno (2008, pág. 49), la lista de empresas galleteras en Madrid estaba compuesta de cuatro firmas, y tres de ellas fueron protagonistas de esta historia: La Industrial Española, Martinho y La Fortuna.

En la segunda parte de Galleteros gallegos conoceremos lo sucedido con este dulce negocio en la propia Galicia.

12 comentarios:

  1. Mi nombre es Rafael Vazquez. Tengo interés en saber donde puedo encontrar recetas o donde se pueden seguir fabricando los bizcochos que la pasteleria Martinho estuvo vendiendo hasta su cierre de la calle del Arenal, 6. Se ha mantenido alguna fabricación similar por sus últimos propietarios?

    ResponderEliminar
  2. ¡Hola, Rafael!. No poseo información sobre lo que preguntas, lo siento. A ver si alguien puede echar una mano. Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Hola Angel, soy Javier Gómez-Martinho, descendiente de los Martinho de que hablas en tu interesante trabajo. Me gustaría saber si tienes algún dato más sobre Martinho(artículos, fotos, etc.) o de Augusto Esteves Martinho y Antonio López Quiroga, o si me podrías decir donde encontrarlos.
    Hecho en falta en tu trabajo la fabrica de galletas que tuvo Martinho en la calle Isaac Peral 42 de Madrid (después de la de Alcalá, aunque no se decirte desde ni hasta cuando estuvo abierta).
    La confitería de Arenal 6 cerró hace mas de treinta años y la familia ya dejo el negocio.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  4. Hola, Javier. Me alegro de que te haya gustado el trabajo. Si quieres establecer contacto conmigo, envíame un correo a la dirección jalisiaajraria@gmail.com, y te mandaré el material de que dispongo, aunque buena parte de él ya está colgado en Galleteros. Así, de paso, podremos comentar la historia familiar, si te parece. Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. Hola, me tope con tu blog buscando información sobre una caja de latón que encontré en una escombrera. La caja en cuestión es de galletas de la Idustrial Española y a pesar de los daños del óxido aún permite ver su litografía modernista que es una maravilla.
    estaré encantado de enviarte fotos de la misma para que aumentes tu documentación gráfica ( que es eexcepcional, por cierto), sólo tienes que mandarme un mail a fdemiguelhombria@gmail.com

    un saludo!
    Fernando

    ResponderEliminar
  6. Gracias, Fernando, por tu ofrecimiento y por salvar una pobre lata de galletas abandonada. Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. Es una pena con la estupenda materia prima que tenemos en Galicia, que no tengamos mas productos elaborados. Tenia que haber mas Galletas Maruxas en Galicia.

    ResponderEliminar
  8. Hola!!
    Acabo de encontrar tu blog, investigando sobre mi bisabuelo, Venancio Vázquez, me ha encantado toda la información que nos das, me gustaría contactar contigo, por si tienes mas datos, fotos, etc.
    Es buenisimo lo que has hecho
    Gracias
    Matilde Vázquez

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Olvidé ponerte mi correo electrónico
      mathildevm@hotmail.com

      Eliminar
    2. Gracias, Matilde. Tengo el blog abandonado por razones de trabajo, pero ahora te escribo. Un saludo.

      Eliminar
  9. Tengo un gran recuerdo de las galletas rectangulares con la inscripción Martinho que compraba mi madre en los años 50 en la tienda de la calle Arenal 6, estaban riquísimas, tengo su sabor en la mente esperando encontrar alguna que al menos me lo recuerde.

    ResponderEliminar
  10. Me llamo Zacarías Pastor6

    ResponderEliminar