16 de junio de 2011

Hórreos y bateas, distintivos del paisaje gallego

Los hórreos en el campo y las bateas en las Rías. No creo que haya dos artefactos construidos por los gallegos que llamen más la atención de los visitantes, porque a los que somos del país nos parecen ingredientes casi naturales del paisaje. Son muchos los hórreos para guardar el maíz y muchas las bateas para cultivar mejillones que hay en Galicia. Sobre 30.000 hórreos, según parece, y en torno a 3.400 bateas. Pero entre unos y otras hay una distancia de 300 años.

Hórreo campesino (foto de 1970), humilde pero ... elevado

El hórreo nació para curar y proteger el maíz, y el maíz empezó a cultivarse en Galicia a principios del siglo XVII, hace casi 400 años. ¿Cómo lo sabemos?. Pues, lógicamente, gracias a documentos escritos que se conservan de aquella época. No estadísticas detalladas, por supuesto, pero sí inventarios de bienes o contabilidades de instituciones eclesiásticas y casas nobles.

Cuando fallecía alguien de cierto estatus se realizaba un inventario de sus bienes para adjudicar la herencia, y en él se detallaban las fincas, los muebles, los aperos de labranza, los animales y también el stock de cereales existente en arcas y paneras del difunto. Y se especificaba tanto de trigo, tanto de centeno y tanto de maíz.

Los monasterios cobraban rentas de la tierra y diezmos a los campesinos, y llevaban sus cuentas, otra fuente que nos permite saber cuando empezaron a percibir maíz. En otros tiempos investigué sobre estos temas, y guardo notas de la contabilidad del monasterio de Oia, cerca de la desembocadura del río Miño, uno de los pocos situado a la orilla del mar.

Monasterio de Oia (Pontevedra)
Entre otros ingresos, el monasterio cobraba el diezmo completo –el 10 % de las cosechas- de la parroquia en la que se emplazaba, San Mamede de Pedornes, y rentas en especie por el cultivo de sus tierras, que en este caso eran también proporcionales a la cosecha, cuartos y quintos.

Es decir, los labradores tenían que pagarle cada año entre un 30 y un 35 % de su producto. El 10 % del diezmo más el 20 % o el 25 % de la producción en concepto de renta, según fuese el cuarto o el quinto.

En su Libro de Panera (Archivo Histórico Nacional, Clero, libro 10.231), los monjes de Oia registraban que a partir de 1626 y durante 18 años habían acordado con los vecinos que éstos entregasen una cantidad fija anual de cereales en lugar de diezmos, cuartos y quintos. Pudo haber sido para ahorrarse el trabajo de verificar contribuyente a contribuyente y año tras año las respectivas producciones para cobrar su cuota, o bien para estimular el cultivo de las tierras.

El caso es que finalizado el plazo, en la cosecha de 1644 el monasterio volvió al cobro proporcional, con gran disgusto para los campesinos. Y los monjes de Oia comprobaron dos cosas, reflejadas en el cuadro adjunto.


San Mamede de Pedornes. Rentas proporcionales y diezmos pagados al monasterio de Oia en 1626, 1644 y 1752 (en ferrados)


Cantidad
fija pactada
Cobrado en
proporción a
cosechas
Cálculo peritos
Catastro
Cereal
1626
1644
1752
TRIGO
360
480
240
CENTENO
1.440
1.620
730
CEBADA
180
318
240
MIJO MENUDO
780
--
--
MAÍZ
--
1.680
2.550
Total
2.760
4.098
3.760

-- Datos de 1626 y 1644 en el Archivo Histórico Nacional (Clero libro 10.231). La contabilidad del monasterio usa como medida el ‘bucio’ de 6 ferrados. 
-- Datos de 1752, estimación de los peritos del Catastro de Ensenada.



