Siempre me llamó la atención que
no habiendo sido Galicia tierra de mucho trigo, más bien de poco, el pan
gallego llegase a alcanzar tan merecida fama. Recuerdo la primera vez que fui a
Madrid –la mili- y vi que en algunos establecimientos anunciaban ‘pan gallego’,
y pensé: pero... ¿qué tiene de especial
el pan gallego?. Con el tiempo me di cuenta del qué, a base de comer pan y
comparar.
Aquí tenemos la historia no de un
panadero, sino de un fabricante de harinas, de un emigrante natural del concejo
de Covelo –en la montaña pontevedresa- llamado José Manuel Cruces Álvarez, un
emigrante que estableció una importante empresa molinera cerca de Lisboa, con
el nombre de Cruces & Barros, allá por 1915. Una década más tarde amplió sus
negocios con otra empresa, Harinera Gallega Ltda, domiciliada en Vigo y con
fábrica en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca). Un periplo que duró treinta
años, hasta 1936, y tuvo un final infeliz. Fue la típica historia de auge y
caída, de mieles y sinsabores.
Un gallego en Lisboa. A la hora
de pensar en emigrantes gallegos lo más frecuente es situarlos en Argentina y
Cuba, en Suiza y Alemania, o en las grandes ciudades españolas. Pero no tanto
en Portugal y Brasil, pese a que antes de la Guerra Civil española (1936-39) ambos
países fueron destino habitual de un buen número de ellos.
Así que del mismo modo que los
gallegos acudían a la siega a Castilla o marchaban a Cuba y Argentina, se
desplazaban también hasta Portugal para las vendimias en el Duero –el vinho do
Porto-, para la venta ambulante, para trabajar como canteros, o para desempeñar
todo tipo de oficios en las ciudades portuguesas. La proximidad geográfica e
idiomática jugaron su papel, claro. El ferrocarril ayudó, por supuesto. Y huir
del servicio militar obligatorio también.
A principios del siglo XX, que es
cuando empieza nuestra historia, para todos aquellos que querían probar suerte
en una gran ciudad y olvidarse del sacho, Lisboa se había convertido en una
buena elección tanto por su propio tamaño como por ser un magnífico punto de
embarque hacia todos los grandes puertos americanos. Si en 1900 la ciudad de Madrid
contaba con 540.000 habitantes y Barcelona con 533.000, Lisboa no se quedaba
atrás, pues tenía 351.000 habitantes, 487.000 si añadimos los municipios circundantes.
Eso sí, para gran ciudad con la
ventaja del idioma lo ideal era ir a Buenos Aires: 837.000 habitantes en 1900.
Y... ¿qué tal Nueva York?. Más grande
todavía, 3.4 millones en 1900, pero... ni idioma, ni parientes y vecinos que
echaran una mano. El contraste entre estas grandes ciudades y las gallegas es
bien evidente: Vigo en 1900 no pasaba de 24.000 habitantes, 66.000 en 1930.
El caso es que el protagonista de
nuestra historia se fue a Lisboa, se llamaba José Manuel Cruces Álvarez –hijo
de Joaquín Cruces Cortiñas- y había nacido en los años 1870 en San Salvador de
Maceira, concejo de Covelo, a las faldas de la Serra do Faro de Avión y a 20
kilómetros de la frontera portuguesa.
Maceira arriba a la izquierda, con punto azul. Abajo el río Miño y Portugal
Covelo pertenece a una comarca del interior pontevedrés que por entonces tenía una asentada tradición de emigración a Portugal. Aquí tenemos un ejemplo: un marido que vuelve a su casa en Maceira, se le cruzan los cables bien cruzados y... Adeus Lisboa.
Cuando José Manuel Cruces se marcha a la capital portuguesa junto a su esposa María Concepción –que tenía sus mismos apellidos, Cruces Álvarez- contó con el apoyo de varios parientes ya establecidos, su padre y varios tíos. Su tío Francisco figuraba en 1902 como Tesorero de la lisboeta Asociación de Socorros Mutuos La Fraternidad Española, fundada en 1873 y mayoría de socios gallegos. Y se relacionó con naturales de su parroquia de origen. Entre sus convecinos que alcanzaron éxito en la capital portuguesa nos encontramos a los dueños de uno de los más famosos Cafés de la ciudad, el Café Martinho, propiedad de los Rivera Álvarez, originarios justamente de Maceira.
