A Coruña, 1946 |
"Primero fue en Sada, constituyendo el sensacional acontecimiento de la temporada: todas las ostras de aquella playa ocultaban en su interior magníficos ejemplares de perlas. Ahora el espectáculo, extraordinariamente popular también, es en las inmediaciones de La Coruña, en Las Jubias, frente a la playa de Santa Cristina, precisamente donde comienza la ría del Pasaje.
Que nosotros sepamos, estas aguas familiares, tradicionalmente pacíficas, casi divorciadas con las del mar inquietas y revoltosas, apenas guardan como presa codiciable para el pescador algún múgil, que huye asustado en cuanto se inicia la baja mar. Pero así como no son aguas propicias al pescador, es un verdadero remanso para navegar durante el verano.
Sin embargo, las apariencias muchas veces engañan. Y ahí verán ustedes por donde en el fondo de estas aguas inofensivas se ocultaba una riqueza que movilizó y arrebató el sueño a centenares de personas de todos los pueblos limítrofes al Pasaje.
Casi sin darse cuenta nadie y sin saber por qué la ría fue poblándose de pequeñas embarcaciones, lanchitas individuales tripuladas por el marido, la mujer y los hijos que, afanosos, se entregaban a la gran tarea de extraer grandes cantidades de almejas. Aquello era un verdadero ejército que nublaba las aguas. Y era de ver a aquellas gentes arrojando sus grandes 'raños' al fondo del agua para, después de un regular ejercicio, risas y bromas de todos los gustos, asidos al largo palo que sostiene la herramienta, que más bien parecía que iban a saltar a la pértiga, sacarla llena del citado molusco.
Y no crean ustedes que solamente se dedicaban a esta faena las gentes del mar. Eso fue en los primeros días, pero la codicia y la fiebre del dinero llegó a los hogares particulares. Y muchas personas abandonaron sus quehaceres habituales para recoger almejas. Así, los albañiles, carpinteros, muchos labradores y hasta ¡algún estudiante! no vacilaron en coger una barquichuela y dedicarse a 'rañar' en aquellas aguas.
El negocio no está mal, porque el individuo que menos beneficios obtiene son unas 75 pesetas diarias. Y hubo quien sacó en los primeros días unas mil quinientas semanales. Y como la noticia cundió enseguida, bien pronto comenzaron a llegar gentes 'forasteras' de otras localidades que también querían probar fortuna. Y la alcanzaron. Así se dieron los grandes banquetes. Comían y siguen comiendo todavía opíparamente, allí mismo en la propia embarcación, porque la cosa no es para broma y no ha de abandonarse la fortuna cuando llega sin grandes esfuerzos para encontrarla.
Hoy mismo a la hora del yantar, hemos visto cómo exhibían, llenos de júbilo, enseñándolos unos a otros, sus buenos bisteks que rociaban con sendas garrafas de vino del Ribero.
Indudablemente para muchos hogares modestos el descubrimiento fue un gran alivio, precisamente ahora que estamos en las lindes del invierno.
-- ¿Cómo no se dieron cuenta antes del hallazgo? --preguntamos.
-- Porque ¿quién iba a pensar que aquí?... Y sin embargo, ya ve usted: una mina, una verdadera mina de almejas.
-- Se habla de cifras muy respetables recaudadas a diario por ustedes ...
-- Sí, sí; desde luego, claro que la gente siempre exagera algo. Lo malo es que se nos han entrometido aquí muchos intrusos y el negocio ha bajado.
-- De todos modos, una mina siempre es una mina, aunque sea de almejas.
-- Hombre, si durara mucho tiempo ...
Si durara mucho tiempo, nosotros creemos que el mismo reportero abandonaría la pluma para empuñar el 'raño'. Valdría la pena."
L. CONDE DE RIVERA
El escenario
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