La primera cosa que comprobaron fue que cobrando en proporción a la cosecha habían ingresado 1.300 y pico más ferrados que con el convenio anterior, pasando de 2.760 a 4.098. Es decir, habían pasado de cobrar aproximadamente 43.800 litros de cereales (casi 33 toneladas) a cobrar 73.900 litros, que pesarían en torno a 54 toneladas (25 de maíz y 29 de los demás cereales). Un cálculo para el que he supuesto que el ferrado raso de la zona contenía 16 litros, y el ferrado colmado para medir maíz 21 litros; y que el litro de cereal pesa 0,75 kilos, salvo en el caso del maíz, que pesa menos (0,71). En resumidas cuentas, el monasterio pasó a cobrar un 63 % más que antes, y... con el maíz americano en cabeza.

Esta segunda constatación es la que nos interesa: los labradores habían casi abandonado el cultivo del ‘mijo menudo’ en favor del maíz. Ambos eran cereales de primavera, es decir, que se plantaban en primavera en las fincas que habían sido sembradas el año anterior con cereales que se plantan en invierno, como el trigo o el centeno. Pero el maíz americano ofrecía rendimientos muy superiores al mijo, y los labradores de Pedornes no dudaron en introducir la nueva planta.

Un cambio atestiguado por los monjes de Oia en sus cuentas del Libro de Panera, año 1644.

 “Maíz. Pedornes. Los feligreses de esta feligresía (...) deben el diezmo enteramente. Y deben por raçon de sus fueros los quintos y quartos y otras raciones. Como se advirtió (...) el anno de 1626 se les arrendó a pan sabido todo por 18 años que cumplieron con los frutos del año de 1643, y pagaban por renta y diezmo 130 bucios de millo menudo. En este tiempo de arriendo se introduxo el sembrar millo maiz, y este año se cogieron el diezmo y raciones y por ellas 280 bucios de que me hago cargo. Advirtiendo, para los venideros [años], que por mas diligencias que se hicieron para cobrarlo ocultaron mucha cantidad y haciendo cala y cata se allaron cassas que no avían pagado la mitad de lo que debían. Ellos tratan de reducirlo como estaba a Renta sabida, pero en casso de que se aya de arrendar no conviene que se le arrienden los diezmos.”

Una prueba de que en torno a la década de 1630 empezó a cultivarse el maíz americano en esta zona del suroeste de Galicia, y de que en pocos años se convirtió en el cereal de mayor producción. Las cifras de 1752 del cuadro de arriba confirman que un siglo después el maíz seguía siendo el preferido, con gran diferencia.

Y, por cierto, se aprecia en el texto que los monjes usaron el mismo nombre para ambos cereales aunque con apellido diferente, 'millo menudo' y 'millo maíz'. La razón nos la explica claramente el Padre Sarmiento en su Colección de voces y frases de la lengua gallega escrita a mediados del siglo XVIII: "O millo meùdo. Millo del puro latín millium. Meùdo para distinguirle del millo gordo, que es el maíz americano, que por tal no puede tener voz latina".

¿Y por qué la difusión del maíz llevó a construir hórreos?. O dicho de otro modo, ¿por qué no se guardó el maíz en los graneros tradicionales usados para conservar el centeno, el trigo o el mijo?. En arcas, en huchas, en tullas o en cualquier otro tipo de granero. Pues porque estos graneros tradicionales no eran apropiados para conseguir que el maíz secase y estuviese a la vez protegido de enemigos escurridizos, de ratones e insectos. Fue algo que no tardaron en aprender tanto los labradores como los nobles y eclesiásticos que recibían rentas y diezmos en maíz.

El Diccionario Enciclopédico Gallego-Castellano de Eladio Rodríguez (1960) definía ‘tulla’ como “Especie de arca grande de madera, fija, con una pared movible, que sirve para recoger los granos de trigo o centeno, pues el maíz se guarda en el hórreo.” Pensemos en el asunto. El maíz se guarda en espiga, no en grano, y eso quiere decir que almacenar el maíz requiere mucho más espacio que el centeno o el trigo, que se majan para separar el grano de la paja y ya solo tenemos que almacenar el grano.