Rivera es la versión castellanizada del apellido Riveira o ‘da Riveira’, un apellido que ya existía en Maceira a mediados del siglo XVIII, tal y como se comprueba en el Catastro de Ensenada (1752).
La primera noticia que poseo de
sus actividades mercantiles corresponde a un anuncio de 1908 en el que nuestro
protagonista figura como comerciante de cereales y legumbres, harinas y
semillas, con oficinas cerca de la plaza del Rossío y distintas sucursales. José
Manuel Cruces estaba asociado a Domingos Alfredo Barros, nacido en Portugal, hijo
de otro emigrante gallego y casado con Julia Cruces, imagino que una hermana de
José Manuel. La firma se llamaba Cruces & Barros.
Acá tenemos un mapa de sus
oficinas en el centro de Lisboa y sus sucursales en Bemfica y Campo Grande, así como del emplazamiento de su futura
fábrica harinera, en Povoa de Santa Iria. No aparece en el mapa el depósito que
poseían en Carregado, más al norte y a la vera del río Tajo.
Lógicamente, si en 1908 disponían
de tan céntrica oficina y de varias sucursales es porque la empresa ya llevaba
años funcionando. Y sus negocios comerciales debieron de ir bien porque en 1915
constituyeron una sociedad para la fabricación de harinas bajo la misma
denominación de Cruces & Barros, con un capital de 850.000 escudos. El
lugar elegido para la factoría fue Povoa de Santa Iria, 20 kilómetros al norte
de la capital portuguesa, a las orillas del Tajo y pegada a la estación de
ferrocarril.
Acá tenemos la primera página de un
reportaje sobre la fábrica al poco de ser inaugurada en 1916. Arriba vemos los
retratos de los dos socios principales, y en el centro a la izquierda el retrato del
encargado general de la fábrica, Manuel Rivera Durán, pariente próximo de la
familia Cruces.
Según el autor del reportaje, “Os
Srs. Cruces & Barros sâo dois novos cheios de audacia e, assim, montaram
uma fabrica cuja instalaçâo é das melhores que ha no nosso paiz, tendo mesmo
novidades que muito interessam ao aperfeiçoamento da moagem.” El reportaje completo con
detalles e imágenes sobre la flamante fábrica lo encontrará el lector en esta
página web sobre empresas harineras portuguesas.
La nueva empresa de Cruces &
Barros no era pequeña dentro del conjunto de la industria harinera portuguesa. Por
un trabajo de Jaime Alberto do Couto Ferreira titulado “Um século de moagem en Portugal, de 1821 a 1920” sabemos que en 1918 era la quinta más importante de Portugal tanto por
capacidad productiva –casi 44.000 toneladas de trigo- como por producción real
en dicho año –cerca de 10.300 toneladas-. Estaría en condiciones de molturar
toda la cosecha gallega de trigo, que en 1918 ascendió a 30.300 toneladas,
según datos del Anuario Estadístico de España.
Al poco tiempo, en 1918, la
empresa participó en una nueva oleada de concentración y fusión de compañías harineras
portuguesas y se integró en la firma Moagem Aliança, Limitada “que aglutinou a
Companhia de Moagem Invicta, do Porto e duas das maiores moagens de Lisboa que haviam
resistido à integraçâo na Nova Companhia Nacional –a Viúva de A. J. Gomes &
Compª, Comandita, e a Cruces & Barros, Lda. Este grupo tinha sede em Lisboa
(...)”. La firma se transformaría en 1919 en la Sociedade de Moagem Aliança,
con siete fábricas y oficinas en Lisboa y Porto. Nueva vuelta de tuerca en 1920
y se convierte en la Sociedade Industrial Aliança, que realiza una ampliación
de capital de 1 millón de escudos hasta alcanzar los 10 millones.
Entre los suscriptores de la ampliación de capital destacaban los propietarios de Cruces y Barros, y comprobamos que en el primer Consejo de Administración, compuesto de 5 miembros, aparecían tanto José Manuel Cruces como Domingos Alfredo Barros y, asimismo, el gerente de Cruces & Barros, Carlos Machado Ribeiro Ferreira.
Tras consolidar su posición como
accionistas y directivos de una de las grandes harineras portuguesas, ambos
socios iniciarán nuevas aventuras. El primero fue Domingos, quien decidió establecer
fábrica propia en Montemor-o-Novo, 30 kilómetros al oeste de Évora, en el
Alentejo.
José Manuel Cruces acabaría
haciendo lo propio, pero mientras tanto acudía a Galicia como uno de los
emigrados con éxito, y la prensa local lo definía como ‘opulento capitalista’ con
residencias en Oporto y Lisboa. Disponía de varios automóviles, como era habitual
entre los adinerados, y en julio de 1923 cedía gustoso uno de ellos para
trasladar al obispo de Tui a una ceremonia de entrega de premios en el Colegio
de Jesuitas de Camposancos (A Guarda), donde cursaban estudios sus dos hijos
varones.
Otro momento de gloria: José
Manuel Cruces dona a su parroquia natal un “hermoso grupo en madera policromada
que representa la Sagrada Familia” que había encargado en 1922 al afamado
escultor Asorey.
Pocos años después adquirió una imponente
finca de recreo con pazo y extensos terrenos en Reboreda (Redondela), llamada
Torres de Agrelo, a 15 kms de Vigo. No sé bien cuando fue comprada por la familia Cruces, pero sí
que ya era de su propiedad en 1925. Y sigue en pie, destinada ahora a Casa-Pazo
para turismo rural y para todo tipo de celebraciones y eventos, después de
haber pasado a la familia Marcote. La foto de abajo nos permite entender por
qué el edificio se llamaba Torres.
Torres de Agrelo (Redondela) 2012 [www.torresagrelo.com]
En Agrelo se había establecido un
convento franciscano a mediados del siglo XVIII. Tras la desamortización de
1835 había quedado abandonada, y con posterioridad se convirtió en residencia
sucesiva de familias acaudaladas. Primero la del general redondelano Leoncio
Rubín –muerto en 1875- quien, según información facilitada por Pablo Marcote,
erigió el pazo actual en 1865. Luego pasó a manos del comerciante vigués José
Carreras, fallecido en 1883. Un nuevo cambio de propiedad tuvo lugar en 1914,
al adquirir las Torres y su finca un empresario que había hecho fortuna en
Argentina, el también vigués Concepto López Lorenzo, quien le puso de nombre La
Tapera.
A una quinta con tantos pretendientes
yo la bautizaría como La Deseada. Precioso edificio, amplios jardines, vistas a
la ensenada de San Simón y en un lugar de clima muy agradable. Muy atractiva
pero de costoso mantenimiento y de ahí, imagino, tantos cambios de propietario.
El destacado político y jurista compostelano Montero Ríos la había alquilado en
1888 para pasar el verano con el Presidente del Congreso de los Diputados.
El pintor Sorolla también se
interesó por ella para veranear en Galicia, según noticias de prensa, en 1910.
1910
La foto de abajo corresponde a
1914, cuando las Torres acababan de pasar a manos de Concepto López, uno de los
grandes impulsores de los Tranvías Eléctricos de la comarca viguesa y
reconocido filántropo. Justo en ese año se inauguraba el servicio de tranvías
en Vigo.
Las Torres de Agrelo. No esperaba
yo que en las Torres de Agrelo llegasen a confluir dos historias paralelas: las
historias de dos emigrantes de éxito retornados a Galicia que fundan empresas en
su tierra natal y que redondean su estatus adquiriendo una preciosa quinta. Y
no sólo eso: casualidades de la vida, el hecho es que ni el uno ni el otro
pudieron disfrutar de las Torres mucho tiempo. Porque Concepto López falleció
en 1918 a consecuencia del golpe recibido al caerle encima un pino que sus
operarios estaban talando en la quinta. Aquí una versión concisa del suceso:
“VIGO. Muerte de un filántropo.