A medida que los labradores fueron consiguiendo mayores cosechas de maíz, vino la necesidad de disponer de un granero específico para el cereal americano, y surgieron los hórreos. Espaciosos, aireados y con obstáculos para impedir las incursiones de ratones y demás bichos –los llamados tornarratos-.

De piedra, de madera, de piedra y madera, todos tenían el mismo fin: curar y proteger el maíz. Pequeños y grandes. Y ahí siguen estando muchos de ellos, dando ese aire especial a las aldeas y pueblos de Galicia.

Hórreo de Carnota (foto de 1970), entre los más grandes ... o el que más.


No es casualidad que los hórreos de mayor tamaño estén en las Rías Bajas, con buen clima para el cultivo del maíz y densamente pobladas, y que hubiesen pertenecido a curas y monasterios, y no a labradores. Los hórreos de Carnota, Lira y O Araño fueron erigidos por sus respectivos párrocos, y el de Poio por el monasterio allí emplazado. Son los hórreos más grandes de Galicia. Un labrador medio no necesitaba tanto espacio para su cosecha de maíz, pero sí los grandes perceptores de rentas y diezmos.

En las zonas vitícolas lo grande eran las bodegas, lógicamente. En las comarcas de la Galicia interior, más ganaderas, más de centeno, el maíz no se daba bien, la cosecha del cereal americano era pequeña, y muchos preferían secarlo como se ve en la foto, en ristras trenzadas. Para qué gastar en un hórreo. Con el inconveniente, eso sí, de tener que retirar las espigas a cubierto en los días de lluvia.

La alternativa al hórreo para curar el maíz (Monforte de Lemos 1930)


Las bateas son artefactos mucho más recientes. La palabra batea era sinónimo de artesa para amasar pan, o se definía como ‘recipiente de forma normalmente cúbica que se usa para el lavado de minerales’ (Real Academia), o como embarcación de fondo plano, en los diccionarios tanto de gallego como de castellano. Hoy asociamos batea a vivero flotante para el cultivo de mejillones, cuadrado o rectangular. Es, en resumen, una plataforma flotante de la que cuelgan cuerdas en las que crece el mejillón.


Típica batea para el cultivo de mejillones, en Durán, C. (1990), El mejillón. Biología, cultivo y comercialización.

Los viveros flotantes de mejillones nacieron en la España mediterránea a principios del siglo XX, y el puerto de Barcelona fue uno de los importantes en la actividad del engorde de nuestro molusco. Se anclaba un barco viejo o una plataforma de madera de la que colgaban cuerdas, y los mejillones que se adherían a ellas medraban alimentándose de los nutrientes que pululan por el mar. Así de simple: los mejillones son muy amigos de pegarse a cualquier cosa, y abren sus conchas para absorber lo que traen las corrientes marinas. Lo mismo hacen las almejas, las navajas, los berberechos o la ostras, pero carecen del biso de los mejillones y se ven obligados a vivir en la arena.

Este sistema de cultivar mejillones acabaría alcanzando gran difusión en Galicia a partir de los años 1950, y tuvo su inicio en 1946 cuando los hermanos Ozores Saavedra, vecinos importantes de Vilagarcía y dueños del Pazo do Rial, se animaron a fondear las primeras bateas. En 1944 habían constituido la empresa Viveros del Rial SL, cuya principal finalidad era cultivar ostras en una pequeña ensenada próxima a Vilagarcía.


Ensenada do Rial (Vilagarcía), lugar de nacimiento del cultivo del mejillón.

En la imagen todavía pueden apreciarse las parcelas de la ensenada que en su momento se destinaron a parque de ostras y almejas. Abajo a la derecha el pazo de los Ozores, hoy hotel.