En la tarde de hoy, hallándose observando los trabajos que se realizaban en su
finca de la Tapera, próxima a Redondela, uno de los pinos que estaban talando
cayó encima del propietario de la finca Don Concepto López, que falleció a
consecuencia del desgraciado accidente. Poseía el finado una gran fortuna que
había ganado en América, de la que hacía un noble uso socorriendo con largueza
gran número de necesidades entre sus paisanos.”
Acá otra versión más extensa
y... con un toque heroico.
Bueno, dejemos las Torres y
vayamos a los negocios. El caso es que, con los capitales acumulados en Portugal,
nuestro protagonista José Manuel Cruces decidió dedicarse al negocio de las
harinas en su tierra natal, y en 1926 constituyó la sociedad Harinera Gallega
Limitada con sus tres hijos y otros dos socios, domicilio social en Vigo y
fábrica arrendada en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca). Su esposa María
Concepción había fallecido en agosto de 1924.
En Peñaranda la noticia se
recibió con alegría; quiero decir, la noticia de la creación de la fábrica.
Y aquí un anuncio de la nueva harinera, bautizada La Milagrosa.
La decisión de Cruces me llevó a
preguntarme dos cosas: primera, ¿por qué eligió Peñaranda para fabricar harina?;
y segunda, ¿por qué se introdujo en el negocio harinero gallego?.
La primera cuestión es la más
fácil de responder porque en aquel entonces Salamanca era una provincia
triguera relativamente importante. No la más importante, pero su producción
superaba con creces a la de toda Galicia. Según los Anuarios Estadísticos,
Salamanca produjo 158.000 toneladas de trigo en 1925, frente a las 64.300 de
las cuatro provincias gallegas; en 1926 las cifras fueron de 120.500 y 48.300.
Y Galicia tenía 7 veces más habitantes, 2.1 millones en 1920 frente a 322.000.
Por supuesto, ello se debía a que en Galicia se cultivaba mucho más el centeno,
el maíz y la patata.
Pero, ¿qué tenía Salamanca que no
tuviesen Valladolid o Burgos, cuya producción de trigo era claramente superior? Pues,
simplemente, un coste de transporte más bajo hasta Vigo. Lugo, Coruña o Ferrol se
abastecían de harinas desde Valladolid, Burgos o Zaragoza a través de la red de la Compañía del
Norte. Pero a las poblaciones de las Rías Bajas les salía mejor traerlo desde Salamanca
a través de Portugal: desde la aduana de Fregeneda se despachaban los vagones
de harina en régimen de tránsito –sin pagar derechos aduaneros- hasta Tui y
Vigo. Abajo tenemos dos mapas que muestran las rutas.
Cuando en 1917 fue prohibido
dicho ‘comercio en tránsito’ los primeros en protestar fueron los almacenistas de
harinas vigueses.
En abril de 1919, las quejas venían
de la industria harinera salmantina.
“La industria harinera salmantina
está sometida a una tan especialísima y crítica situación, que de no adoptar
medidas urgentes y eficaces el Gobierno, la fabricación será suspendida (como
ya lo ha sido en varias fábricas) y ello traerá la ruina de este importante
sector de la industria de Salamanca.
El mercado principal de esta
industria está en Galicia. El transporte, a precios reducidos, venía haciéndose
por Portugal. Con ello, las existencias de harina tenían salida, Galicia podría
surtirse y vender allí el pan a precio remunerador y la industria vivir en un
equilibrio satisfactorio. Hoy el tránsito por Portugal está prohibido. Las
harinas han de ser transportadas por la línea de Astorga. Los precios de estos
transportes son tres veces mayores que los de las vías férreas portuguesas.
(...)
Desde hace muchos años hasta el
día 9 del pasado mes, se ha conseguido esto con el transporte en tránsito por
Portugal, recientemente prohibido por presión de la opinión pública y su temor
al contrabando. No negamos que en las provincias fronterizas haya ocurrido algún caso, pero afirmamos que
eso suele realizarse con pequeñas cantidades de pan, harina etc., transportadas
a mano, en caballerías y carros, pero nunca en los vagones completos en
tránsito que debidamente precintados salen por la aduana de Fregeneda, entrando
intactos por la de Tuy, como viene comprobándose.” (1919)
Segunda cuestión: ¿se vino José Manuel Cruces a
Galicia y a Peñaranda por ‘cariño al país’, porque iba mal la harinera
portuguesa de la que era accionista, o porque quería montar un negocio independiente
dirigido por él y por sus hijos?.
Imposible saberlo, pero mi
impresión es que fundó la empresa tras el inicio de actividades de la
Compañía Viguesa de Panificación a finales de 1924, y con el fin de aprovechar su gran
consumo de harinas. No he encontrado pruebas de que la Harinera abasteciese a
la Panificadora, pero no debe ser casualidad que la firma de Cruces entrase en
declive después de que la Panificadora empezase a fabricar su propia harina en
1930, ni que finalmente la harinera de Peñaranda acabase en manos de la propia
Panificadora en 1936. Otra historia paralela.
Vayamos, pues, a la nueva aventura de Cruces con su firma viguesa que, como antes hemos visto, fue establecida en
1926. Aparte de la familia Cruces, el único accionista destacado era un abogado de Tui, José García Sánchez, cuyo único vínculo que conozco con
el sector harinero se reduce a haber defendido a una empresa del ramo en un
pleito con la ferroviaria MZOV.
Al año siguiente, la molinera de
Ponteareas sufre tremendo incendio. ¡Vaya por Dios!.
Pero aunque el abogado José García Sánchez no entendiese de harinas, seguro que era un buen socio para todo lo relativo a la burocracia, a la legislación y a los tribunales. Era de Tui, y en la villa fronteriza residían Comisionistas de Aduanas especializados en el comercio de tránsito por Portugal hacia y desde Fregeneda. Acá tenemos un ejemplo.
De modo que un abogado importante
de Tui sabría manejar muchos hilos para resolver posibles problemas en el
transporte de la harina desde Peñaranda. No sólo eso. Nuestro abogado era también
un buen socio porque disponía de recursos financieros, hasta tal punto que en
la constitución de Harinera Gallega se comprometía a aportar nada menos que 100.000
pesetas. Y... ¿tanto dinero procedía de sus ingresos como abogado, de una
herencia, de rentas territoriales? Puede ser, pero aseguraría que la causa de
tanto poderío era que en 1924 ... ¡le había tocado el Gordo de la lotería!.
400.000 pesetas de 1924, toda una fortuna.
Ignoro la razón, pero resulta que
ya en 1927 García Sánchez se apartó de la sociedad transcurrido sólo un año de actividad
de la Harinera –un año de pérdidas- y, eso sí, tras sólo haber desembolsado
20.000 pesetas.
El negocio harinero de Cruces no alcanzó
los resultados que su fundador esperaba. Y las cosas debieron de ir a peor
después de que en 1930 la Panificadora viguesa, que dominaba el sector panadero
en la comarca de Vigo, inaugurase su propia fábrica de harinas. Un reportaje
sobre el evento nos da algunas claves:
“Sus hornos automáticos son la
última palabra en la industria de la panificación y tienen una capacidad
productiva de 45.000 a 50.000 kilos en 24 horas, por lo cual esta fábrica
podría abastecer en caso necesario a una población de 150 mil habitantes. (...)