A nuestros pioneros no les fue bien en el negocio de las ostras y probaron con el mejillón empleando la técnica de cultivo típica de las costas atlánticas francesas que se basa en clavar estacas (bouchots, en francés) para acoger en ellas al molusco. En la foto puede verse cómo se sigue todavía engordando mejillones por medio de estacas en Saint Brieuc, al norte de Bretaña.

Estacas para el cultivo del mejillón, Bretaña (Francia)

Pero lo de las estacas tenía sus inconvenientes, no era una sistema de cultivo que se adaptase bien a las rías gallegas. Los viveros flotantes dieron mejor resultado. En un principio se usaron barcos viejos como soporte de las cuerdas, algo que se aprecia muy bien en la foto de abajo: barcos con cuatro mástiles a los que se les puso un tejado y troncos a babor y estribor para colgar las cuerdas.

Bateas construidas a partir de viejos barcos (Sada), en Durán, C. (1990), El mejillón. Biología, cultivo y comercialización.

Y luego ya se construyeron plataformas de madera con flotadores. La foto siguiente es de en torno a 1960, y muestra las típicas bateas pioneras, de la etapa inicial del sector mejillonero. Al fondo de la imagen, Vigo.



Y esta otra foto tiene un aire sorprendente: bateas de mejillón en el puerto de A Coruña. No se ven muy bien, pero están al fondo, enfrente del castillo de San Antón y protegidas por el dique de abrigo Barrié de la Maza.

Bateas de mejillón en el puerto de A Coruña, principios de los años 1960

Que el gran crecimiento del cultivo de mejillón ha dejado su sello en el paisaje de las Rías Bajas... a la vista está. Dos imágenes aéreas de la gran cantidad de bateas hoy existentes, la primera de Cangas y la segunda de la ría de Arousa.

Bateas de mejillón en Cangas do Morrazo (Ría de Vigo)


Bateas de mejillón en la Ría de Arousa


Pero antes de que las rías fuesen ocupadas de modo permanente por las bateas, lo habitual eran escenas de mar como la de la siguiente foto. Bueu, en la ría de Pontevedra, 1928. Ni rastro de viveros flotantes.

Sendón, M. (2000), Arquivo José Mª Massó, Centro de Estudos Fotográficos


Hoy los hórreos se usan muy poco para el fin con que nacieron, y los nuevos se construyen por motivos decorativos. Hace 100 años Galicia contaba con 2 millones de habitantes, y en torno a 300.000 hogares campesinos. La producción de maíz superaba las 300.000 toneladas, y los hórreos eran necesarios. Desde hace décadas el número de campesinos ha caído en picado aunque, eso sí, se produce mucho más maíz que antes: 132.000 toneladas de maíz grano y nada menos que 2.500.000 de maíz forrajero, datos oficiales de 2009. Pero en su mayor parte va a parar enterito -tallo, hojas y espigas- y bien picado a silos para alimento del ganado. Tras una larga vida, el hórreo se ha jubilado.

Lo de las bateas es otro cantar. Su número total ha permanecido casi constante en los últimos treinta años, entre 3.000 y 3.400, porque ya no queda espacio en las rías y no se autorizan nuevas instalaciones. Siguen a pleno rendimiento, con una producción de en torno a 250.000 toneladas anuales de mejillón, 75 toneladas por batea, más o menos. A diferencia de los hórreos, las bateas siguen prestando sus servicios y se siguen fabricando para reemplazar a las viejas o deterioradas.

Aprovecho para recomendar al que quiera saber más acerca de la historia del sector mejillonero en Galicia, un buen trabajo, y digo bueno porque lo escribí yo mismo, presentado al VIII Congreso de la Asociación Española de Historia Económica, celebrado en Santiago en 2005.

1 comentario:

  1. Moi interesante!
    Invitámosche a que participes no concurso de Berce de Inventores, en facebbok ou tamén o blog Berde de inventores de blogger. Hai pouco falabamos dun enigma que eran as bateas, e hoxe publicamos co horreo. Como ves son inventos galegos. Participa con nós!

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