Posee la Compañía numerosos automóviles que reparten en una extensa zona sus
productos los cuales tienen mercado propio en Redondela, Arcade, Pontevedra,
Puentecesures, Porriño, Salceda, Salvatierra, Mondariz, Puenteareas, Ramallosa,
Sabarís, Bayona, Moaña, Cangas, Bueu, etc.; (...) Y aun no le bastaba a la
Compañía Viguesa de Panificación (...) la obra realizada y quiso completarla
con la elaboración de las harinas que consume, a fin de fabricarlas apropiadas
a las distintas clases de pan que produce su factoría automática. De esta
manera evita los riesgos y dificultades que hasta ahora existían para el
aprovisionamiento de harinas, las cuales no siempre podían ser servidas por los
centros productores con la regularidad debida, ni siempre se amoldaba de una
manera completa la harina a las calidades deseadas; (...) la nueva fábrica de
harinas se destina exclusivamente a la producción de las que ha de consumir la
Compañía en sus factorías de panificación. Para su instalación hubo necesidad
de ampliar la factoría dando una nueva planta a los almacenes y otras dos al
departamento de maquinaria. Así pudo lograrse una capacidad de 15.000 kilos de
trigo, centeno y maíz, o sea unos 11.000 a 12.000 kilos de harina elaborada. La
fábrica es por cilindros y tiene una longitud total trabajando de 24
decímetros. (...) Como complemento de la nueva fábrica de harinas está
construyendo la Compañía cuatro silos cilíndricos, de hormigón armado, con
capacidad cada uno para 300 toneladas de grano.” (1930)
En el reportaje se decía que las
harinas iban a dedicarse exclusivamente al consumo de la propia empresa pero,
lógicamente, no tardaron en venderse también a terceros, al por mayor. Abajo un
anuncio de 1931.
Así que el mayor cliente
potencial de la Harinera Gallega no sólo pasó a autoabastecerse de harinas,
sino que se convirtió en un peligroso competidor. De que las cosas acabaron
yendo mal para los Cruces es revelador el hecho de que ya en 1931 salieron a
subasta las Torres de Agrelo por impago de un préstamo de 100.000 pesetas
recibido del Banco Hipotecario. Una hipótesis verosímil pero difícil de confirmar porque los prestatarios eran los
hijos de Cruces, y sus problemas financieros no tendrían por qué deberse a las
dificultades de la Harinera. En el anuncio de subasta podemos
apreciar que la propiedad era bien extensa, pues el Pazo con su huerta y monte
medían 60.000 metros cuadrados y el viñedo otros 10.000.
1931
En cualquier caso, la firma de los
Cruces sucumbió a los diez años de su nacimiento y, como he señalado, la
harinera de Peñaranda fue vendida a la Panificadora de Vigo en 1936, justo al
comienzo de la Guerra Civil. Vinieron entonces casi tres años de molienda a pleno rendimiento para satisfacer la demanda de pan tanto del Ejército como de la 'Zona Nacional', hasta que sucedió lo inesperado y, solo tres meses después del remate de la Guerra, La Milagrosa de Peñaranda... saltó por los aires. Aquí un resumen del tremendo suceso procedente del
libro de Florencia Corrionero y Mª Ángeles Sampedro publicado en 1999 y titulado El Polvorín 1939-1989. Peñaranda de Bracamonte.
Y abajo una fotografía del resultado de la explosión.
Desconozco lo sucedido con la familia
Cruces después de su etapa más brillante, de cuando tenían fábricas en Povoa de
Santa Iria y en Peñaranda, de cuando disfrutaban de una suntuosa residencia en
las Torres de Agrelo. Algunos indicios apuntan a que los hijos del fundador repartieron sus vidas entre Portugal y Argentina, y nunca retornaron a Covelo.
De modo que, para poner punto
final a esta historia, me limitaré a dejar constancia de que las dos fábricas establecidas
por José Manuel Cruces podríamos decir que, en cierta manera,... ¡siguen en
pie!. La fábrica de Peñaranda se mantiene en activo aunque, por supuesto,
reconstruida después de la explosión de 1939 y en manos de la firma Harinas
Peñaranda SA, una auténtica superviviente.
http://www.lospisones.com/pdfs/Harinas%20Penaranda.pdf
Y la fábrica de Povoa de Santa Iria ... juraría que sigue también en pie, aunque abandonada. Miro estas tres imágenes, una de 1916 cuando se erigió la harinera de Cruces & Barros, y las otras actuales, de casi un siglo después, sin chimenea, con algunas ampliaciones, y me parecen... ‘cuspidiñas’. Un viejo recuerdo de los gallegos lisboetas.
Fotos actuales procedentes de ruinarte.blogspot.com.es